Cuando se reúne para rezar un grupo de cristianos de diferentes denominaciones, es sencillo averiguar quién es (o era) católico. En vez de meterse de lleno en la oración y dirigirse a Dios Padre, el católico utiliza su mano para dibujar una cruz sobre su cuerpo o sobre su frente.
Pero ¿por qué? ¿Es alguna especie de ritual supersticioso?
Empecemos indagando en la historia detrás de este gesto.
Según escritos que se remontan al siglo III, los cristianos llevan haciendo esta señal de la cruz sobre su cuerpo desde el principio. El apologista cristiano Tertuliano escribió por entonces que “nosotros los cristianos tenemos la frente gastada con la señal de la cruz”.
Luego añadió: “En todos nuestros viajes y movimientos, en todas nuestras salidas y llegadas, al ponernos nuestros zapatos, al tomar un baño, en la mesa, al prender nuestras velas, al acostarnos, al sentarnos, en cualquiera de las tareas en que nos ocupemos, marcamos nuestras frentes con el signo de la cruz.”
San Cirilo de Jerusalén, que vivió en el siglo IV, señaló en su Catequesis: “No nos avergoncemos, pues, de confesar al Crucificado. Sea la cruz nuestro sello, hecha con audacia con los dedos sobre nuestra frente y en todo; sobre el pan que comemos y las copas en que bebemos, en nuestras idas y venidas; antes de dormir, cuando nos acostamos y cuando nos despertamos; cuando estamos de viaje y cuando estamos en reposo”.
Se cree que esta tradición temprana de marcar en el cuerpo la señal de la cruz se inspiró en un pasaje del libro de Ezequiel, donde dice: “Y Yahveh le dijo: “Pasa por la ciudad, por Jerusalén, y marca una cruz en la frente de los hombres que gimen y lloran por todas las abominaciones que se cometen en medio de ella” (Ezequiel 9:4).
En algunas traducciones, el pasaje dice “marca con una T [o una Tau] en la frente”. La Tau es una letra del alfabeto griego que se escribe como una T, así que los primeros cristianos vieron en ella el signo de la cruz. Consideraban que la señal de la cruz les distinguía y les “marcaba” como un pueblo elegido perteneciente al único Dios verdadero.
La señal de la cruz que los católicos hacen antes de rezar o de hacer cualquier actividad no debiera ser un acto supersticioso, sino una manifestación externa de fe.
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Según explica el Catecismo de Baltimore, “la señal de la cruz es una profesión de fe en los misterios principales de nuestra religión porque expresa los misterios de la Unidad y la Trinidad de Dios y de la Encarnación y la muerte de nuestro Señor (…); expresa el misterio de la Encarnación al recordarnos que el Hijo de Dios, tras convertirse en hombre, sufrió la muerte en la cruz”.
El Catecismo de la Iglesia Católica añade: “El cristiano comienza su jornada, sus oraciones y sus acciones con la señal de la cruz, ‘en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén’. El bautizado consagra la jornada a la gloria de Dios e invoca la gracia del Señor que le permite actuar en el Espíritu como hijo del Padre. La señal de la cruz nos fortalece en las tentaciones y en las dificultades” (2157).
La cruz está en el mismísimo centro de nuestra fe, por lo que santiguarnos se supone ha de ser un recordatorio constante del precio que Jesús pagó por nuestros pecados. Es tanto una manifestación de fe como una sencilla oración de grandísimo poder.
Según san Juan Crisóstomo, los demonios huyen de allí donde vieran la señal de la cruz y la temen “como un bastón con el que están siendo abatidos”.
En resumidas cuentas, la señal de la cruz es un gesto sencillo con raíces antiguas y bíblicas. Aunque pudiera parecer que algunos católicos se santiguan con superstición, la intención de santiguarse nunca fue supersticiosa. Es un recordatorio del profundo sacrificio de Jesús hace dos mil años y es un llamamiento activo a Su intervención para ayudarnos en nuestra necesidad.