Según el académico y exministro del Interior de Perú, el fenómeno que alcanzó repercusión con el triunfo de Jair Bolsonaro en Brasil, fue menospreciado durante años en la región por la Iglesia Católica y por los partidos políticos.
El triunfo de Jair Bolsonaro en Brasil instaló el tema del poder del voto evangélico en el centro del debate político en América Latina. José Luis Pérez Guadalupe, teólogo, asesor de la conferencia episcopal peruana y exministro del Interior de Ollanta Humala, conoce bien el tema. En los 90 se lo advirtió a los obispos peruanos, pero sus comentarios no fueron escuchados y ahora acaba de publicar Evangélicos y poder en América Latina, el primer libro que sistematiza ese proceso, que se ha dado en paralelo a la pérdida de influencia de la Iglesia Católica. De visita en Chile para participar en las XIX Jornadas de Alternativas Religiosas en América Latina en la U. de Santiago y lanzar su libro, Pérez Guadalupe conversó con La Tercera sobre el peso de los evangélicos en la región.
¿Por qué los evangélicos irrumpen hoy como factor de poder?
El tema es que se nota hoy, pero ningún fenómeno social como tampoco ningún país se acuesta democrático y se despierta dictatorial o viceversa. Los procesos son largos. Los evangélicos llegan al continente a fines del siglo XIX. Este no es un fenómeno de ahora, recién ahora la gente se entera. A partir de los años 70 comienza un crecimiento lento pero progresivo, y ahí yo veo un error garrafal de la Iglesia Católica que no lo vio o no lo quiso ver y ahora no sabe qué hacer. Pero también de la sociedad y de los partidos políticos que menospreciaban a los evangélicos. Yo vengo analizando este tema desde hace 30 años como teólogo católico. Pero ahora ya no es un tema puramente eclesial, ya desbordó el ámbito eclesial y adquirió un rol social, económico y político.
¿Qué hechos llevaron a que esto adquiriera hoy más relevancia?
La gente ahora se da cuenta con lo que pasó en el referendo en Colombia, con (el triunfo del pastor evangélico) Marcelo Crivella en Río de Janeiro, con lo que pasó en Costa Rica (donde el evangélico Fabricio Alvarado llegó a la segunda vuelta presidencial). En 2018, los evangélicos se consolidan como actores sociales y políticos en América Latina. Este año marca un antes y un después, aunque la gente recién se enteró por Bolsonaro.
En el libro se sostiene que se trata de un fenómeno propio de América Latina. ¿Por qué?
En Europa lo que se ha visto es una desacralización. Hay que recordar que en Alemania era 50/50, mitad protestante mitad católico, después pasó a los tres tercios, un tercio luterano, un tercio católico, y otro tercio sin filiación. Ahora no, ahora son un 50% los que no tienen filiación y el otro 50% se divide entre católicos y protestantes. El fenómeno europeo se usó como cajón de resonancia para pronosticar lo que iba a pasar en América Latina. Pero la gente no se dio cuenta que lo que se da en América Latina es una “resacralización” y no una “desacralización”. Pasan de ser católicos culturales, confesionales, devocionales a evangélicos militantes, convertidos y convencidos.
¿Por qué sucede eso?
Hay mil y un trasfondos sociológicos, económicos, el tema de migración, etc. Muchos apuntaban a sectores populares, pero yo siempre me negué a pensar que el sector popular era la razón. Y ahora todos esos estereotipos se vienen abajo. Los evangélicos van creciendo en todos los sectores sociales. Esos elementos sociológicos, económicos y hasta sicológicos pueden estar de trasfondo. El problema no ha sido de demanda religiosa, sino de oferta eclesial. Ha sido una falla de la Iglesia Católica en cómo llegar a su gente. Han llegado otros grupos sin mayores estructuras que se van adaptando, y la Iglesia se quedó en una estructura anquilosada.
En el libro se plantea la pregunta ¿evangélicos políticos o políticos evangélicos? ¿Podemos hablar de un proyecto político evangélico?
Sí, hay proyecto político, pero sin pensamiento político. Hay una vacuidad del discurso ideológico y político. Su discurso político es religioso. La agenda moral llena la agenda política. No tienen propuestas sobre qué vamos a hacer con el trabajo, con la seguridad, con la política económica, financiera, las relaciones internacionales. Es netamente valórico, centrado ahora en la agenda moral pro vida, pro familia en contra del aborto y el matrimonio igualitario. Lo interesante que ese es el único punto que logra aglutinar a todos los evangélicos, porque no se unen ni organizacional, ni pastoral ni políticamente. Sin embargo, ese punto es potencialmente aglutinador. Digo potencialmente, porque no es que un pastor se lance con ese punto y logre aglutinar el voto de todos, porque tampoco funciona así. En los 60 y 70 el elemento aglutinador sí era ideológico, porque eran anticomunistas. Ahora sólo tienes un aspecto moral.
¿Es correcto decir que Bolsonaro supo captar bien las demandas de ese sector evangélico?
Sí y no, porque se tienen que conjugar varios elementos. Yo todavía no estoy tan seguro si el voto evangélico fue decisivo en Bolsonaro o se trató más bien de un voto clasista. Me gustaría decirte que sí para que el libro tenga más cabida, pero hay que ser serios y no lo sé. Lo irrefutable es que 2018 es el año de quiebre, en que los evangélicos se consolidan como nuevos actores políticos. Ahora tu dialogas con los evangélicos y es un actor político que no puedes soslayar.
¿Y donde se ubican políticamente?
Los evangélicos neopentecostales en Argentina votan por el peronismo, no votan a la derecha. Estos mismos que ahora votaron por la ultraderecha de Bolsonaro, hace cuatro años votaron por Dilma Rousseff . Ese no es un tema. Al diferenciar justamente entre evangélicos políticos y políticos evangélicos, lo ideal es que haya políticos evangélicos, como hay políticos católicos, políticos de derecha y políticos de izquierda. Pero aquí no. Yo veo que son más bien evangélicos políticos, líderes religiosos advenedizos en política que ya no solo quieren el diezmo de sus feligreses sino su voto y cuando entran a la política funcionan como secta política. Operan como grupos de interés.