Desde hace ya décadas, los sociólogos que estudian el islam vienen debatiendo si acaso esta religión, la segunda más grande del mundo, pasaría por la transformación de fondo que experimentara en su oportunidad el cristianismo -la religión que ocupa el primer lugar a nivel mundial- la secularización. ¿Perderá también el islam perderá su hegemonía en la vida pública, para convertirse en una más de varias voces, ya no la dominante, en las sociedades musulmanas?
Numerosos observadores occidentales respondieron que no, ya que consideran que el islam es demasiado rígido y absolutista para dar lugar al secularismo. Muchos musulmanes sostuvieron la misma opinión, pero con orgullo: nuestra fe verdadera no tomará el camino errado del Occidente ateo, apuntan.
El auge del islamismo, una interpretación altamente politizada del islam, a partir de los años setenta, solo pareció confirmar la misma opinión, a saber, que ‘el islam es resistente al secularismo‘, como Shadi Hamid, un destacado pensador de la religión y la política, advirtiera en su libro de 2016, intitulado -en inglés- Islamic Exceptionalism.
Sin embargo, nada en la historia de la humanidad está grabado en piedra y, ahora, emergen signos de una nueva ola secular que comienza a gestarse en el mundo musulmán.
Algunas de esas señales son capturadas por Arab Barometer, una red de investigación basada en Princeton y la Universidad de Michigan, cuyas encuestas de opinión identificaron un distanciamiento del islamismo, e incluso del mismo islam. Los encuestadores de la red descubrieron recientemente que, durante los últimos cinco años, en seis países árabes importantes, la ‘confianza en los partidos islamistas’ y la ‘confianza en los líderes religiosos’ había disminuido, así como también se redujo la asistencia a las mezquitas.
Es cierto: la tendencia no es enorme. Los árabes que se describen a sí mismos como ‘no religiosos‘ fueron el ocho por ciento de los encuestados en 2013, y dicho porcentaje solo aumentó a 13% en 2018. En consecuencia, los expertos en religión, como Hisham A. Hellyer, un académico egipcio-británico, aconsejan cautela.
No obstante, otros, como el comentarista popular en el Medio Oriente originario del Líbano, Karl Sharro, piensan que, en efecto, algo está sucediendo. ‘Es cierto hasta cierto punto y se puede sentir en muchos lugares, incluyendo el Golfo‘, señaló, al respecto de la ola secular. ‘Es el comienzo de algo que tomará mucho tiempo‘, añadió.
¿Cuál sería la causa? ‘Principalmente, la política islamista y algunas de las manifestaciones sociales y políticas del despertar de la conciencia islámica‘, argumentó Sharro. En su opinión, éstas incluyen ‘la decepción con el grupo religioso y político Hermandad Musulmana de Egipto, el shock del Estado Islámico, el hartazgo con los partidos sectarios en Irak y Líbano, y el enojo con el régimen islámico en Sudán‘.
Cuando uno sale del mundo árabe y observa a las dos naciones musulmanas adyacentes más importantes, Irán y Turquía, es posible ver la misma tendencia, pero a una escala mucho mayor.
En Irán, la República Islámica ha gobernado durante cuarenta años, pero no ha tenido éxito en su celo por reislamizar a la sociedad. ‘Más bien, ha sucedido lo contrario‘, observó el académico experto en el Medio Oriente Nader Hashemi. ‘Hoy, muchos iraníes aspiran a vivir en una república democrática, liberal y secular, en lugar de hacerlo en un Estado religioso gobernado por clérigos’, afirma el académico. De hecho, muchos ya están cansados de esos clérigos, y los desafían valientemente en las calles.
En Turquía, mi país, un experimento menos radical pero similar se ha venido gestando en los últimos veinte años. Con el liderazgo del presidente Recep Tayyip Erdogan, los islamistas turcos antes marginados se han convertido en la nueva élite gobernante. Esto les permitió hacer su fe más visible y asertiva, pero también ha servido para evidenciar su insaciable sed de poder. Así que, como el sociólogo nacido en Turquía Mucahit Bilici ha advertido, ‘el islamismo actual en Turquía está asociado en la mente pública con corrupción e injusticia’, y muchos turcos lo detestan ahora más que nunca.
Este desencanto suele ser solo con el islamismo como instrumento político, pero puede volverse en contra del islam, la religión. En Turquía, esto último se manifiesta en una tendencia social entre sus jóvenes que se ha vuelto un tema de actualidad: el auge del ‘deísmo‘, o la creencia en un Dios, pero no en una religión. A los islamistas que apoyan a Erdogan les preocupa esta ‘enorme amenaza contra el islam”’, pero la perciben, tragicómicamente, como otra conspiración más de Occidente, no como una consecuencia de sus actos.
¿Qué tan lejos puede llegar esta ola secular? Solo Dios lo sabe -si se trata de obsequiar una respuesta religiosa. Sin embargo, cabe señalar que esta ola difiere del tipo de secularismo impuesto al mundo musulmán hace alrededor de un siglo, bajo el régimen de occidentalistas autoritarios como el presidente de Turquía Ataturk, o el sha Reza de Irán. La suya fue una revolución de arriba hacia abajo, impuesta por el Estado, y percibida de manera generalizada como falsa. Sin embargo, esta vez estamos hablando de una tendencia de abajo hacia arriba, que proviene de la sociedad, del pueblo harto de todas las cosas terribles que se han hecho en nombre de la religión.
Por ello, me recuerda a los comienzos de la Ilustración, cuando los europeos, habiendo visto los horrores de las guerras y la persecución religiosa, desarrollaron la idea del secularismo político, mientras que también defendían la razón, la libertad de pensamiento, la igualdad y la tolerancia.
Claro está que estos bellos ideales también pueden ser compatibles con el islam, como los ‘islámicos modernistas‘ han venido argumentando desde finales del siglo XIX. Además, Túnez, el extraño ejemplo de un país que destaca positivamente en el mundo árabe, sugiere que este camino moderado ofrece esperanza.
Sin embargo, si los islamistas y los conservadores continúan con sus viejas costumbres, podrían enfrentar una versión radical de la Ilustración: ferozmente anticlerical y decididamente antirreligiosa, que recordaría a lo que hizo que Francia se volviera en contra de la Iglesia Católica hegemónica.
Por ende, si a los islamistas y los conservadores realmente les importa el futuro del islam, y no solo amasar poder en su nombre, deberían comenzar a considerar poner fin a todas esas cosas terribles que han relacionado con el nombre de su religión: guerras civiles, gobiernos autoritarios, y enseñanzas llenas de odio.
El islam, en su esencia, tiene muchas virtudes para inspirar a la humanidad, como la compasión, la humildad, la honestidad y la caridad, pero estas se han visto eclipsadas durante demasiado tiempo en nombre del poder y los dictados del fanatismo.
* El autor, Mustafa Akyol (@AkyolinEnglish) es académico titular en el think tank estadounidense The Cato Institute, y se enfoca en política pública, Islam y la modernidad. También es el autor de Islam Without Extremes (2011) y The Islamic Jesus (2017).