Pensamos que la vida es tan larga que planificamos estudios, trabajos, proyectos de vida, comprar una propiedad, algunos el casarse y otros el tener hijos algún día. Otros quizás se enfocan más en lograr crear una fuente de dinero con el pensamiento de que “el que tiene dinero todo lo puede y esto dá la estabilidad que se busca”. Es interesante porque el “correr” en dichos contextos pudiera generar la impresión de que se lograron las “metas” trazadas. Sin embargo, al final terminan extenuados, sin fuerzas y sintiéndose incompletos o simplemente expresando “no sentirse feliz”.

A través de la carrera ministerial y como psicólogo he escuchado en múltiples ocasiones estas frases. Es aún más sorprendente y triste a la vez ver el mismo vacío expresado verbalmente en miradas y rostros cansados. Al preguntarles “¿Qué piensas que te pasó?”, muchos responden “Perdí mi norte, me enfoqué en lo que yo quería y ahora estoy cansado. ¡No he disfrutado nada!” Luego de dicha confesión proviene de sus ojos la expresión más sincera que Dios nos ha permitido para expresarnos cuando estamos perdidos… lágrimas. Muchos individuos no reconocen que el fin no justifica medios. En el desenfreno de la carrera, pierden de perspectiva lo que están impactando, lo que se está perdiendo e incluso a quiénes se les está lastimando. ¿Sabes? Incluso muchos reconocen que, lo que creían como metas, no era lo que realmente les llenaría y no se convirtió en el logro anhelado. Siempre formulo la misma pregunta; ¿Qué aprendiste? El aprendizaje es el resultado de la ardua y larga carrera sin freno pero muchos logran nutrirse de la experiencia para fortalecerse, levantarse y continuar.

Hoy vemos cómo muchos “corren y corren” buscando “felicidad” o “éxito” con tal desesperación que olvidan que todo ser humano necesita descansar y disfrutar el caminar en la vida y sobre todo “mirar” las grandezas que Dios ha creado (Génesis 2:2). Hagámonos una pregunta: ¿cómo disfrutas un paisaje en sus detalles, a una velocidad de 45 MPH u 80MPH? Es obvio que el problema no está en alcanzar metas. Pero debes saber que si la ejecución no te dirige a la meta, la carrera será extenuante pero sin resultados.

La velocidad con la que recorres el camino de la vida y el poco disfrute de los detalles en el proceso te llevará a perder elementos importantes. Aunque no lo creamos, esos detalles son los que nos apuntan si vamos o no en la dirección correcta. Lo importante es que de una u otra forma, veas y entiendas que esos detalles te hacen crecer, madurar y adquirir mayor conocimiento y sabiduría.

Es por esto que mientras lees esto, la invitación es a que te detengas y reflexiones a cuántas millas vas en la vida; ¿lo suficientemente rápido que no recuerdas cuándo fue la última vez que compartiste con tu familia, buenos amigos o algo tan simple como leer un buen libro? Por otro lado, también te invito al auto-análisis y que verifiques cuán cansad@ te encuentras. Verifica si es tiempo de PARAR DE CORRER… Y DESCANSAR.

La juventud y ganas de vivir no se miden por “el jangueo”, la superficialidad o despreocupación. Esos son solo parchos que se ponen para no ver grietas y huecos en el caminar. Es posible que te preguntes “¿Quién me puede devolver las fuerzas y el deseo de vivir?” Quizás esto te parezca distinto a lo que te rodea, pero te animo a que consideres esta propuesta. Puedo sugerirte que intentes, si no lo has hecho, en no afanarte (Del griego merimnao = dividir en partes). Es posibles que tu cansancio proviene de un ser (1 Tesalonisenses 5: 23) fragmentado a tal magnitud que ya no sabes qué hacer. Pero Jesucristo nos dice que “por NADA estéis afanosos… más buscad PRIMERAMENTE el reino de Dios y Su justicia, y TODAS (según la voluntad de Dios y no la de nosotros) estas cosas os vendrán por añadidura” (Mateo 6:25). Creo que ahora que estás “detenid@” o sientes que tienes que reducir la velocidad, debes descansar en Aquél que te renovará las fuerzas como las del búfalo (Salmo 92:10). Si identificas que toda esta carrera te ha provocado ansiedad, humíllate y descansa también en Aquél que toma toda tus cargas y que vela por ti (1 Pedro 6-7).

Antes de terminar, te dejo con esta pregunta; ¿Estás viviendo o solo existiendo y cumpliendo? Decide vivir.