Queridas hermanas y queridos hermanos:

Me dirijo a todos vosotros que trabajáis contra la trata de personas y que hoy estáis espiritualmente unidos en este Día Mundial de Oración, que también tiene una intención específica: una “Economía sin trata”. Me alegra saber que este año varios momentos de oración son interreligiosos, uno de ellos también en Asia.

Hago extensivo mi mensaje a todas las personas de buena voluntad que rezan, se comprometen, estudian y reflexionan para combatir la trata de personas; y sobre todo a quien —como Santa Bakhita, a la que celebramos hoy—han vivido el drama de la trata en su propia vida.

Este día es importante porque nos ayuda a todos a recordar este drama, y nos impulsa a no dejar de rezar y luchar juntos. Ojalá la reflexión y la toma de conciencia vayan siempre acompañadas de gestos concretos, que abran también vías de emancipación social. El objetivo, de hecho, es que cada persona esclavizada vuelva a ser protagonista libre de su propia vida y parte activa en la construcción del bien común.

Este es un Día de Oración. Sí, hace falta rezar para sostener a las víctimas de la trata y a las personas que acompañan los procesos de integración y reinserción social. Hace falta rezar para que aprendamos a acercarnos con humanidad y valentía a quien está marcado por tanto dolor y desesperación, manteniendo viva la esperanza. Rezar para ser centinelas capaces de discernir y tomar decisiones orientadas al bien. La oración toca el corazón e impulsa a acciones concretas, a acciones innovadoras y valientes que sepan correr riesgos, confiando en el poder de Dios (cf. Mc 11,22-24).

La memoria litúrgica de Santa Bakhita es un firme recordatorio de esta dimensión de la fe y la oración: ¡su testimonio resuena siempre vivo y relevante! Y es un llamamiento a situar a las víctimas de la trata, a sus familias y comunidades en el centro. Son ellas el centro de nuestra oración. Santa Bakhita nos recuerda que ellas son las protagonistas de este día, y que todos nosotros estamos a su servicio (cf. Lc17, 10).

Y ahora me gustaría compartir con vosotros algunas sugerencias para la reflexión y la acción sobre el tema que habéis elegido: “Economía sin trata”. Podéis encontrar otras sugerencias en el mensaje que dirigí a los participantes en el evento “Economy of Francesco” el pasado 21 de noviembre.

Una economía sin trata es:

1. Una economía de cuidado. El cuidado puede entenderse como cuidar de las personas y de la naturaleza, ofreciendo productos y servicios para el crecimiento del bien común. Una economía que cuide el trabajo, creando oportunidades de empleo que no exploten al trabajador mediante condiciones laborales degradantes y horarios extenuantes. La pandemia de Covid ha exacerbado y empeorado las condiciones de explotación laboral; la pérdida de puestos de trabajo ha penalizado a tantas víctimas de la trata en el proceso de rehabilitación y reinserción social. «En estos momentos donde todo parece diluirse y perder consistencia, nos hace bien apelar a la solidez que surge de sabernos responsables de la fragilidad de los demás buscando un destino común» (EncFratelli tutti115). Por lo tanto, una economía del cuidado significa una economía de la solidaridad: trabajamos por una solidez que se conjuga con la solidaridad. Estamos convencidos de que la solidaridad, bien administrada, da lugar a una construcción social más segura y firme (cf. ibíd.).

2. Una economía sin trata es una economía con reglas de mercado que promueven la justicia y no los intereses particulares exclusivos. La trata de personas encuentra un terreno fértil en el enfoque del capitalismo neoliberal, en la desregulación de los mercados que apunta a maximizar las ganancias sin límites éticos, sin límites sociales, sin límites ambientales (cf. ibíd., 210). Si se sigue esta lógica, existe solamente el cálculo de ventajas y desventajas. Las decisiones no se toman en función de criterios éticos, sino en función de los intereses dominantes, a menudo hábilmente revestidos de una apariencia humanitaria o ecológica. Las decisiones no se toman mirando a las personas: las personas son uno de los números, también para explotar.

3. Por todo ello, una economía sin trata es una economía valiente: hace falta valor. No en el sentido de temeridad, de operaciones arriesgadas en busca de ganancias fáciles. No, no en ese sentido; por supuesto que no es ese valor el que se necesita. Al contrario, es el valor de la construcción paciente, de la planificación que no mira siempre y sólo a la ventaja a muy corto plazo, sino a los frutos a medio y largo plazo y, sobre todo, a las personas. El valor de conjugar el beneficio legítimo con el fomento del empleo y las condiciones de trabajo dignas. En tiempos de fuerte crisis, como la actual, este valor es aún más necesario. En la crisis, la trata prolifera, lo sabemos todos: lo vemos todos los días. En la crisis, la trata prolifera; es necesario, pues, reforzar una economía que responda a la crisis de una manera que no sea miope, sino duradera y sólida.

Queridas hermanas y hermanos, llevemos todo esto a nuestra oración, especialmente hoy, por la intercesión de Santa Bakhita. Rezo por vosotros, y todos juntos rezamos por cada persona que es víctima de la trata en estos momentos. Y vosotros, por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Gracias.