El pasado 9 de abril, el Estado Islámico perpetró dos atentados suicidas contra sendas iglesias coptas en Alejandría y Tanta, al norte de Egipto. Los ataques terroristas simultáneos dejaron 45 muertos y más de un centenar de heridos. Es la última carnicería -hasta el momento- perpetrada por el yihadismo contra la minoría copta de Egipto, que a pesar de su peso demográfico (el 10% de la población) sufre las discriminaciones habituales en los países de mayoría musulmana.
Los propios cristianos coptos protestan habitualmente contra el tratamiento injusto que reciben de las autoridades, en un país en el que su documento nacional de identidad los caracteriza como no musulmanes. Las agresiones de sus vecinos islamistas suelen quedar impunes, les está vedado el acceso a la mayoría de puestos de la Administración y las leyes religiosas hacen virtualmente imposible no ya construir nuevas iglesias, sino simplemente restaurar las ya existentes.
La discriminación pone en riesgo la propia vida de los cristianos en Egipto, como en el caso del atentado de la iglesia de la ciudad de Tanta. La corresponsal del Wall Street Journal en la región, María Abi Habib, desvela en este artículo que una semana antes del atentado mortal, los agentes de la seguridad privada que la custodian descubrieron una bomba, por lo que solicitaron al Gobierno la instalación de un detector de metales. Las autoridades rechazaron las pretensiones de la parroquia, que pocos días después saltaba por los aires a causa del atentado suicida organizado por el Estado Islámico.
La persecución cristiana en Oriente Medio por parte del yihadismo y el desprecio, cuando no la discriminación activa, de las autoridades civiles, está llevando a la minoría cristiana a abandonar en masa Oriente Medio. Según un informe del Centro para el Estudio de la Cristiandad Global, la cifra de cristianos en la región no deja de descender y en el último siglo ha pasado de constituir el 13,6% de la población total de Oriente Medio al 4,2% en 2010. Las previsiones para 2025 son aún más pesimistas, al descender todavía más hasta el 3%.
No hay ningún país musulmán que los cristianos no estén abandonando en mayor o menor medida. La mayor catástrofe, sin embargo, tiene lugar en Irak, país en el que en poco más de una década la minoría cristiana ha pasado de dos millones hasta los actuales 250.000. Tras la liberación de Mosul por parte del Ejército iraquí, los habitantes musulmanes de la segunda ciudad iraquí volvieron a sus casas. No así los cristianos. Por primera vez en dos mil años, Mosul no cuenta con presencia de una comunidad cristiana.
El éxodo de los cristianos se pone de relieve con su mayor presencia en los países que reciben esta emigración. En 1971, los coptos egipcios tenían dos iglesias en Estados Unidos. Hoy existen 252. Por primera vez, los cristianos árabes que viven fuera de Oriente Medio son más que los que todavía permanecen allí: hay 20 millones en el exterior, por 15 millones que todavía residen en dicha zona. Este es el drama al que se enfrentan las minorías cristianas (coptos, greco-ortodoxos, siríacos, melquitas, caldeos, maronitas y armenios), en unas tierras en las que surgió la fe cristiana, pero hoy suponen una amenaza directa para todos los que el islamismo radical ha señalado como enemigos a abatir.