La hermana Pilar Ulibarrena lleva casi 40 años en Pakistán. Es hermana franciscana de María, tiene 83 años y se encuentra en Rawalpindi (Pakistán) ayudando en la casa de acogida San José, abierta por un misionero irlandés en 1964.
En declaraciones a la Agencia Fides la religiosa se muestra preocupada por los últimos acontecimientos: “Antes se podía hablar, pasear. Hoy en día hay que tener cuidado donde vas y con quién hablas”. Los cambios del país, de mayoría musulmana los está notando, sólo hay 4 millones de católicos en un país de 200 millones de habitantes y destaca que se ven obligadas a quitarse el hábito religioso para pasear por la ciudad.
No obstante ella sigue con su trabajo diario. En el centro San José no saben de diferencias religiosas. Allí atienden a niños huérfanos, paralíticos, enfermos crónicos y personas abandonadas por sus familias. En sus paredes son atendidos 35 pacientes cristianos y musulmanes y casi 100 personas pasan a diario por el dispensario.
El centro no conoce las distinciones religiosas y sobrevive con las donaciones de musulmanes ricos de la zona.
Como explica Rosa Cuervas-Mons en Alfa y Omega su vida no ha sido nada fácil. Ha sufrido varias fiebres tifoideas y ha sufrido mucho cuidando “niños abandonados –pide ayuda para rehabilitar el ascensor que lleva al ala infantil del hospicio San José– a hombres moribundos y a mujeres repudiadas por sus maridos, como Rehana, de 40 años, que se rompió la columna en los 90 y fue llevada al hospicio por su marido, que quería volver a casarse”.
Allí no hay distinción: “si llegan dos enfermos, uno cristiano y otro musulmán, se atiende primero al que esté más grave”.
Pilar ha vivido guerra, como el conflicto independentista de la región paquistaní que después sería Bangladesh en 1971. Las bombas eran la banda sonora del hospital donde estaba. Vivió el golpe de Estado del general Zia Ul Haq en 1977 o conoció de primera mano las consecuencias de la invasión estadounidense de Afganistán. El auge del fundamentalismo islámico en la región no la va a frenar. Ella sólo quiere cuidar sus enfermos, a los desahuciados, a los apartados y perseguidos.