Muchos curiosos se han preguntado en repetidas ocasiones, “¿en qué parte de la Biblia está el nombre Vaticano?”. La respuesta es: en ninguna parte, pues su origen es en realidad pagano. No viene del latin, ni del griego, los dos idiomas en los que está escrito mayormente el libro sagrado de los cristianos, sino de la lengua etrusca.
Los etruscos fueron un pueblo sucesor de la cultura griega y predecesores a la romana, y estuvieron habitando la Toscana italiana, en el valle del Po, enclavado en en la región de Lombardía y ocupando algunos sectores de la Emilia-Romaña. Sus asentamientos más importantes estaban en lo que después se convertiría en la actual capital italiana de Roma.
Eran llamados Τυρσηνοί, tyrsenoi, o Τυρρηνοί, tyrrhenoi (Tirrenos), por los griegos; y tusci, o luego etrusci, por los romanos, pero ellos se hacían llamar a sí mismos rasenna o rašna (Rasenas).
De cementerio a Santa Sede
La cultura de los etruscos los obligaba a realizar los entierros de sus muertos afuera de las murallas de sus ciudades. Para erigir su cementerio, escogieron una ladera situada a las afueras del asentamiento urbano principal, en la actual Roma.
La necrópolis estaba protegida por una diosa pagana etrusca, a la que llamaban Vatika.
Años más tarde, el emperador Nerón estableció encima del otrora cementerio el Circo Romano, donde se realizaban crueles espectáculos de entretenimiento público, como el arrojar cristianos a las llamas o a luchar con leones.
San Pedro, el discípulo de Jesús, vivió la época de las más atroces persecuciones a los cristianos. En Roma fue apresado, martirizado y crucificado cabeza abajo, y posteriormente se le sepultó en una zona aledaña al circo, lugar que se convirtió en punto de peregrinación para cristianos de todo el mundo que querían ver el sepulcro del primer pontífice de la iglesia católica.
Tras convertirse Constantino I el Grande al catolicismo, en 324 d.C., este mandó a construir un santuario sobre la tumba de Pedro, en la ladera que los romanos seguían llamando Monte Vaticano o Colina Vaticana, recordando a la diosa etrusca Vatik que vigilaba el cementerio.
El mausoleo se mantuvo en pie hasta el año 1500, pero se fue deteriorando con el paso del tiempo. Fue entonces que el papa Julio II decidió iniciar la edificación de la actual Basílica de San Pedro, cuyas obras duraron 120 años, 20 papados y 10 arquitectos entre los que destacan Bramante, Rafael, o el gran Miguel Ángel que estuvo trabajando en ella hasta su muerte en 1564.