La ola de violencia entre israelíes y palestinos que afecta a Jerusalén y a otros lugares de Tierra Santa desde hace una semana pone de relieve la gran vulnerabilidad de los cristianos locales, la mayoría de ellos árabes.
En declaraciones a ACI Prensa, el P. David Neuhaus, Vicario para los católicos de lengua hebrea del Patriarcado Latino de Jerusalén, recordó que “los cristianos son solo entre el 2 y el 3% de la población y la constante inestabilidad y violencia los hace especialmente vulnerables”.
Señaló que “la mayor parte de los cristianos locales son árabes y se ven como miembros de un único pueblo junto con sus hermanos y hermanas musulmanes. Sin embargo, algunos cristianos viven en zonas judías. Esta división se vuelve especialmente dolorosa cuando se intensifica el conflicto”, como en estos días.
A pesar de las dificultades, “los cristianos están decididos a luchar por su completa integración en la sociedad, ya sea palestina o israelí, exigiendo los mismos derechos y el respeto mutuo. En tiempos de conflicto, los cristianos son incluso más insistentes en sus oraciones por la paz”, aseguró.
El P. David Neuhaus afirmó que la situación de minoría en que viven los cristianos les priva también de capacidad de influencia durante los estallidos violentos. “Lo único que podemos hacer es llorar por las víctimas y rezar para que el Señor cure los corazones rotos, inspire a los líderes con sabiduría y que abran los ojos de una vez por todas para ver la humanidad de la otra parte”.
“¿Por qué motivo resulta tan complicado encontrar una solución a este conflicto?”, se preguntó el Vicario. “Tal vez una parte de la dificultad sea que cada una de las dos partes se cree en la absoluta justicia de su causa y es incapaz de escuchar con empatía a la otra parte”
Entre esos motivos se encuentran el miedo y el odio. “Los israelíes parecen vivir en un miedo perpetuo, miedo cuyas raíces se encuentran en la trágica historia del pueblo judío en el siglo XX, especialmente en Europa, pero también hay un miedo manipulado con fines políticos por la élite política israelí”.
Por su parte, “los palestinos parecen vivir con una ira incesante, una ira que tiene sus raíces en la pérdida de Palestina en 1948 y en la falta de voluntad de la comunidad internacional para hacer de la justicia a los palestinos una prioridad”.
“Elementos radicales en cada lado explotan el miedo y la ira para promover la división y el rechazo al otro. Desafortunadamente, aquellos que hablan la lengua de la razón y del entendimiento, son incapaces de conseguir el respaldo de las masas que compran lemas simplistas procedentes de las élites políticas dominantes”, lamentó.
Sobre las denuncias por parte de las autoridades palestinas de que Israel pretende alterar el statu quo de la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén, el tercer lugar santo más importante del islam, y convertirlo en un lugar de culto judío, el P. David indicó que “es difícil discernir qué es cierto y qué es falso en un conflicto en el que cada parte formula su visión ignorando, con frecuencia, la verdad”.
No obstante, reconoció que “aunque las autoridades políticas de Israel han repetido que no van a cambiar el statu quo, e insisten en ello de forma especial ante la comunidad internacional, radicales en Israel que de forma explícita defienden la modificación del statu quo cuentan con el respaldo de voces oficiales, incluso entre ministros”.
“El problema central es el miedo a que los israelíes pretendan reemplazar la mezquita de Al-Aqsa por un templo judío. Todo cambio en el statu quo, aunque sea menor, es percibido como una preparación para llevar a cabo el plan maestro que los palestinos, y todo el mundo musulmán, percibe como la mayor de sus pesadillas. Los israelíes son plenamente conscientes de que siempre que se ha amenazado el statu quo en el pasado han surgido violencias similares”.
Los lugares santos cristianos
Sobre la posibilidad de que estos movimientos políticos puedan afectar también al statu quo de los lugares santos cristianos, el encargado pastoral de los católicos de lengua hebrea aseguró que “el statu quo de los lugares santos cristianos está menos amenazado porque la mayor parte de ellos, como la Basílica del Santo Sepulcro, la Basílica de la Natividad o la Basílica de la Anunciación, no están reclamados por los judíos”.
“El problema está con la mezquita de Al-Aqsa, que los palestinos denominan Haram al-Sharif, el Noble Santuario, y que los judíos veneran como el lugar donde se encontraba el Templo de Jerusalén”.
“Cuando dos comunidades religiosas reclaman la misma área, es una bomba de relojería, sobre todo si los miembros de esas dos comunidades están envueltos en un conflicto político, territorial e histórico”.
Aunque los cristianos, salvo excepciones como la iglesia de la Última Cena, no tienen lugares santos que reclame el judaísmo, también se han visto afectados por el fundamentalismo judío. “Los extremistas judíos han manifestado que rechazan la coexistencia con los cristianos en Tierra Santa, y han atacado iglesias y otros lugares santos cristianos”, denunció.
El P. David Neuhaus destacó el importante papel jugado por la Iglesia en la reconciliación de las comunidades israelí y palestina. “La Iglesia tiene una especial vocación en Israel / Palestina. Sin ningún tipo de poder, la Iglesia permanece libre de los juegos políticos y puede ser una voz que clame por la verdad, la justicia y la paz”.
“La Iglesia tiene dos importantes virtudes que pueden contribuir a construir una justicia y una paz real sobre la guerra y la violencia dominantes”, subrayó. “Una es el modo de hablar de la Iglesia, con palabras prudentes, palabras que están sustentadas en la verdad, que muestran respeto y que promueven la justicia y la paz. Ese lenguaje no es de tipo diplomático, más bien es un lenguaje que trabaja por la reconciliación en el respeto a la verdad”.
La otra virtud “es el gran trabajo realizado por las instituciones de la Iglesia, con colegios, universidades, hospitales, hogares para ancianos, huérfanos, minusválidos. El discurso de la Iglesia es que esas instituciones católicas estén al servicio de todos, sin ningún tipo de discriminación, mostrando que la coexistencia sustentada en el respeto mutuo no sólo es posible, sino que incluso es la vía para poder abrir un futuro, para poder ofrecer esperanza a las próximas generaciones”, concluyó.