La organización Child Rescue Coalition, con sede en Florida, ha creado una tecnología de rastreo que plasman en mapas para identificar ordenadores que comparten y descargan imágenes y vídeos de niños sexualmente explícitos.
Según esta organización, más de 750.000 pedófilos se mantienen on-line de forma casi constante en el mundo e intercambian material, retransmiten abusos en directo, extorsionan a niños para producir pornografía infantil o están en proceso de hacerlo. La Policía de 96 países usa esta herramienta, que ha contribuido al arresto de más de 12.000 pedófilos y al rescate de 2500 niños.
Un punto de partida, junto con los reportes del NCMEC, puede ser el ingreso de un archivo de primera generación en la International Child Sexual Explotation (ICSE), la base de datos de Interpol a la que se incorporan archivos inéditos detectados por policías de todo el mundo. Gracias a ella, cada país tiene acceso al material para discernir si determinada situación de abuso tiene lugar en su ámbito de actuación.
Creada en 2001, la ICSE guarda 2,7 millones de imágenes y vídeos de casos aún por resolver y su existencia ha permitido el rescate de 23.500 víctimas en todo el mundo. Apenas se trata, sin embargo, de la punta del iceberg, como subraya el teniente Caramé. «Todo el cibercrimen tiene cifras negras muy altas, pero ninguno supera las de la pornografía infantil porque el 99 por ciento de los casos no se denuncia. La mayoría de los niños, y por lo tanto sus padres, no son conscientes de ser víctimas de un delito. Hasta que no detenemos al sujeto y vemos que tiene material de 200 o 300 menores, no conocemos el verdadero alcance de sus actividades».
La pandemia favoreció la pedofilia
La pandemia ha abierto una oportunidad mayor para abusar sexualmente de niños. En marzo de 2020 millones de niños se dispusieoron a pasar on-line más tiempo que nunca. Es, para los depredadores, la situación ideal.
El 99 por ciento de los casos no se denuncian ya que la mayoría de los niños no sabe que ha sido víctima de un abuso. Ellos y los padres se enteran cuando el pedófilo es detenido y se revisa su material
En Estados Unidos, sede del Centro Nacional para Niños Desaparecidos y Explotados (NCMEC), hay una vigilancia mundial del tráfico de material pedófilo en la Red. Abril de 2020 se convierte en el mes más trágico en la historia de la pornografía infantil: cuatro millones de reportes NCMEC. ¡Tres millones más que en ese mes de 2019!
Pasado el encierro, sin embargo, el tráfico regresó a niveles prepandémicos. El panorama, sin embargo, ha cambiado. El coronavirus lega en este campo una doble herencia. Por un lado, una sociedad cada vez más digitalizada: en el trabajo, en la educación, en el ocio… Y al aumentar la digitalización, con todas sus ventajas, por supuesto, se incrementa también la exposición. Sobre todo la de los niños.
Ya lo eran, de hecho, antes de todo esto. Los números del abuso sexual infantil por Internet llevan años creciendo de forma exponencial. Y sin remedio. Basta mirar el histórico de reportes anuales del NCMEC desde 1998: 3000 avisos ese año; 16 millones en 2019, dos décadas después. Guarismo que entre enero y septiembre de 2020 alcanzó los 21 millones, empujado por el brutal pico de abril.
El NCMEC informa que los casos sospechosos de incitación on-line a niños para generar material pornográfico se incrementaron en un 63,31 por ciento. Y los de contacto con menores por prácticas como sexting, sextortion o grooming, en un 98,66 por ciento.
Traducir esos porcentajes en número de archivos de contenido pedófilo es, hoy por hoy, imposible. Tenemos, eso sí, una cifra previa al coronavirus: 45 millones. Las fotos y vídeos de abuso sexual infantil -entre material recirculado y de nueva generación- que las compañías tecnológicas identificaron en sus plataformas en 2019, según una investigación del New York Times.
La guerra se perdió hace tiempo
El problema es que detectar este material nuevo -de posibles víctimas durante el confinamiento, por ejemplo- lleva tiempo. Antes, nadie tomaba precauciones. Ahora, casi todo está encriptado, los pedófilos usan máquinas virtuales, navegan de forma anónima, pagan en criptomonedas; se han sofisticado. Por eso, las investigaciones son cada vez más complejas.