Hace unas pocas semanas, hablaba con mi hermano Ralph, que vive en Estados Unidos, y me comentó que estaba viendo la serie The Chosen, y que le estaba gustando muchísimo. Daba por supuesto que la conocería, pero tuve que manifestar mi ignorancia. No tenía noticia alguna de este osado proyecto. Me comentó que era una vida de Cristo, desarrollada alrededor de los personajes del Evangelio a los el título señala como “The Chosen”, o sea, los elegidos, y del impacto que tenía en ellos el encuentro con Jesús. Como me dijo que era una producción financiada por aportaciones privadas, el famoso “crowfunding”, le pregunté qué tal era la calidad de la producción, en términos de aspecto. O sea, si parecía algo hecho para andar por casa, o se trataba de algo más ambicioso. Acertó al decirme que se notaba que no tenía el presupuesto de un gran estudio de Hollywood, pero que estaba todo muy cuidado, en lo relativo a dirección artística y reconstrucción de la época, se podía hablar de una producción de tipo medio.
Con estos datos me dispuse a verla con la mentalidad de que me encontraría una producción digna, hecha piadosamente por cristianos y dirigida al público cristiano. Por supuesto que todo eso es cierto, pero se pecaría de simplismo si nos detuviéramos ahí. Hay que decirlo bien alto, estamos ante una grandísima serie, inteligente, trabajada, hecha con mentalidad profesional y creatividad, muy bien desarrollada, con personajes bien perfilados, que evolucionan, con sus conflictos. Una maravilla cuyo visionado recomiendo encarecidamente. Yo soy creyente, sí, pero pienso que gustará a cualquiera con un mínimo de sensibilidad. La serie atrapa y seduce. Y eso que no hay nombres de relumbrón, ni en la dirección –no situaba para nada a Dallas Jenkins– ni en el reparto –ni siquiera al actor que más destacan en los créditos, Erick Avari, que interpreta a Nicodemo, le tenía ubicado–.
Si Mel Gibson tuvo el acierto en La Pasión de Cristo de focalizar su atención en uno de los momentos centrales de la vida de Jesús, y desarrollar todo a su alrededor, aquí el hallazgo de Dalle Jenkins y su equipo ha sido caer en la cuenta de que The Chosen podía ser una serie, con una columna vertebral para sostener las siete temporadas, la misión de Jesús, y un montón de subtramas y episodios que se pueden relacionar y conectar, alrededor de los elegidos. Es fiel al contenido de los evangelios, y a la vez rellena huecos e imagina –yo creo que aplica aquello que decía san Josemaría, “meterse como un personaje más”–, logrando resultados sorprendentes.
Algunos ejemplos. En el primer episodio de la primera temporada se muestra a María Magdalena, poseída por los demonios en Cafarnaum, Galilea, y a los romanos obligando al fariseo Nicodemo a acudir al barrio rojo donde vive, para que solucione lo que consideran un problema de orden público, que con la mentalidad judía exige un exorcismo. No será capaz de resolver la situación, pero si lo hará Jesús. Lo que propiciará el seguimiento de Magdalena, y el interés de Nicodemo por el misterioso rabí, al que acudirá a ver de noche, pero con el que teme comprometerse, podría perder su envidiable estatus social.
También me parece genial el episodio cuarto, en que Jesús vive solo en descampado, y dos niños sienten curiosidad por ese señor, que habla con ellos y bromea. Acaban trayendo a sus amigos, y se convierten en los primeros receptores de su palabra, lo que ilustra las palabras evangélicas de “dejad que los niños se acerquen a mí y no se lo impidáis”, y en efectos, veremos a los niños también en el sexto episodio, cuando se produce la curación del paralítico al que ponen ante Jesús descolgándolo del techo.
Un personaje que tiene un completo arco de transformación a lo largo de los sucesivos episodios, es Mateo, recaudador de impuestos, presentado como un pijo rico, despreciado por el pueblo, al que teme, ya que colabora con los romanos, que viste ropa “de marca”, y tiene una colección de sandalias, como si fueran unas Nike. Le vemos suspicaz ante Pedro y otros pescadores, que se saltan el sábado, para escapar a la vigilancia romana, que piensan que ese día descansan, y escamotear el tributo. En su racionalismo quedará boquiabierto por la pesca milagrosa, y aún más ante la llamada de Jesús.
Siendo “historia sagrada”, podría haberse malogrado de haber caído en el hieratismo de otras producciones bíblicas, demasiado solemnes y serias. Aquí, siguiendo la estela Gibson, prima la naturalidad, vemos personas sencillas y reconocibles, y también Jesús se muestra cercano y se hace querer –en las bodas de Caná, con la samaritana junto al pozo– entendiéndose perfectamente que la gente estuviera dispuesta a seguirla. Tiene particular encanto Simón Pedro, con su carácter fuerte, sus enredos con los romanos, la esposa que sabe ver lo que otros no ven, como Jesús.
Cuando escribo estas líneas, la serie ha sido vista por más de 116 millones de personas en todo el mundo, a través de la web de Angel Studios, la productora, YouTube y la app disponible en iOs y Android. Han logrado financiar las dos primeras temporadas –la segunda está terminada y se están estrenando capítulos– y dos episodios de la tercera. Al parecer es el proyecto de crowfunding más ambicioso de la historia, cada episodio tiene un coste de algo más de millón y medio de dólares.
La serie nación de un corto, The Shepherd, “El pastor”, que Jenkins hizo para su iglesia evangélica de Elgin, Illinois. Vid Angel, una compañía que se hizo célebre por ofrecer películas donde filtraba contenidos poco familiares –tuvo que afrontar por este motivo un pleito con las “majors” de Hollywood, que aducían que se vulneraban sus derechos de “copyright”–, se fijó en el corto, y sugirió colgarlo en Facebook, como botón de muestra de un posible proyecto más ambicioso sobre la vida de Jesús. El éxito del número de visionados facilitó la puesta en marcha de la campaña de “crowfunding” y ahora ya son historia, con un 9,7 de puntuación en IMDb y 100% en RottenTomatoes. Se dirá que es el público más favorable el que puntúa, y no lo negaré, pero si fuera un “petardo”, estaría puntuada como tal, no me cabe la menor duda.