Hegel dijo en su momento que para que el hombre recuperara su libertad era necesaria que se extinguieran los lazos familiares pero para hablar de familia creo que lo debemos hacer desde dos perspectivas totalmente diferentes.
La primera, por una parte, siguiendo la óptica del filósofo alemán, en la que dice que ésta puede ser un «lastre» para la humanidad porque, a términos prácticos, [la familia] te ata a tus padres, a tus hijos, a un lugar geográfico… haciendo con ello imposible que el ser humano se supere y alcance su máximo potencial.
Pero, por otra parte, podemos tomar las palabras de F. D´Agostino, jurista italiano, para ver a la misma célula, desde un campo diferente:
“[…] la familia constituye una comunidad de amor y solidaridad, que no encuentra su fundamento último en la ley que le otorga la reglamentación […], sino en la capacidad (en sí misma misteriosa, pero indudablemente típica del hombre) de amar familiarmente y de fundar sobre este amor una comunidad de vida.”
Me gusta la frase por la parte que dice «no encuentra su fundamento último en la ley que le otorga reglamentación […]», esto quiere decir que la filiación trasciende al vínculo legal e, incluso, siendo más incisivos, al aspecto sanguíneo.
Porque el amor familiar, el verdadero, va más allá.
Ya que es algo que puede «romper» con otros tipos de amores porque aunque para muchas personas pudiese parecer imposible lograr sentir amor filial entre personas que no son nada tuyo (con respecto a un vínculo sanguíneo) este tipo de afecto puede y se da de una manera potencialmente perfecta e, incluso, en muchas ocasiones, ese tipo de cariños logra incluso a superponerse con los lazos familiares.
¿Y qué pasa con la familia?
En lo personal creo que Hegel es fatalista con este sentido, e incluso algo egoísta. La pertenencia es importante, de hecho tenemos que sentirnos «parte» de algo y miembros de una comunidad y la familia nos ofrece la oportunidad de lograr ser auténticos y de poder descansar, sin máscaras, frente a un número específico de personas.
Pero no es solo eso, en la familia obtenemos amor, cariño, aceptación. Elementos que son sin duda vitales para la naturaleza humana y que a la postre nos convierten en mejores personas porque todo lo que conlleva la pertenencia nos genera el impulso necesario para ser quiénes debemos o podemos ser.
Y más que la familia que te toca (por «sangre»), mejor quedarse con aquellos que elegimos, con aquellos con lo que decidimos formar un lazo.