El odio, así como el amor, son parte de la naturaleza humana. Es algo de cierta forma innata. Muchas veces amamos cosas sin saber por qué o sin entender el por qué lo hacemos… lo mismo pasa con lo que odiamos: hay algunas ocasiones en dónde no existe una aparente lógica ante aquello que odiamos.
Pero el italiano Niccolò di Bernardo dei Machiavelli (1469 – 1527) entre los siglos XV y XVI postuló una interesante teoría al respecto:
“Los odios de los hombres generalmente nacen del temor o de la envidia”.
Si nos detenemos a pensar un poco en las palabras de Nicolás Maquiavelo podemos caer en la cuenta de que tiene mucho de verdad ya que regularmente repelemos aquello que nos asusta, quizá por sentido de supervivencia.
Del mismo modo, o al o menos en forma similar, quiénes nos superan o son mejores nos asustan… ¿porque pueden destruirnos?
Analicemos un poco, con sus motes particulares, la reacción de un perro pequeño cuando ve o se enfrenta a uno de mayor tamaño: ladra como un loco aparentando lucir más “grande” que su contraparte… porque le teme y quiere protegerse.
¿Pero que tanto es válido?
Quizá en la naturaleza salvaje pudiese aplicar y ser acorde pero con nosotros, supuestamentecivilizados y con un raciocinio superior, ¿debemos seguir odiando lo que nos asusta o envidiamos?
Lo diferente, lo nuevo, lo progresista… todo ello por lo regular genera en nosotros un inmediato rechazo.
Bien sea por ideas así o por gente que comulga con ellas pero como acto seguido optamos pordemostrarle al otro en qué está mal y por qué debería de pensar como nosotros en lugar de abogar porque la relaciones entre ambos se desenvuelvan en paz y cordialidad.
Ya es hora de no temerle a lo que nos es extraño o diferente… a lo que nos causa miedo.
Si bien sería idealista aceptar aquello que no me parece adecuado, no porque no piense como el otro debo de rechazarlo. Al final de día se supone que la civilidad parte de limar las asperezas y de convivir en pro de objetivos comunes, no de diferencias.
En el caso de la envidia la situación es un poco más compleja.
El temor a ser reemplazados o a que otros se lleve la atención de las personas nos condiciona inconscientemente a odiarles. El éxito de otros nos produce envidia porque creemos, tontamente, que su ascenso no nos permitirá progresar. Creemos, en nuestra vanidad, que es mejor dos mediocres a que un exitoso ayude a otro a triunfar. 
Odiar es complejo. Odiar muchas veces nos sale de forma natural. Es humano, por así decirlo, sentir odio pero es de personas decidir que hacer con el.