Lo que une a los cristianos es un vínculo mucho más fuerte que las diferencias que los separan. Es este el hallazgo fundamental que dirige la brújula del movimiento ecuménico. Un desafío global que concentra siete días al año toda la fuerza de la oración. El pasado miércoles concluyó la 55 Semana de la Unidad de los Cristianos, en la que participaron líderes religiosos como Maria Bonafede, pastora de la Iglesia evangélica, junto al cardenal Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. La semana esta vez plantó raíces en la imagen de la visita de los Reyes Magos al Niño Jesús, tema propuesto por el Consejo de las Iglesias de Oriente Medio. «Se trata de una imagen muy rica desde el punto de vista del ecumenismo», asegura el sacerdote Hyacinthe Destivelle, oficial del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. En primer lugar, porque el viaje que emprenden los Reyes Magos refleja el «camino común» que hacen todos los cristianos hacia la plena comunión. Tal y como destaca el también director del Instituto de Estudios Ecuménicos de la Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino de Roma, este aspecto subraya otra característica importante: la sinodalidad de la Iglesia. «El ecumenismo es un camino profundamente sinodal. Los Reyes Magos tienen una meta precisa, que es la indicada por la estrella: Jesucristo. De manera que –tal y como nos recuerda el decreto conciliar sobre el ecumenismo Unitatis redintegratio– lo importante no es tanto mirarse los unos a los otros, sino mirar a Cristo juntos», señala.

«Experimentar el ecumenismo empieza por la escucha»
Maria Bonafede
Pastora de la Iglesia evangélica

Bajo esta perspectiva, el episodio evangélico que narra cómo los Reyes Magos abrieron sus cofres y entregaron al Niño oro, incienso y mirra adquiere otra relevancia. «Este intercambio entre los Magos y Cristo siempre ha sido interpretado por los exégetas como el fundamento del intercambio de dones entre los propios cristianos; por tanto, como una imagen del diálogo ecuménico», incide el sacerdote. El primero en usar esta expresión de intercambio con relación al misterio de la Epifanía fue san Juan Pablo II.

De hecho, la unidad de los cristianos está directamente relacionada con la evangelización. «No se trata de un fin en sí mismo, sino que tiene una desembocadura misionera». Porque la unidad hará que la humanidad crea más fácilmente en Jesucristo. «La división no solo se opone a la voluntad de Cristo, sino que es un escándalo para el mundo y perjudica a la más santa de las causas: la predicación del Evangelio», sintetiza el oficial del Pontificio Consejo encargado de promocionar la unidad de los cristianos.

Los diálogos teológicos convergen en los últimos años en torno al concepto clave de comunión. Un elemento esencial que se corresponde plenamente con la visión del Concilio Vaticano II. En apenas seis décadas, este campo dialéctico ha avanzado mucho con las antiguas Iglesias de Oriente. «Se han zanjado las controversias cristológicas que nos habían separado durante 1.500 años. Lo que nos lleva a pensar que el restablecimiento de la comunión plena con estas Iglesias en un futuro no muy lejano no es algo utópico», reseña el experto. Destivelle hace notar que después del Concilio Vaticano II, «el entusiasmo» que provocaba el ecumenismo «ha ido diluyéndose», sobre todo, «por los obstáculos que se han ido encontrando». «Hay otras prioridades que se perciben como más urgentes; basta pensar en el diálogo interreligioso o la protección de la creación», constata. Sin embargo, remarca que la unidad de los cristianos es «el desafío más importante del tercer milenio». «Es la condición que subyace a la credibilidad de la Iglesia y es, además, una etapa esencial hacia la unidad en Cristo de la creación», incide. A este respecto reivindica a san Ireneo de Lyon, que ha sido proclamado doctor de la Iglesia con el título  de doctor de la unidad. «No solo por su contribución al diálogo entre Oriente y Occidente, sino porque contaba con esta visión de la unidad».

«Podemos aprender mucho de las otras Iglesias cristianas»
Cardenal Koch
Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos

La pandemia ha supuesto una dura prueba para la humanidad. Sin embargo, el terreno ecuménico ha hecho florecer decenas de experiencias enriquecedoras, sobre todo, en el mundo digital. Así lo revela el documento El ecumenismo en tiempos de pandemia: de la crisis a la oportunidadpublicado el pasado lunes por el Vaticano. «Queríamos evaluar las consecuencias de la pandemia en el ámbito ecuménico, tanto en términos negativos como positivos», explica.

Muchas de las respuestas han dejado claro que la pandemia también ha sido una oportunidad para desarrollar nuevas formas de relaciones ecuménicas, y hasta para explorar nuevas formas de comunión. «En general, la crisis sanitaria ha fortalecido la conciencia mundial de que los cristianos somos una sola familia», enfatiza el experto. En este sentido, las herramientas digitales han permitido a muchos cristianos conocer mejor otras tradiciones. «Se han construido experiencias de oración común y nuevas formas de colaboración. No podemos comulgar juntos todavía, pero los cristianos somos cada vez más conscientes de formar el cuerpo de Cristo», concluye Destivelle.