Para todos, la muerte es una certeza y lo que hay después de ella es un misterio. Sin embargo, las religiones ofrecen diferentes visiones y perspectivas sobre lo que hay después de la vida. Una de las teorías que ha rondado por la cultura y la mente del ser humano, durante siglos, es la de la reencarnación.
La idea de que nuestra alma es eterna y que, además, muda de cuerpo cuando morimos, puede ser evaluada desde diferentes perspectivas. El budismo y el hinduismo, por ejemplo, se refieren al concepto de la reencarnación de formas diferentes, a pesar de tener aspectos en común.
En ambas religiones, se habla del karma. “Karma” es una palabra del sanscrito que traduce, literalmente, “acción”. La ley del karma, para el budismo, dicta que somos responsables de nuestras acciones. Es decir, que del mismo modo que somos responsables de nuestras acciones, somos responsables de lo que nos sucede, pues esto es consecuencia de nuestro actuar.
Así pues, plantea el budismo, cada vez que un ser vivo nace ocurre un acto de “reconexión“. Aunque algunas ramas del Budismo sí utilizan la palabra “reencarnación”, otras se refieren a este proceso como una reconexión. De antemano, se da a entender que nuestras acciones en vida determinan nuestro destino, incluso después de que nuestro cuerpo deje de funcionar.
El hinduismo, al igual que el budismo, incluye el concepto del “karma” dentro de sus tradiciones y su sabiduría. De hecho, los hinduistas contemplan la ley del karma como un hecho inseparable de la existencia. En la medida que actuamos, nuestros actos tienen consecuencias. Si hacemos el bien, cosechamos el bien y, si le hacemos daño a alguien, somos responsables de ello.
De este modo, a pesar de tener algunas diferencias, ambas religiones, el budismo y el hinduismo, creen que nuestras acciones en la Tierra determinan el futuro del “alma”, cuando morimos. Esto, podría argumentarse, lo tienen en común religiones como el islam y el cristianismo también.
La ciencia no tiene una respuesta sobre si nuestra alma reencarna en otro cuerpo cuando morimos. Sin embargo, se puede afirmar que las religiones coinciden en que nuestros actos determinan nuestro destino, incluso durante la eternidad.