En el siglo III después de Cristo, el Imperio Romano estaba en depresión. Sufría divisiones internas y ataques del exterior. Fue Flavio Valerio Aurelio Constantino, un soldado, quien reunificó el fracturado imperio. Lo hizo en el nombre de un dios y cambió el curso de la historia.
Constantino I o Constantino el Grande, nació el 27 de febrero de 272 en Naissus, la Serbia de hoy en día. Fue hijo de Constancio Cloro, un oficial del ejército y su primera esposa Helena, la hija de un tendero. De la infancia de Constantino, se sabe que recibió educación militar.
Su padre abandonó a Helana y se casó por conveniencia con Flavia Maximiana Teodora, la hija del emperador romano Maximiano. A los 21 años, Constantino se vio envuelto en el poder imperial, su padre le pidió que se casara por conveniencia con una de las hijas de Maximiano pero Constantino se negó.
Diocleciano, el emperador en ese momento, decidió iniciar una ofensiva militar, envió a Galerio su asistente y Constantino fue con el. El joven soldado se destacó en la batalla y al final conquistaron la capital, Tesifon. Constantino regresó a Nicomedia como un valeroso militar. Dioclesiano lo notó.
Constantino se dio cuenta que los enemigos eran los cristianos, pero se impresionó por la posición determinante que tenían. La religión del cristianismo se había fundado tres siglos atrás. Dioclesiano, estaba convencido de que los dioses le habían ayudado a establecer su imperio y quería que los cristianos los alabaran, cosa que iba en contra de sus creencias. Por ende, el emperador ordenó con el apoyo de Galerio que fueran castigados los cristianos.
Después de 20 años Dioclesiano se retiró del poder y nombró a Galerio emperador de oriente. Constancio Cloro, el padre de Constantino recibió el título de Augusto. Constantino esperaba convertirse en César, pero no fue así. Galerio lo retuvo y no lo dejó libre, pero el se escapó. Llegó a Galia y se reunió con su padre en una campaña contra la rebelión de los Pictios en el norte de Britania.
Constantino fue nombrado emperador de Britania y Galia. Con 34 años, Constantino afianzó su autoridad, se pronunció en contra de la persecución de los cristianos y ordenó la liberación de todos los prisioneros y recibió el apoyo de la religión.
Constantinó dominó occidente, pero el centro del Imperio estaba siendo gobernado por Majencio. Constantino, organizó una batalla en contra de Majencio y la ganó. Después de seis años de la muerte de su padre, se convirtió en “Augusto” del Imperio occidental. Ahora el imperio quedó divido en dos, Constantino en occidente y Lisinio en oriente.
Cuando llegó al Imperio, levantó monumentos, restauró circos, dio festines, esto aumentó su popularidad en toda Roma. Además, se convirtió en el líder de la iglesia cristiana. El no quería que lo atacaran por causas teológicas, así que unió al mundo romano.
Constantino rompió su pacto con Lisinio. Después de dos batallas perdidas, Lisinio declaró una tregua y lo reconoció como emperador único. En 324, volvió a declarar la guerra a Lisinio. Constantino con 52 años lideró la batalla hasta la victoria. Luego, hizo ejecutar a Lisinio.
El nuevo emperador expandió la antigua ciudad de Bizancio, esa sería su ciudad llamada Constantinopla. En el año 325, reunió a 300 obispos en el Concilio de Nicea. Los obligó a aceptar la normalización de la doctrina cristiana que se ha mantenido desde entonces por todo el mundo.
En la celebración de su 20 aniversario de mandato, discutió con su familia y ordenó el arresto y la ejecución de su hijo mayor Crispo, por temor a las ambiciones que tenía. También ordenó asfixiar en un baño de vapor a su esposa Fausta.
Constantino extendió el cristianismo, le aportó una ideología política que unificaba el imperio. A los 58 años Constantino volvió a dirigir su ejército, sometió a los pueblos bárbaros a la autoridad de Roma. Luego, a sus 65 años ya estaba enfermo y le pidió a sus obispos que lo bautizaran.
Murió el 22 de mayo de 337, lo enterraron en un sarcófago junto a otros doce que representaban a los apóstoles de Cristo. Lo sucedieron sus tres hijos de su matrimonio con Fausta; Constantino II, Constante, y Constancio II. El emperador dejó su huella en la historia, pero 70 años más tarde los Godos saquearon Roma.