Crear en Salamanca publica con satisfacción este artículo de Máximo García Ruiz, licenciado en Teología por la Universidad Bíblica Latinoamericana de Costa Rica, licenciado en Ciencias Políticas y Sociología y doctor en Teología por la Universidad Pontificia de Salamanca. Ha ejercido como pastor bautista durante cuatro lustros y como profesor de diferentes materias teológicas en la Facultad de Teología UEBE de Alcobendas, Madrid, durante cuatro décadas y como profesor invitado en otras instituciones y universidades. Ha ocupado diferentes cargos en la Unión Evangélica Bautista de España, entre otros como presidente, y ha sido secretario ejecutivo y presidente del Consejo Evangélico de Madrid. Es miembro de la Asociación de Teólogos/as Juan XXIII. Figura en el selecto Diccionario de Teólogos/as Contemporáneos, publicado por la Editorial Monte Carmelo. Ha publicado numerosos artículos de ensayo y reflexión teológica en diferentes revistas nacionales y extranjeras y es autor de 28 libros de historia y ensayo. En la actualidad, además de su actividad literaria, es profesor emérito de la Facultad de Teología UEBE.

 Crear en Salamanca difunde su poemario ‘Entre la luz y las tinieblas’, aparecido en abril bajo el sello de Hebel Ediciones, de Santiago de Chile.

2 La noche de los cristales rotos

La noche de los cristales rotos

EL PECADO DE LA EQUIDISTANCIA. COBARDÍA Y FALTA DE COMPROMISO EN LOS “BUENOS CRISTIANOS”

Para  Adolf Hitler (1889-1945), como para tantos alemanes de su generación, supuso un hecho humillante la derrota sufrida por Alemania en la Primera Guerra Mundial, de cuyo desastre no dudó en acusar  tanto a judíos como a marxistas, centrando su odio especialmente en los judíos, a los que muy pronto añadiría, por razones del más absoluto desprecio racial, a los gitanos.

Al frente del Partido Nacional Socialista (Partido Nazi) consiguió hacerse con el poder de forma democrática, después de haberlo intentado mediante un golpe de estado que fracasó. Una vez nombrado canciller puso en marcha su política nacionalista, imperialista, racista, antimarxista y su proyecto de extermino del pueblo judío.

Con el mismo empeño que puso en anexionarse a media Europa (cuyos dirigentes tardaron en  reaccionar ante lo que estaba ocurriendo), se impuso la tarea del genocidio judío, habilitando crematorios en los que más de seis millones de seres humanos fueron inmolados.

Estos son datos históricos al alcance de todos. Añadir que desde el año 1945 cuando Hitler optó por el suicido ante la derrota humillante que estaban sufriendo sus tropas, poniéndose fin a la cruenta y salvaje Guerra que asoló Europa y, por extensión, Japón, el mundo entero, incluido el pueblo alemán,  ha denostado y condenado los crímenes nazis, y cada año se celebran actos de condolencia, rememorando el Holocausto judío que, a no ser por mentes perversas, se acompaña por los buenos deseos de que nunca jamás vuelvan a producirse actos semejantes.

 

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Pero hay un problema de fondo por el  que no queremos pasar por alto.  Cuando las milicias nazis recorrían  los barrios judíos e iban casa por casa llevándose en camiones a familias enteras judías a un destino incierto en un principio y claramente percibido más tarde, los vecinos observaban detrás de los visillos de sus casas, con tristeza, con miedo, con simple indiferencia, o tal vez con un cierto asentimiento, el macabro espectáculo.

Detrás de esos visillos había muchos de los pastores y líderes evangélicos; había  muchos sacerdotes y obispos católicos, no faltaban los catedráticos de las universidades, ni los médicos famosos, ni los abogados de prestigio, ni los políticos de convicciones democrático-cristianas. Detrás  de esos visillos se refugiaban en silencio miles y millones de cristianos que cada domingo acudían a sus respectivas iglesias a rendir culto a Dios, que en esos momentos decidieron mirar hacia otro lado.

¡Todos callaron! Sólo unos pocos, entre ellos el pastor luterano Dietrich Bonhoeffer  (1906-1945), levantó su voz a sabiendas de que se estaba jugando la vida.  También lo hizo otro colega suyo, Martin Niemöller (1892-1984), ambos fundadores de la Iglesia Confesante que se encargó de protagonizar un frente de denuncia militante del régimen nazi. Niemöller dejó expresado su sentimiento en defensa de la verdad y la justicia en el siguiente poema:

«Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a por los judíos,
no pronuncié palabra,
porque yo no era judío.
Cuando finalmente vinieron a por mí,
no había nadie más que pudiera protestar.»

 

4 Dietrich Bonhoeffer, por Miguel Elías

Dietrich Bonhoeffer, por Miguel Elías

La cobardía y la falta de compromiso con la verdad y la justicia de muchos “buenos cristianos”, se confunde o identifica con frecuencia, con un “buenismo” culpable de “no querer  meterse en conflictos”, y así se refugian estas personas detrás de sus respetivos visillos contemplando cómo se producen injurias, acosos, injusticias o maledicencias, sin dar la cara a favor de la justicia, la verdad y todo aquello que signifique una defensa de los derechos humanos.

Salomón, después de informarse debidamente de la situación, optó por la justicia y concedió el hijo a la verdadera madre; Jesús siempre  se situó al lado de la justicia y puso con ello en riesgo su propia vida; la iglesia de Laodicea fue vomitada de la boca de Dios por su tibieza. La equidistancia es, con frecuencia, el refugio de los cobardes, de aquellos que ante el compromiso con la verdad  y la justicia, prefieren mirar hacia otro lado.

5 Máximo García Ruiz en Salamanca, con la revista Sembradoras, dedicada a Bonhoeffer (foto de Jacqueline Alencar)

Máximo García Ruiz en Salamanca, con la revista Sembradoras, dedicada a Bonhoeffer (foto de Jacqueline Alencar)