«Europa» y «cristiandad» han sido dos términos tan obsesivamente enlazados que hasta hace escasas décadas la una no podía entenderse sin la segunda. Los tiempos cambian. Rápido. De la fe que movió fronteras y colonizó continente queda poco, y una encuesta reciente realizada por la St Mary’s University de Londres y la Universidad Católica de París lo confirma: si depende de los jóvenes (y depende de ellos), la Europa post-cristiana ha llegado.
¿Quedan creyentes? En función de dónde los busques. El estudio ha recopilado datos e información publicados durante los últimos dos años por la Encuesta Social Europea para un rango de edad comprendido entre los 18 y los 26 años. Resultado: en países como España, Dinamarca, Francia, Bélgica o Hungría, más del 50% de los encuestados se declaraban ateos o agnósticos. En países como Reino Unido, Países Bajos o Chequia la cifra se disparaba por encima del 70% o del 90%.
Una tendencia a largo. El problema es estructural. Tan sólo en Polonia, Lituania, Eslovenia, Austria o Portugal una clara mayoría de los jóvenes (+50%) aún se declaran cristianos. Las últimas décadas han asistido a un pérdida generalizada del interés por la religión en Europa, manifestada en una caída de la asistencia a los ritos religiosos, en una carencia de jóvenes deseando tomar los hábitos o en una disociación casi total de la identidad nacional con la antaño boyante identidad religiosa.
La nueva minoría. Para Stephen Bullivant, encargado de gestionar y publicar el informe, la conclusión es clara: en menos de 100 años Europa se va a convertir en un continente mayoritariamente no religioso. Por primera vez en 2.000 años, los europeos se encaminan hacia una sociedad post-cristiana en la que los remanentes católicos, protestantes, anglicanos u ortodoxos serán una minoría. Los jóvenes han perdido el interés en la fe.
Casos llamativos. Algunos casos son llamativos. Alemania, por ejemplo, es mucho más cristiana que España (47% vs. 40%), y en Estonia un 81% de los jóvenes abjuran de la fe frente al minoritario 25% de los lituanos, a un puñado de cientos de kilómetros más abajos. No hay patrones claros más allá del descenso general. En España el interés por los ritos religiosos es aún más bajo (un 60% jamás asiste), siendo superada sólo por Países Bajos y el paraíso ateo, República Checa.
Este último es, quizá, el caso más excepcional (a la par que Islandia).
No es así en el mundo. Nada de esto indica que el cristianismo esté en crisis a nivel global. Lo está, pero sólo en Europa, continente envejecido cuya preeminencia global quedó anclada en el pasado. La fe cristiana sigue al alza en gran parte de América del Norte y en la mayoría de países centro y sudamericanos. En África también pervive. La suma combinada de las diferentes ramas cristianas devuelve alrededor de 2.000 millones de almas consagradas a la voluntad del señor.
Siguen siendo números sólidos. Aunque a la baja en Europa.