Vivimos en una época en que los cimientos de la doctrina de la Iglesia Católica, que no es otro que preservar el mensaje de Jesucristo, parecen que se tambalean. Algunos opinan que no es para menos, pues con tanto escándalo de los abusos sexuales, (que haberlos, haylos) y las campañas insistentes de algunos sectores, conducen a que muchos se pregunten: ¿No será mejor que los curas se casen para evitar este horror

No voy a entrar aquí en explicar que el tema de los abusos a menores no es un problema sobre el celibato, porque no es así. Es un problema de depravación, delito, amoralidad, monstruosidad, psicopatolología…y no sé cuantos calificativos más añadir.

Pero lo que tengo claro es que la solución no es abolir el celibato. Porque está demostrado que los padres y padrastros de familia son los que más violan a los niños, según estudios de entidades como la Fundación Anar. Y la mayoría de estos no viven el celibato.

Por lo tanto, no creo que el problema del 0,2% de los sacerdotes que abusan de los menores (frente al 23% de los padres, o 8,7% de compañeros), sea el celibato.

Dicho lo cual, en esta semana algunas voces muy altas de la Iglesia se han pronunciado a favor de prohibir el celibato clerical obligatorio y permitir a los sacerdotes católicos la opción de casarse.

Uno de ellos ha sido el cardenal Reinhard Marx de Munich, uno de los ayudantes de mayor confianza del Papa Francisco.

Pero también se han alzado otras personalidades de la Iglesia explicando los motivos del celibato, que aunque es una opción en la Iglesia que podría cambiar, porque no hay un mandato directo de Jesucristo en esto (aunque Él fue célibe), explican las bondades y los motivos de esta decisión.

Una de estas personas ha sido el obispo de Ratisbona, Rudolf Voderholzer. La verdad es que, en mi opinión, ha dicho cosas valiosísimas. Resumo:

– «El celibato sacerdotal siempre se acepta voluntariamente», es decir, no es una soga al cuello.

«El celibato por el reino de los cielos debe ser asumido como algo que permite la fecundidad espiritual y el testimonio de Cristo».

– Para que el sacerdote no convierta su vida en una «soltería burguesa» el estilo de vida célibe también debe prestar atención a los otros dos consejos evangélicos: la pobreza y la obediencia.

– Sobre las Iglesias orientales, que permiten curas casados, aclaró que si bien es verdad que se puede ordenar a quien está casado, no puede casarse un cura si ha sido previamente ordenado. Recuerda además que el celibato es un requisito previo para ser obispo.

Además del obispo alemán, también me han parecido muy estimulantes las declaraciones en Twitter de un cura español bastante influencer en las redes: Patxi Bronchalo. Os reproduzco lo que dice en su perfil de Twitter. Me ha parecido de sobresaliente su forma de explicar por qué los curas no se casan:

– Lo primero que diré es que ciertamente el celibato obligatorio se da en la Iglesia Católica latina. Las Iglesias orientales valoran el celibato, pero permiten ser sacerdotes a hombres casados. Es una cuestión que podría cambiar, no hay un mandato directo del Señor en esto.

– Lo segundo que diré es que en ocasiones detrás de sacerdotes, obispos y cardenales que piden esto puede haber también heridas personales dentro de la vivencia su sacerdocio. Digo “puede”, no afirmo tajantemente.

– Hay gente que pide el celibato para nosotros diciendo que no nos han dejado elegir, lo cual es falso. Claro que nos han dejado elegir. Libremente hemos dicho que si al celibato al recibir la Ordenación, es algo que sabíamos que es parte esencial del sacerdocio.

– Y digo “esencial” porque para entender el celibato en la Iglesia hay que darse cuenta de que está en el núcleo de lo que significa ser sacerdotes. El celibato no es un añadido o un complemento de quita y pon según los tiempos.

– ¿Qué está en el núcleo de la vida de los esposos? La entrega esponsal. El aprender a amarse en donación de la propia vida el uno por el otro, en el plano físico, en el psíquico y en el espiritual.

– La clave para entender el celibato es que los sacerdotes también somos esposos. ¿De quién? De la Iglesia. Como todo hombre, también nosotros llevamos en el corazón el deseo de entregarnos, de cuidar, de guiar, de sostener y de dar vida. Tenemos un corazón de esposos.

– Como buenos esposos, queremos amar a una sola mujer y amarla durante toda nuestra vida. Esa mujer es la Iglesia, por ella nos entregamos, a ella cuidamos, sostenemos y guiamos, por ella damos la vida, a ella la defendemos y no tratamos de cambiarla y modelarla a nuestra medida.

– El celibato es mucho más que una antigua tradición, o que una norma disciplinar, o que una cuestión de exigencia práctica. A esas cosas se agarran los que quieren cambiarlo. El celibato es una cuestión de esponsalidad. Somos esposos, no solterones, ni funcionarios.

– El sacerdote es “otro Cristo”. Amamos con corazón de hombre a la Iglesia mujer. Este es el motivo por el cual está reservado a hombres. También por lo que no sea para hombres que manifiesten tendencias homosexuales arraigadas, lo cual es tratado con mucha delicadeza en la Iglesia.

Y yo, personalmente, no tengo nada más que añadir, solo agradecer estos testimonios públicos de estos sacerdotes.

Zenón de Elea.