Desde el puesto de vigilancia número cinco, situado en el Sureste de la casi vacía localidad iraquí de Karakosh, un grupo de cristianos de las Unidades de Protección de la Llanura de Nínive vigila la extensa planicie que se extiende enfrente, para evitar cualquier ataque yihadista.
“Desde aquí observamos las afueras y estamos preparados para afrontar cualquier peligro o cualquier intento de infiltración”, indica Ivan Elian Jader, un combatiente de esta fuerza armada cristiana junto a una ametralladora Doshka del calibre 12.5, que apunta amenazante a un horizonte sobre el que el Sol cae a plomo.
Jader y sus compañeros de armas hacen guardias de siete días antes de ser relevados. Durante los combates, explica el uniformado Ihab Abadi, quien agregó que muchos estuvieron tres meses seguidos en el frente sin descanso.
La ciudad de Karakosh, capital de la comarca de Al Hamdaniya, donde vivía la mayor comunidad cristiana de Iraq antes de la irrupción del grupo Estado Islámico (EI) en el verano de 2014, tenía 55 mil habitantes.