- “Las medidas implementadas por el Gobierno van en detrimento de la vida, dignidad, salud, educación y trabajo de la población; la generación de violencia y destrucción al interior de las marchas por parte de actores externos infiltrados empañan las justas peticiones y reivindicaciones de quienes marchan”
- “No podemos consentir como en un país como el nuestro, que se identifica creyente en sus mayorías, existan niveles de hambre, violencia, injusticia y desigualdad tan inhumanos”
“Nuestro quehacer comporta una responsabilidad ética y profética que no podemos evadir y que sobrepasa nuestras filiaciones contractuales e incluso eclesiales”, aseguran en una carta publicada el 4 de mayo un grupo de 36 teólogos, biblistas, educadores y educadoras de distintas comunidades y confesiones religiosas de Colombia para posicionarse ante la convulsa situación política que vive el país desde el 28 de abril.
Ante el estallido social generado por las masivas movilizaciones ciudadanas, quienes firman la carta denuncian el asesinato, desaparición, persecución, represión, violaciones y estigmatización estatales que están sufriendo muchas personas en las calles de Colombia, especialmente los jóvenes que en estos momentos protestan contra el Gobierno de Iván Duque y su grupo político. “Las medidas implementadas por el Gobierno van en detrimento de la vida, dignidad, salud, educación y trabajo de la población; la generación de violencia y destrucción al interior de las marchas por parte de actores externos infiltrados que empañan las justas peticiones y reivindicaciones de quienes marchan”, aseguran en la carta. “Les rogamos que cese la violencia y represión que ha costado vidas de civiles, policías y muchos heridos”, exigen.
La carta denuncia a su vez el asesinato y persecución de lideresas y líderes sociales, indígenas y campesinos por parte de grupos armados en todo el territorio nacional y “la indiferencia, invisibilización y estigmatización hacia su labor”; también el asesinato y persecución de firmantes del Acuerdo de Paz; la persecución y estigmatización de maestras y maestros, especialmente quienes trabajan en zonas de conflicto y presencia de grupos armados. Para el grupo de firmantes, “la corrupción enquistada en las diferentes esferas del poder” se ha convertido “en destructora de vida y dignidad”.
Conscientes de su responsabilidad como referentes académicos y pastorales y lejos de querer aislarse en sus “quehaceres diarios”, ante el convulso contexto actual los firmantes denuncian “con vehemencia” la promoción de la violencia por parte de “sectores que se autodenominan cristianos, creyentes o religiosos, al igual que usar el nombre de Dios o de Jesús para justificar la muerte, la anulación o discriminación de cualquier ser humano”. Por ello, consideran necesario decir que “esas posturas son absolutamente incompatibles e incoherentes respecto a las acciones y el mensaje más fundamental de Jesús de Nazaret”.
“No podemos consentir como en un país como el nuestro, que se identifica creyente en sus mayorías, existan niveles de hambre, violencia, injusticia y desigualdad tan inhumanos”, enfatizan.
A sabiendas de que Colombia necesita un diálogo “respetuoso y plural”, apelan a la participación de todas y todos para construir “un proyecto común que sepa hacer de la diversidad y la diferencia una auténtica riqueza en beneficio de la dignidad humana”.