A través de un mensaje en redes sociales, el secretario general de la CEM, el obispo auxiliar de Monterrey, Mons. Alfonso G. Miranda Guardiola, manifestó el sentimiento de los obispos de México al ser “conscientes del altísimo papel que tiene la Iglesia en estos momentos, que vive el país, y de su altísima responsabilidad ante Dios y ante nuestro pueblo, ante las cuestiones sociales, los problemas y desafíos”. De esta manera, solicito la oración para que “en esta semana de trabajo que tendremos en la Asamblea Episcopal… podamos responder y estar a la altura de lo que México necesita”.
Y es que la 103 Asamblea de la CEM se reúne cuando el escenario nacional resulta convulso y complejo, sacudido por turbulencias económicas, desafíos internacionales y escándalos de corrupción sin dejar de lado la tremenda violencia que escala en algunas regiones. No es desconocido para los obispos la dramática situación de México y de sus habitantes. Durante esta Asamblea, su pensamiento y ánimo estarán dirigidos a los millones de mexicanos que hoy no han podido conseguir lo mínimo indispensable para sobrevivir día y día, luchan por un futuro nuevo basado en la fe y la esperanza cristianas; su análisis y diálogo se centrará en los desafíos de una nueva evangelización y un Plan Global de Pastoral para llevar con claridad y contundencia el mensaje del Resucitado a dos mil años de la Redención, especialmente en estas horas donde la incertidumbre aparece, la desesperación abunda y la muerte es provocada en donde no hay paz, sea en México o en regiones distantes que impactan indirectamente nuestros destinos; donde muchos no tienen la certeza de volver a ver a sus seres queridos levantados y secuestrados, donde cada día ya no es signo de alegría sino sinónimo de angustia y de horror.
Recientemente, actos violentos han enlutado regiones enteras de México, como en Tamaulipas, donde Reynosa vio duras de batallas el pasado fin de semana entre fuerzas del orden y carteles del crimen decretando los focos rojos de inestabilidad. Igualmente, durante semana santa, el 12 de abril, la diócesis de Cuernavaca fue blanco de una agresión por una balacera contra la parroquia de San Nicolás de Bari en Jojutla, Morelos. El próximo 6 de mayo, la diócesis caminará por la paz ante la incertidumbre y corrupción que han sometido al Estado.
Tampoco ignoran los rumbos por los cuales se pretende llevar al país. Reformas que se dicen «profundas y estructurales» dejan más enfrentamientos que cohesión y los responsables de los cambios parecen estar más alejados de sus representados traicionando el depósito del poder y de la soberanía. La manipulación y manejo de la ley, en ocasiones, parece beneficiar a las cúpulas a costa de una gran población que trabaja más y gana menos o de una juventud que no logra la mínima oportunidad de desarrollo, no obstante las promesas de reformas laborales incluyentes, sumiéndolos en la tristeza que los hace optar por el camino destructivo del crimen. Esto fue denunciado en el mensaje “Por México, ¡Actuemos!” del 30 de abril de 2014 cuando una serie de preguntas sobre la viabilidad de las reformas cuestionaron cuáles eran las garantías de las reformas en bien de futuro no obstante los progresivos gasolinazos que, en este año, han disparado la inflación y encarecido la calidad de vida aumentando el número de pobres.
Tampoco ajeno el lamentable estado de nuestras instituciones democráticas renovadas, alguna vez, en los ánimos constructores de instancias ciudadanas y apartidistas, hoy secuestradas por el régimen de la partidocracia que vulnera, sin la mínima sanción o control, la misma ley que juraron guardar y hacer guardar.
La pasión de miles de migrantes será uno de los temas centrales de esta 103 Asamblea conforme a los deseos del Santo Padre quien se ha preocupado por el bienestar y futuro de los migrantes además de la tensa situación generada por la nueva administración presidencial en los Estados Unidos quien amagó con un muro que ahora encuentra más dificultades que desarrollo viable.
Esta reunión de Obispos se dará cuando México está convulsionado por los escándalos de gobernadores quienes han desviado recursos que podrían haber cubierto el gasto en salud, educación o de ciencia y tecnología. En febrero de 2015, el Consejo Permanente de la CEM dio a conocer el mensaje “Alto a los corruptos”. Ahí, indicaron que para “hacer frente a este gravísimo mal se requieren múltiples acciones conjuntas. Entre ellas, la reforma de leyes y la creación de instituciones que, de forma integral, coordinada y en tiempo real, prevengan, identifiquen, investiguen y modifiquen situaciones o condiciones que propicien la corrupción; sancionen oportunamente a los corruptos y hagan realidad el resarcimiento de los daños causados”.
Además del deseo de la conversión de los que se empeñan en hacer el mal, de los que viven como si Dios no existiera, de los responsables de los pueblos que viven para sí y despojan a todos encareciendo la vida, cancelando un mejor porvenir y usando al ser humano, escatimando las ganancias y salarios, haciendo indigno el trabajo y secuestrando los derechos laborales, cosas que claman venganza a los ojos de Dios. A dos años de ese mensaje somos testigos de la parálisis del Sistema Nacional Anticorrupción y la carencia de acuerdos sobre el nombramiento del fiscal anticorrupción.
Son los aspectos urgentes de una Nueva Evangelización para renovar e instaurar todas las cosas en Cristo. En el pasado, la turbulenta historia de nuestro país llevó a la unidad de los obispos de México para denunciar, consolar y apacentar. En otros tiempos, cuando el Episcopado Mexicano no era numeroso y estructurado, sus antecesores consolaron al pueblo de Dios a través de Cartas Pastorales colectivas como aquéllas de 1920-1921 cuando se deseó la aplicación de los principios de la Doctrina Social del Papa León XIII, o bien en 2006 cuando, en memoria de la Consagración al Sagrado Corazón de Jesús de 1924, el Episcopado aprobó la renovación de la misma para invocar su protección sobre las familias, la sociedad y el pueblo de México.
Y en tiempos recientes, la Carta Pastoral “Del Encuentro con Cristo para la Solidaridad con todos”, del 25 de marzo de 2000, y más reciente, la Carta de septiembre de 2010 “Conmemorar nuestra Historia desde la fe para comprometernos hoy con nuestra Patria” han sido documentos que nos sitúan en nuestra historia y presentan a la Iglesia de México como la institución dispuesta a la reflexión y diálogo para encontrar caminos nuevos y crecer en un clima de reconciliación, de justicia y de paz.
Sin embargo, es patente la descomposición a la que hemos llegado. Hoy, como en otros tiempos, la Iglesia se asoma como la institución mejor posicionada y en la cual, creyentes o no, pueden encontrar un recinto de unidad y de paz porque Ella, a través de la acción de los clérigos y laicos, sabe cuál es la realidad de muchos que ahora necesitan de consuelo y esperanza por lo que, en los obispos, ya no caben posiciones tibias ni de aparente complacencia o plácidas relaciones con candidatos e instancias de poder ante procesos electorales.
Por lo pronto, el Papa Francisco ha indicado algunas líneas al inicio de esta 103 Asamblea de la Conferencia del Episcopado Mexicano para consolidar un Plan Global de Pastoral a largo plazo teniendo como referentes dos hechos de gran impacto para la cristiandad y la nación mexicana: los dos mil años de la redención y el V centenario del hecho guadalupano que incida directamente sobre el bienestar de la familia, la misericordia y la paz. Como afirmó el obispo de Cuernavaca en un tuit al inicio de la 103 Asamblea: «Trabajar por un México mejor, más humano y más cristiano…» Siempre es posible.