«100 días después del inicio de la agresión armada a Ucrania, sobre la Humanidad ha caído nuevamente la sombra de la guerra, que es la negación de Dios»

 

«Que se escuche el grito desesperado de la gente que sufre y vemos en los medios todos los días. Que se respete la vida humana y se detenga la macabra destrucción de ciudades y aldeas por todas partes»

 

«Reflexionemos sobre estas dos  acciones, enseñar y recordar, porque así es como Él penetra nuestros corazones con el Evangelio de  Jesús»

 

«¿Qué puede decir el Evangelio  en la era de Internet y de la globalización? ¿Cómo puede impactar su palabra?…El Espíritu Santo es especialista en acortar las distancias; nos enseña a superarlas. Es Él quien  conecta la enseñanza de Jesús con cada tiempo y cada persona»

Desde la cátedra de la ventana, el Papa Francisco reflexiona sobre las dos aciones del Espíritu: enseñar y recordar. “¿Qué puede decir el Evangelio  en la era de Internet y de la globalización? ¿Cómo puede impactar su palabra?”, se pregunta el Papa. Y responde: “El Espíritu Santo es especialista en acortar las distancias; nos enseña a superarlas. Es Él quien  conecta la enseñanza de Jesús con cada tiempo y cada persona”. Por eso, mientras “nosotros corremos el riesgo de hacer de la fe una cosa de museo, Él en cambio la pone en  sintonía con los tiempos” y “trae el Evangelio de vuelta a nuestro corazón”.

En los saludos, tras el Regina Coeli, el Papa volvió a repasar las heridas más sangrantes del mundo actual: Yemen y Ucrania.

«En Pentecostés, el sueño de Dios sobre la humanidad se torna realidad. 50 días después de la Pascua, pueblos que hablan lenguas diversas se encuentran y se entienden. Pero, ahora, 100 días después del inicio de la agresión armada a Ucrania, sobre la Humanidad ha caído nuevamente la sombra de la guerra, que es la negación de Dios. Pueblos que se pelean, pueblos que se matan, gente que en vez de acercarse es alejada de sus propias casas. Y mientras la furia de la destrucción y de la muerte perversa y las contraposiciones aumentan, alimentado una escalada cada vez más peligrosa para todos, renuevo mi llamamiento a los responsables de las naciones: No lleven a la humanidad a la ruina, por favor. No lleven a la humanidad a la ruina. Actívense auténticas y concretas negociaciones para un alto al fuego y para una solución sostenible.

Que se escuche el grito desesperado de la gente que sufre y vemos en los medios todos los días. Que se respete la vida humana y se detenga la macabra destrucción de ciudades y aldeas por todas partes. Seguimos, por favor, rezando y a empeñarnos por la paz, sin cansarnos.

Tregua en Yemen, renovada durante otros dos meses…Una de las peores crisis humanitarias de nuestros días. No olvidemos a lo niños del Yemen: hambre, destrucción, falta de educacion y de todo…

Lluvias torrenciales en Brasil.

Las palabras del Papa en la oración del Regina Caeli 

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! 

Hoy, solemnidad de Pentecostés, celebramos la efusión del Espíritu Santo sobre los Apóstoles,  que tuvo lugar cincuenta días después de la Pascua. Jesús lo había prometido varias veces. En la liturgia  de hoy, el Evangelio recoge una de estas promesas, cuando Jesús dijo a los discípulos: “El Espíritu Santo,  que el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho” (Jn 14,26).  Esto es lo que hace el Espíritu: enseña y recuerda lo que Cristo dijo. Reflexionemos sobre estas dos  acciones, enseñar y recordar, porque así es como Él penetra nuestros corazones con el Evangelio de  Jesús. 

En primer lugar, el Espíritu Santo enseña. De este modo nos ayuda a superar un obstáculo que se  presenta en la experiencia de la fe: el de la distancia. De hecho, puede surgir la inquietud de que hay  mucha distancia entre el Evangelio y la vida cotidiana. Jesús vivió hace dos mil años, eran otros tiempos,  otras situaciones, y por eso el Evangelio parece ya anticuado, inadecuado para hablar a nuestro hoy con  sus exigencias y sus problemas. También se nos plantea esta interrogante: ¿qué puede decir el Evangelio  en la era de Internet y de la globalización? ¿Cómo puede impactar su palabra? 

El Espíritu Santo es especialista en acortar las distancias; nos enseña a superarlas. Es Él quien  conecta la enseñanza de Jesús con cada tiempo y cada persona. ¡Con Él, las palabras de Cristo cobran  vida, hoy! Sí, el Espíritu las hace vivas para nosotros. A través de la Sagrada Escritura nos habla y nos  orienta en el presente. Él no teme el paso de los siglos, sino que hace que los creyentes estén atentos a los  problemas y acontecimientos de su tiempo. De hecho, cuando el Espíritu enseña, actualiza, mantiene la fe  siempre joven. Nosotros corremos el riesgo de hacer de la fe una cosa de museo, Él en cambio la pone en  sintonía con los tiempos. Porque el Espíritu Santo no se ata a épocas o modas pasajeras, sino que trae al  presente la actualidad de Jesús, resucitado y vivo. 

¿De qué manera el Espíritu realiza esto? Haciendo que recordemos. Aquí está el segundo verbo,  re-cordar, es decir, traer de vuelta al corazón. El Espíritu trae el Evangelio de vuelta a nuestro corazón.  Ocurre como con los Apóstoles: habían escuchado a Jesús muchas veces, pero lo habían comprendido  poco. Pero a partir de Pentecostés, con el Espíritu Santo, recuerdan y comprenden. Aceptan sus palabras  como si hubiesen sido específicamente para ellos, y pasan de un conocimiento externo a una relación  viva, convencida y alegre con el Señor. Es el Espíritu el que hace esto, el que pasa del hecho de “haber  escuchado acerca de él” al conocimiento personal de Jesús, el que entra en el corazón. Así es como el  Espíritu cambia nuestra vida: hace que los pensamientos de Jesús se conviertan en nuestros pensamientos.  Y esto lo hace recordándonos sus palabras. 

Hermanos y hermanas, sin el Espíritu que nos recuerda a Jesús, la fe se vuelve olvidadiza. Y  nosotros – tratemos de preguntarnos – ¿somos cristianos olvidadizos? ¿Quizás basta una adversidad, un  cansancio, una crisis para olvidar el amor de Jesús y caer en la duda y el miedo? Estemos atentos a no convertirnos en cristianos desmemoriados. El remedio es invocar al  Espíritu Santo. Hagámoslo a menudo, especialmente en los momentos importantes, antes de las  decisiones difíciles. Tomemos el Evangelio en la mano e invoquemos al Espíritu. Podemos decir: “Ven,  Espíritu Santo, recuérdame a Jesús, ilumina mi corazón”. Luego, abrimos el Evangelio y leemos un  pequeño pasaje, lentamente. Y el Espíritu lo hará hablar a nuestras vidas. 

Que la Virgen María, llena del Espíritu Santo, encienda en nosotros el deseo de orarle y de acoger  la Palabra de Dios.