Por primera vez en la historia, los evangélicos superan a los católicos en la Amazonia brasileña. Así lo puso de manifiesto la encuesta de Datafolha publicada a finales del año pasado. La región del norte amazónico de Brasil tiene un 46 por ciento de evangélicos frente a un 45 por ciento de católicos, en una región donde viven unas 25 millones de personas.
La encuesta tiene un margen de error de seis puntos y difiere de otras que siguen mostrando una mayoría de católicos, pero en lo que todas coinciden es en el ascenso de fieles a los grupos pentecostales y neopentecostales, y que preocupan al Vaticano. Según la misma encuesta de Datafolha, la cantidad de católicos cayó drásticamente en Brasil en los últimos 25 años y perdió terreno frente a los grupos evangelistas como Asamblea de Dios y la Iglesia Universal del Reino de Dios, que también tiene una importante presencia en Argentina y otros países.
El celibato es parte de la tradición de la Iglesia, no un dogma de fe, puede cambiarse
Con este panorama, el Sínodo de obispos católicos de la Amazonía aprobaron en octubre una propuesta para poder ordenar sacerdotes a hombres casados y reconocidos por su comunidad para poder celebrar la eucaristía en los puntos más remotos de la región. Desde el momento en que se conoció el texto, la propuesta se transformó en una enorme polémica dentro de la Iglesia Católica.
El texto era una propuesta para consideración del papa Francisco, pero si bien buscaba simplemente la excepción para la Amazonía, los sectores más conservadores de la Iglesia vieron en ella el primer paso para un posible fin del celibato entre los sacerdotes. Se organizaron, presionaron y predicaron en contra.
Recuerdo la virulencia verbal de un sacerdote el pasado diciembre en una iglesia del centro de la ciudad de Miami, en Estados Unidos, quien gesticuló y gritó a los feligreses desde el púlpito como no había visto nunca, alertando de que «la Iglesia está siendo atacada desde dentro», y apelando al combate hasta donde hiciera falta, insinuando incluso la escisión si se aprobaba la idea.
El celibato es parte de la tradición de la Iglesia, no un dogma de fe, es decir, que es susceptible de cambiarse, como se han cambiado otras tradiciones cuando el Vaticano así lo ha considerado.
Originalmente, los primeros sacerdotes católicos no necesitaban ser célibes. La defensa del celibato empezó a ser relevante a partir del siglo XI y acabó instituido en los dos concilios de Letrán de 1123 y 1139. Prueba de que es algo posible es que hoy ya existen sacerdotes católicos casados pero son conversos del anglicanismo o pertenecen a las llamadas iglesias de rito oriental, que tienen prácticas similares a las ortodoxas.
El Papa priorizó la unidad por miedo a una escisión de esos sectores más inmovilistas
Pero nada de todo esto tuvo el peso suficiente frente a la amenaza de división en la Iglesia con la que, indirectamente, presionaron al Papa los sectores más reacios a la idea de los obispos brasileños. El pasado miércoles, Francisco publicó la esperada exhortación apostólica Querida Amazonia en la que decidió no abrir la puerta a que hombres casados puedan ser ordenados sacerdotes para atender esas zonas remotas que carecen de curas. El texto no hizo ninguna mención a la propuesta de los obispos locales aunque sí animó a los fieles a rezar para que haya más vocaciones.
El Papa, en su exhortación, priorizó la unidad por miedo a una escisión de esos sectores más inmovilistas que en estos meses le han planteado una especie de chantaje que le ha obligado a priorizar la institución por encima de esos fieles católicos lejanos que se sienten abandonados y a quienes -con una excepción en el cambio de la tradición- les hubiera llegado el apoyo que necesitan.
Francisco es visto como un papa liberal pero acaba defendiendo posturas conservadoras que hacen a la Iglesia Católica una sí, pero cada vez más pequeña y cada vez más vacía.