Este mes de marzo se cumplen diez años del papado de Francisco. Después de convertirse en el primer cardenal que llegó al papado por la dimisión de su predecesor, Benedicto XVI, en lugar de su defunción, el liderazgo de Jorge Mario Bergoglio se ha encontrado constantemente en el centro de la atención mediática.
Su inclusividad y falta de concreción en ciertas cuestiones, ha provocado inquietud en los sectores más conservadores de la Iglesia Católica Romana. Por otro lado, la ausencia de decisiones específicas ha llevado a algunos de los círculos más liberales a retomar la vía sinodal, sobre todo en Alemania. “Francisco ha llevado a su Iglesia a un momento en el que hay que tomar decisiones”, explica el teólogo evangélico Leonardo De Chirico.
Afrontado un claro retroceso en su dominio geográfico histórico, el énfasis de Francisco en el hemisferio sur del planeta es intencional, señala Chirico, e incluso clave para la supervivencia del Vaticano. “Con Francisco, el centro de gravedad se ha desplazado hacia el Sur Global”, dice. De hecho, el Papa acaba de renovar el Consejo de Cardenales, su órgano consultor más cercano, con nombres como el del arzobispo de San Salvador de Bahía, Sérgio da Rocha, el arzobispo de Kinshasa, Fridolin Ambongo, el arzobispo de Bombay, Oswald Gracias, o los españoles Fernando Vérgez, como presidente del Governatorato del Estado de la Ciudad del Vaticano, y Juan José Omella, arzobispo de Barcelona y presidente de la Conferencia Episcopal Española.
Pregunta: Diez años después de su elección, ¿qué balance podemos hacer del papado de Francisco?
Respuesta: Hay varios ángulos que podríamos adoptar para evaluar los 10 años de su papado. Propongo tres principales. Desde el punto de vista global, Francisco fue elegido para desviar la atención de la Iglesia Católica Romana del Occidente secularizado, donde el catolicismo romano está en declive, hacia el Sur Global, donde en algunos lugares, como África, tiene potencial para crecer. Sus 40 viajes internacionales atestiguan la atención que ha prestado a los países africanos y asiáticos. Los nombramientos de cardenales también se han hecho siguiendo un criterio similar. Con Francisco, el centro de gravedad se ha desplazado hacia el Sur Global.
Desde el punto de vista doctrinal, sus tres encíclicas (por ejemplo, Laudato si y Frattelli Tutti) y sus exhortaciones apostólicas (las más importantes son El gozo del Evangelio, sobre la misión, y Amor Laetitia, sobre la familia) indican un cambio del magisterio católico para ser más “católico”, es decir, inclusivo, absorbente, centrado en cuestiones sociales, y menos “romano”, o sea, centrado en los distintivos católicos. Francisco ha rebajado los marcadores de identidad católicos romanos tradicionales, como los sacramentos o la jerarquía, para que todas las personas (por ejemplo, practicantes, no practicantes, creyentes, no creyentes, personas con estilos de vida “desordenados”) sean incluidas y sientan que “pertenecen” a la iglesia. Cuando Francisco habla de “misión” tiene en mente este sentido de inclusión, independientemente de los criterios evangélicos. Con Francisco, la Iglesia católica romana se ha vuelto más “católica” que nunca en su larga historia. De hecho, a pesar de su inclusividad, las iglesias católicas están vacías y su número está disminuyendo en Occidente.
“Mientras Francisco parece comprometido con la sinodalidad, por un lado, su estilo de liderazgo parece centralizador, temperamental e impredecible, por el otro.”
Desde el punto de vista organizativo, ha lanzado el proceso “sinodal” por el que quiere que su Iglesia esté menos centralizada y con más participación de las periferias. Alemania se lo ha tomado en serio (¡quizá demasiado en serio!) y su vía “sinodal” está avanzando propuestas como la bendición a las relaciones homosexuales y la ordenación de mujeres al sacerdocio que se consideran disruptivas. Mientras Francisco parece comprometido con la sinodalidad, por un lado, su estilo de liderazgo parece centralizador, temperamental e impredecible, por el otro.
P: Parece que su papado ha puesto especialmente de relieve las diferencias en la cúpula de la Iglesia Católica Romana. ¿Hasta qué punto crees que la Santa Sede está más polarizada que nunca?
R: Todos los papas han tenido sus enemigos internos. Juan Pablo II no era del agrado de algunos círculos progresistas. Benedicto XVI era criticado cada vez que hablaba. Francisco ha recibido el rechazo de cardenales, teólogos e importantes sectores del catolicismo romano, especialmente en Estados Unidos, pero también en Australia (por ejemplo, el difunto cardenal Pell) y en Alemania (por ejemplo, el cardenal Müller). Les preocupa la erosión de la identidad católica romana basada en doctrinas y prácticas tradicionales, que está siendo sustituida por una mentalidad del tipo “todos hermanos” en la que casi todo vale. Cierta mala gestión de Francisco en decisiones financieras y de liderazgo también ha creado una atmósfera de desconfianza en el Vaticano.
P: Una incierta situación financiera en el Banco Vaticano; cuestiones como el matrimonio entre personas del mismo sexo; la apertura del sacerdocio a las mujeres, etc. Parece que en lo que le queda de papado, Francisco no lo tendrá fácil. ¿Cuáles son los principales retos en los que crees que se centrará?
R: En 2023 y 2024 convocará el Sínodo sobre la sinodalidad y creo que será la prueba de fuego de todo su papado. Algunas propuestas procedentes no solo de Alemania, sino de las bases de otras provincias católicas romanas, quieren introducir cambios radicales en algunas de las señas de identidad tradicionales de la Iglesia. Por ejemplo, la visión de la sexualidad, el acceso a los sacramentos o el sacerdocio. Por desgracia, ninguno de ellos indica que haya un movimiento “evangélico” en la Iglesia romana. Todos están dirigidos a hacer la Iglesia más “católica”, pero no están abiertos a una reforma bíblica.
“El papel político del Vaticano se ha vuelto más relevante y central; su perfil teológico ha perdido aún más distinción cristiana.”
Francisco ha llevado a su Iglesia a un momento en el que hay que tomar decisiones. Como buen jesuita, se ha resistido a tomar decisiones hasta ahora, estando más dispuesto a activar procesos a largo plazo.
P: En el plano político, el papado de Francisco tampoco está exento de desafíos. Acaba de hacer un viaje a la RD del Congo y a Sudán del Sur para pedir la paz en dos territorios en los que la guerra lleva décadas instalada. Le hemos visto hablar de la Amazonía, del cambio climático y de la guerra en Ucrania. ¿Hasta qué punto se está definiendo Francisco cada vez más el papel del Vaticano como mediador internacional?
R: Francisco se ha convertido en el portavoz de las religiones del mundo en cuestiones como la migración, el medio ambiente y la paz, y no tanto en cuestiones como la protección de la vida. Todo ello en el contexto de su forma de entender el diálogo interreligioso. Su Documento sobre la fraternidad humana (2019), firmado con líderes musulmanes, personifica su insistencia en la humanidad entera hecha de “hermanos y hermanas” llamados a caminar, trabajar y orar juntos sin importar la fe en Cristo. Ciertamente, el papel político del Vaticano se ha vuelto más relevante y central; su perfil teológico ha perdido aún más distinción cristiana.
P: En cuanto a las relaciones con otras confesiones religiosas, el papado de Francisco está marcado por la comprensión de la idea de fraternidad que comentas. Por ejemplo, la sensación de ver a los protestantes como “hermanos separados” es algo que queda muy lejos. ¿Cuáles son las implicaciones de su relación con otras religiones y qué más podemos esperar?
“La redefinición de lo que significa ser hermanos y hermanas es un intento de difuminar lo que la Biblia espera que distingamos.”
R: Francisco ha redefinido sin rodeos lo que significa ser “hermanos y hermanas”. Ha extendido la “fraternidad” a todos los que viven “bajo el sol”, es decir, “la única familia humana”. Musulmanes, budistas, agnósticos, ateos, protestantes son todos “hermanos”. Esta es su interpretación de lo que el Vaticano II quiso decir con que la Iglesia es “el sacramento de la unidad entre Dios y los hombres” (Lumen Gentium 1).
La redefinición de lo que significa ser hermanos y hermanas es un intento de difuminar lo que la Biblia espera que distingamos. Nuestra humanidad común toma el relevo de la connotación espiritual de estar “en Cristo” como base de la fraternidad compartida. Francisco impulsa este enfoque antibíblico en sus esfuerzos ecuménicos e iniciativas interreligiosas. Contrariamente a lo que piensa Francisco, no hay razón para distorsionar las palabras claras de la Escritura: la fraternidad es una relación compartida por quienes están “en Cristo”.
Además, una vecindad bíblicamente definida es más que suficiente para promover el compromiso cívico y la coexistencia pacífica con todos los hombres y mujeres. Los protestantes evangélicos deberían ser conscientes de que cuando Francisco habla de “unidad” no tiene en mente la unidad en el Evangelio, sino la unidad de toda la humanidad.