Con motivo de la XXX Jornada Mundial del Enfermo que se celebra este 11 de febrero con el tema “Sean misericordiosos, así como el Padre de ustedes es misericordioso”, Vida Nueva conversó con la hermana María Paz Potrero Gómez, coordinadora del Programa de la Unión de Enfermos Misioneros, perteneciente a la Pontificia Obra de San Pedro Apóstol de las Obras Misionales Pontificio Episcopales (OMPE) de México.
Al referirse al lema de la jornada, la religiosa explicó que el papa Francisco, al llamar a ser misericordiosos y estar al lado de los que sufren en un camino de caridad, de amor, se dirige a los profesionales de salud, pero también a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, a fin de que se garantice la atención que necesitan, sobre todo las personas pobres y necesitadas de la salud física.
Se trata de un acompañamiento pastoral –dijo- para que ellos puedan vivir el tiempo de su enfermedad y de dolor unidos a Cristo, sacrificado y resucitado. “Que se les ayude a valorar el dolor de una manera positiva, partiendo desde un encuentro personal con Dios, para que puedan ofrecer ese dolor, ese sufrimiento, como un bien a ejemplo de Jesús”.
Pastoral de presencia y cercanía
La religiosa apunta que el mensaje del Papa para esta jornada hace hincapié en que el servicio y la cercanía hacia las personas enfermas no debe limitarse a ellas, sino abarcar también a sus familias que sufren viendo el dolor de sus seres queridos.
“Nos pide no tener miedo de tocar la carne sufriente de Cristo; no verlo solamente como una profesión, sino como una misión; ser esas manos misericordiosas de Dios Padre. Que sea una pastoral de presencia, una pastoral de cercanía”, agregó.
En su mensaje –añadió- “el Papa nos habla también de la importancia de las instituciones sanitarias católicas como un tesoro que hay que custodiar; él las llama posadas del buen samaritano para acoger y escuchar a enfermos de todo tipo, sobre todo a los más pobres y excluidos”.
“El Papa nos dice que corresponde a todos los católicos bautizados colaborar en el bien común y ver al otro como prójimo, porque es una obra de misericordia también con los otros; una obra de caridad”, aseguró.
La enfermedad no es un castigo o desgracia
Por otra parte, con relación a las actividades que realiza la Unión de Enfermos Misioneros en el marco de esta XXX Jornada Mundial del Enfermo, María Paz Potrero manifestó que de ordinario se trabajan diferentes programas formativos para los coordinadores y los enfermos misioneros.
“Reuniones virtuales o a través de medios visuales que se transmiten en las redes sociales, con temas formativos en la revista ‘Ad gentes’, dirigida a médicos, enfermeros, así como a enfermos y sus familias”, agregó.
Sin embargo, para esta semana previa a la jornada, se llevaron a cabo varias reuniones en las que se invitó a otras diócesis a hacer énfasis en la necesidad de “motivar al enfermo a que no vea la enfermedad como un castigo o desgracia, sino acercarlo a Dios, y que su dolor no sea inútil, sino que le dé un sentido de redención”.
¿Y la pandemia?
Al referirse a cómo deben percibir los católicos la enfermedad, en particular la pandemia del Covid-19, la hermana María Paz recordó que el papa Francisco “nos dio esa fuerza y los ánimos al decir que ‘todos estamos en la misma barca’, y la pandemia nos vino a mostrar nuestras debilidades, pues parece que habíamos hecho a un lado a Dios”.
Pero –explica– es en los momentos de crisis cuando la Iglesia ha crecido y se ha fortalecido, y “en el sentido humano, aunque mucha gente pierde la esperanza y se deprime, son momentos favorables para aprovechar lo positivo que viene en una apariencia negativa; poder ser mejor persona y dar lo mejor de cada uno de nosotros, poniendo la esperanza en Dios y juntos con Él ir caminando”.
Confiar en el Señor en los momentos más difíciles
La religiosa manifestó que hay muchas personas que se han visto afectadas por la pandemia de Covid-19, pero “nunca han dejado de confiar en Dios, y la inspiración más fuerte es el mismo Jesús, su fortaleza, su Palabra y la confianza de que podrían salir de ahí, y que esto era pasajero aunque les dejaron marcas, huellas, tal vez físicas”.
En ese sentido, recordó el testimonio de un sacerdote que les mostró una cicatriz en su nariz, ocasionada por la mascarilla que le pusieron al estar intubado; “su físico no era como lo conocimos, tenía secuelas después de tres meses de estar en batalla entre la vida y la muerte; nos platicaba su experiencia y lloraba porque es donde dijo que vio la misericordia de Dios”.
Para la religiosa, las personas que sobrevivieron al Covid-19 y renacen con una vida más entregada y fe, pueden llevar un mensaje de alegría y esperanza a otras.
Para concluir, la hermana María Paz invitó a las personas a que se afilien al Programa de Unión de los Enfermos Misioneros para servir o donar su vida, dolor, trabajo; o con su oración, entrega, sufrimiento y entusiasmo, “pues con su fuerza dan vida a la misión”.