¡Mamá, mamá!…
-Mande Ian…
-Oye, ¿Cuántos años tienes?
– 30, Ian
– Está muy bien, todavía te quedan algunos años antes de que te mueras… A mi abuelita ya no tantos….
-Ian, no puedes hacer esos comentarios…
– ¿Por qué no?
-No es correcto amor, a la gente no nos gusta que nos digan cuando nos vamos a morir o si nos queda poco tiempo, sólo compártelo conmigo.
-Está bien mamá…
– Mamá… Mamá!!!!
-Mande Ian, ¿Cuál es tu país favorito?
– No sé amor, no lo había pensado antes, supongo que México.
– Sabías que la población actual del país es de 126 millones aproximadamente.
– No amor, no sabía qué bonito dato y sabes ¿cuál es el Estado más grande?
-¡¡No!! A ver, dime…
– Chihuahua
– ¿Enserio?
La infancia de mi hijo se resumía en datos curiosos de sus temas favoritos y de comentarios fuera de lugar, siempre esperados de un niño, pero ahora la persona que estaba frente a mí con todos sus estudios de neuropsicología me decía que era parte del autismo de mi hijo…
Pero con una pausa y apego al decirme “Es de ALTO FUNCIONAMIENTO”
¿Qué significa eso?… ¿Mi hijo está averiado?
Te dicen alto funcionamiento porque quieren que sea más digerible para ti… Para que entiendas que está bien preocuparse, pero tampoco es para tanto…
Miraba a mi esposo y él se encontraba más serio que de costumbre, mientras esta persona me decía todo lo que Ian no iba a poder ser, quería romper esas hojas y no porque no me lo esperaba, sí esperaba esto, pero de alguna manera no podía tragarme ese diagnóstico tan duro, que me decía que mi hijo tenía atraso, que mi hijo no iba a poder ser o hacer… ¿Qué van a saber ellos de mi hijo? El niño que yo cuidaba desde bebé, que desde sus primeras palabras me decía mamá, que era tan inteligente para memorizar las cifras de poblaciones y las capitales de diferentes países.
Me daban términos de exámenes que le fueron aplicados, me dijeron que era asperger, pero que ahora ya es autismo, dije bueno, eso no me importa. Sólo dime qué tengo que hacer para apoyar a mi hijo y de ahí partimos.
Yo no voy a mentir con ustedes, sentía que lo que había soñado, que el mundo que había imaginado para mi hijo, se estaba partiendo en dos, que mi vida con él, el paseo que me dirigía a la playa estaba sin rumbo, miré a mi bebé después de salir de ese cuarto horrible y le dije… Ian eres hermoso, a los ojos de mamá tu siempre serás único, pero necesito que decirte algo…
– ¿Qué pasó mamá? ¿Qué te dijeron?
– Mi amor, la razón por la cual te sientes incómodo en clase, por la que siempre estás de un lado a otro, por la que repites y repites cosas, es porque eres autista amor.
– ¿Qué es eso mamá?
– Pues es una manera diferente de ser y pensar, a lo mejor se te complican algunas cosas, pero para otras se te hará muy sencillo como cuando memorizas cosas de tus temas favoritos y eso.
– ¿Pero y es malo?
– No amor, no es malo, muchas personas viven su vida como tú, lo bueno es que ya sabemos y vamos a buscar ayuda para que lo que tu sientas que necesites apoyo se te brinde y ya. Es todo.
– Okey, mamá, te quiero.
– Yo más…
Ese día dormí lo que nunca había dormido, lloré lo que nunca había llorado, cargaba y leía una y otra vez el dichoso diagnóstico, la culpa se asomaba en cada rincón de esas palabras: ¿Por qué no me di cuenta? ¡No debí de haberlo regañado tanto!… Mi cabeza me jugaba una infinita tortura, mi esposo sólo me decía tranquila, tranquila… Yo quería golpearlo cómo qué tranquila… ¿A caso no sabe?
Y en este camino lo primero que se asoma es el color azul…