Quien quiere comunicar la experiencia cristiana necesita conocer la fe que desea transmitir, y necesita conocer también las reglas del juego de la comunicación pública.
Existen principios a seguir: sobre el mensaje que se quiere difundir; sobre la persona que comunica; y sobre el modo de transmitir.
El mensaje
1 – El mensaje debe ser positivo. El público recibe información muy variada y presta atención a las protestas y las críticas, pero, por encima de todo, se adhiere a proyectos, propuestas y causas positivas.
2 – El mensaje debe ser relevante, con significado para quien oye y no sólo para quien habla.
3 – El mensaje debe ser claro. La comunicación no es principalmente lo que dice el emisor, sino lo que el destinatario oye. Para comunicar es necesario evitar los argumentos complejos y las palabras oscuras.
La persona que comunica
4 – El destinatario acepta el mensaje que viene de una persona u organización que merece credibilidad. La credibilidad se apoya en la veracidad y en la integridad moral. Por eso, la mentira y la sospecha anulan la comunicación.
5 – Empatía. La Comunicación es una relación entre personas, con puntos de vista, sentimientos y emociones. Hablar de modo frío aumenta la distancia. La empatía no es renunciar a las convicciones personales, sino imaginarse en la piel del otro.
6 – Cortesía. Si no respetamos las formas, corremos el riesgo de que la propuesta cristiana sea vista como una más de las posiciones radicales que andan por ahí. La claridad no es incompatible con la amabilidad. Con amabilidad es posible conversar; sin amabilidad el fracaso está garantizado.
La manera de comunicar
7 – Profesionalismo. Cada campo del saber tiene su metodología; cada actividad, sus reglas; y cada profesión, su lógica. Esto se aplica también a las acciones de comunicación.
8 – Transversalidad. El profesionalismo es imprescindible cuando un debate afecta las convicciones religiosas. La transversalidad es imprescindible cuando un debate afecta las convicciones políticas.
9 – Gradualidad. Las tendencias sociales nacen, crecen, se desarrollan, cambian y mueren. En consecuencia, la comunicación de ideas tiene mucho que ver con la “agricultura”: sembrar, regar, podar, limpiar, esperar, antes de cosechar.
El fenómeno de la secularización se ha consolidado a lo largo de los últimos siglos. Los procesos de larga gestación no se resuelven en años, meses o semanas. El cardenal Ratzinger decía que nuestra visión del mundo suele seguir un paradigma “masculino”, donde lo importante es la acción, la eficacia, la programación y la rapidez. Y concluía que conviene dar más espacio a un paradigma “femenino”, porque la mujer sabe que todo lo que tiene que ver con la vida requiere espera, paciencia.
El principio previo y basilar
A estos 9 principios se añade otro, que afecta a todos los demás: el principio de la caridad.
La caridad es el contenido, el método y el estilo de la comunicación de la fe. La caridad da credibilidad, empatía y amabilidad a las personas que comunican. Y es la fuerza que permite actuar de forma paciente, integradora y abierta. Porque el mundo en que vivimos es también, con excesiva frecuencia, un mundo duro y frío, donde muchas personas se sienten excluidas y maltratadas y sueñan con un poco de luz y calor. En este mundo, el gran argumento de los católicos es la caridad.
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Adaptado del texto de Juan Manuel Mora, del blog Senza Pagare