En un clima de alta tensión y entre anuncios de masivas manifestaciones palestinas, el gobierno israelí celebró la apertura de la nueva embajada de Estados Unidos en Jerusalén, un espaldarazo diplomático de Washington que coincide con el 70 aniversario de la fundación del Estado de Israel en 1948.
«Esta semana vamos a ser bendecidos por un acontecimiento realmente histórico», destacó ayer el Primer Ministro israelí, Benjamin Netanyahu, quien protagonizó una recepción a la delegación estadounidense encabezada por el subsecretario de Estado, John Sullivan; la hija y asesora del Presidente, Ivanka Trump; su marido y también asesor presidencial, Jared Kushner, y el secretario del Tesoro, Steve Mnuchin.
Representantes de decenas de países, la mayoría europeos -entre ellos España, el Reino Unido, Francia o Italia-, declinaron asistir ayer a la ceremonia, al estar en desacuerdo con el traslado de la máxima legación diplomática estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén, lo que rompe con el consenso de la comunidad internacional.
Sin embargo, Netanyahu les hizo un llamado: «Animo a todos los países a unirse a EE.UU. y trasladar sus embajadas a Jerusalén», añadió el jefe del gobierno israelí, quien reivindicó que Jerusalén ha sido capital del pueblo judío «desde hace 3.000 años» y del Estado de Israel desde hace 70 años y aseguró que «lo seguirá siendo eternamente».
El pasado 6 de diciembre, el Presidente Donald Trump reconoció Jerusalén como capital de Israel y anunció el traslado de la embajada a la Ciudad Santa desde Tel Aviv, una decisión que desató fuertes críticas internacionales e indignación entre los palestinos. La mudanza de la representación diplomática en Israel fue una promesa de campaña del republicano, que responde a la aplicación de la Ley de la Embajada de Jerusalén de 1995, que fue postergada sucesivamente por los ex Presidentes Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama argumentando los «intereses nacionales» del país.
Israel tomó la parte este de Jerusalén en la guerra de 1967 y se la anexionó, una decisión que no está reconocida internacionalmente y por la cual la mayoría de los países que tienen relaciones diplomáticas con Israel tienen sus embajadas en Tel Aviv. Los palestinos quieren que Jerusalén Este sea la capital de su futuro estado y dicen que la reubicación de la misión diplomática de Washington es una iniciativa unilateral que invalida a EE.UU. como intermediario para la paz en Medio Oriente.
Sin embargo, el embajador estadounidense en Israel, David Friedman, afirmó que este movimiento «crea una oportunidad y una plataforma para avanzar en un proceso de paz sobre la base de realidades en lugar de fantasías»: «Somos optimistas de que esta decisión finalmente creará una mayor estabilidad», señaló.
El secretario de Estado Mike Pompeo y el consejero de Seguridad Nacional del Presidente Trump, John Bolton, dijeron ayer que creen posible un acuerdo de paz entre israelíes y palestinos después del traslado de la embajada a Jerusalén. «Ciertamente, el proceso de paz no está muerto», declaró Pompeo.
Según Dan Arbell, experto del Centro de Políticas para Medio Oriente de Brookings Institution, el traslado de la embajada por parte de Trump se realiza por varias razones: «El Presidente cumple con una promesa de campaña, apela a su base política -principalmente cristianos evangélicos-, toma una medida sobre un tema que los presidentes anteriores no quisieron tratar y demuestra su amistad hacia Israel», explicó a «El Mercurio». En cuanto al proceso de paz, sin embargo, «la decisión del Presidente ya ha perjudicado las posibilidades de paz, ya que los palestinos se niegan a entablar negociaciones con Israel y no ven a la administración de Trump como un agente honesto».
En el camino, se esperan fuertes turbulencias.
Ayer ya hubo un fuerte operativo de seguridad para la celebración israelí del «Baile de las banderas», que conmemora lo que consideran la «reunificación» de Jerusalén tras la Guerra los Seis Días, con cientos de jóvenes israelíes -varios de los cuales llevaban banderas de EE.UU.- que marcharon por el barrio musulmán de la Ciudad Vieja entonando cánticos nacionalistas como «Am Israel Jai» (El pueblo de Israel vive) o el simbólico rezo «Be shaná ha baa be Yerushalaim» (el año que viene en Jerusalén).
En un ejemplo de la tensión que se vive, unos visitantes judíos que enarbolaban una bandera israelí se enfrentaron ayer con los guardias en la Explanada de las Mezquitas, y debieron ser evacuados por la policía israelí.
También hubo ayer manifestaciones palestinas en Cisjordania, mientras que se espera hoy una masiva marcha de protesta en Ramallá.
La tensión podría escalar aún más este martes, cuando sea el 70 aniversario de lo que los palestinos llaman la «nakba» (la «catástrofe»), sus expulsiones masivas durante la guerra en Medio Oriente por la creación de Israel. Desde el 30 de marzo, Gaza es el escenario de una «marcha del retorno» que desea congregar a cientos de miles de palestinos -se habla de hasta un millón- a lo largo de la frontera con Israel para denunciar el bloqueo. Desde entonces, las fuerzas israelíes, que temen que los manifestantes intenten forzar el frontera, han matado a unos 54 palestinos por disparos, consignó AFP.
Tras el anuncio de Trump, Guatemala y Paraguay han anunciado el traslado de sus embajadas desde Tel Aviv a Jerusalén.