El Papa Francisco recibió con gran alegría a la comunidad del Pontificio Colegio Pío Rumano de Roma, en el 80 aniversario de la fundación de su sede, que hospeda asimismo a la comunidad del Colegio de San Efrén, provenientes de Siria e Irak, de las Iglesias Orientales Católicas.
A ellos también el abrazo del Papa:
“Pienso en la situación en la que se encuentran tantos fieles de sus tierras, tantas familias que están obligadas a abandonar su propia casa ante el desencadenarse de olas de violencia y sufrimiento. A estos nuestros hermanos y hermanas deseo abrazarlos de forma especial, junto con sus Patriarcas y Obispos. Con ellos invoco el don pascual de la paz: que Jesús, refugio que alienta y consuela ‘esperanza del que no tiene esperanza’(cfr S. Efrén, La segunda venida de Nuestro Señor, 24-25) inspire los corazones y las mentes para que finalmente se abran las caminos de reconciliación y de bien”.
Al comenzar su discurso, el Obispo de Roma expresó sus deseos:
“Es ocasión para agradecer a Dios y a todos los que en los años se esmeraron para que el Colegio Pío Rumano pudiera contribuir a la formación de los futuros Pastores. El camino que están cumpliendo se inserta en una historia que los precede y al mismo tiempo está lleno de expectativas para el porvenir de la Iglesia greco-católica rumana. Por ello, les quisiera desear dos cosas: custodiar la memoria y cultivar la esperanza. Si no se custodia la memoria acabamos en la mediocridad del clericalismo”.
En su primer deseo – custodiar la memoria – el Papa subrayó la importancia de una memoria evangélica viva abierta al Espíritu y recordó
“Custodiar la memoria. Vuestro Colegio surgió en un periodo de desarrollo para las Comunidades católicas orientales; luego sufrió las trágicas vivencias ligadas a la persecución atea, para luego asistir a un bello renacer y abrirse en los últimos años a nuevos desafíos.
Esta historia, hecha de grandes testigos de la fe y de momentos de prueba, de inviernos rígidos y de primaveras florecientes, les pertenece. Es bueno custodiarla, no para permanecer anclados al pasado, sino para vivir los acontecimientos que cada época presenta sostenidos por una memoria evangélica viva, que abraza una historia más grande que nosotros y permanece siempre abierta a la acción del Espíritu”.
Invitando asimismo a atesorar, con la oración y el estudio intenso la bella oportunidad de los años vividos en Roma, respirando la universalidad de la Iglesia, el Papa animó a los seminaristas del Colegio Rumano a robustecer su memoria eclesial, que los ayudará a vencer una tentación peligrosa: la de acomodarse en la mediocridad y en el propio bienestar.
Tras evocar el ejemplo de los grandes testimonios de fe de sus predecesores y exhortando a configurarse en Cristo, y señalado que “custodiar la memoria, por lo tanto, no es recordar simplemente el pasado, sino sentar las bases para el futuro”, el Papa explicó su segundo deseo:
“Cultivar la esperanza es mi segundo deseo. Hay tanta necesidad de alimentar la esperanza cristiana, la esperanza que dona una mirada nueva, capaz de descubrir y ver el bien, aun cuando está oscurecido por el mal: ‘Si la esperanza reaviva nuestros ojos, veremos todo lo que está escondido’, escribió San Efrén. Los Hechos de los Apóstoles, que la Liturgia nos propone en este tiempo pascual, muestran cómo la Iglesia, que vive con la confianza en el Resucitado y persevera en la oración, en la comunión y en la caridad, nunca pierde de vista esta esperanza y la dona al mundo, aun cuando está sin medios, incomprendida y obstaculizada”.
“Les deseo que vuestra casa sea un cenáculo donde el Espíritu plasme misioneros de esperanza, portadores contagiosos de la presencia del Resucitado, valientes en la creatividad y nunca desalentados ante los problemas y carencias de medios. Que el Espíritu Santo suscite en ustedes también el deseo de buscar y promover, con corazón purificado el camino de la concordia y de la unidad entre todos los cristianos».