En 2019, los grupos evangélicos incluirían al 46% de los 25 millones de personas que viven en la parte brasileña de la Amazonía, en comparación con el 45% de la Iglesia católica. Sin embargo, Datafolha reconoce un posible margen de error, entre un 5 a 6%. Aun así, esta encuesta muestra que las sectas protestantes están ganando terreno.
A nivel nacional, la tendencia subyacente también revela una pérdida de velocidad del catolicismo, que, por el momento, sigue ocupando el primer lugar, con el 51% de la población brasileña afirmando ser católica. Actualmente, el 32% afirma pertenecer a una confesión «evangélica», contra el 22% en 2010. La estrategia de conquista por «capilaridad» de las sectas evangélicas es la razón principal presentada por Folha de São Paolo para explicar su progreso.
La antropóloga francesa Véronique Boyer, citada por el diario brasileño, observó durante 30 años el crecimiento de las sectas protestantes en el país. Según ella, esta expansión se debe al «proselitismo de misioneros autoproclamados y aislados, más que a una acción planeada por las ‘iglesias'».
Por lo tanto, dentro de la Asamblea de Dios, la secta principal que prevalece en Brasil, «el lenguaje se adapta al entorno local, no hay un centro de toma de decisiones, cualquier movimiento indígena puede ser ‘etiquetado’ por la Asamblea», señaló el pastor Samuel Camara.
Aggiornamento y soluciones falsas
Ante este fenómeno, la jerarquía católica ha tardado en reaccionar. Durante las décadas posteriores al Concilio, estuvo demasiado ocupada abriéndose al mundo, en nombre del aggiornamento deseado por Vaticano II: «La Iglesia no ha tomado en serio el crecimiento de los grupos evangélicos; los pastores fueron y actuaron donde los sacerdotes no acudieron», explica Véronique Boyer.
Agreguemos que la fe católica ya no se predica en su pureza e integridad, en beneficio de un vago cristianismo que se acomoda al protestantismo y las corrientes modernas (teología de la liberación, inculturación y experiencias carismáticas, diálogo interreligioso e intercultural…), la jerarquía tiene muchas dificultades para evangelizar correctamente a las poblaciones a su cargo.
La escasez de vocaciones sacerdotales y religiosas, en Brasil como en otros países donde la Iglesia está en proceso de secularización, no ayudó tampoco a resolver la situación. Además, los (pseudo) misioneros católicos, preferían «dialogar» con la cultura amazónica, respetando la riqueza de su cultura primitiva. Como ejemplo, un misionero italiano se jactó de no haber llevado a cabo un solo bautismo en 60 años de presencia…
Hoy, en lugar de redescubrir la riqueza imperecedera de su Tradición, la Iglesia, durante el Sínodo sobre la Amazonía, parece caer en la tentación de la estrategia de la huida hacia adelante, para no tener que reconocer y enfrentar sus errores, considerando la posibilidad de mezclar confusamente un rito amazónico, la ordenación de hombres casados, el ministerio de mujeres, un examen de conciencia ecológico y una neo-teología de la liberación. Es la hora de la oscuridad y la confusión. Definitivamente estamos en medio de la jungla.