Lejos de ser un accidente, la vecindad entre musulmanes y cristianos simboliza la seña de identidad que mejor define a Kazán: la buena convivencia entre religiones.

Milenaria y joven a la vez, cruce de caminos e historias, la ciudad de 1,2 millones de habitantes acoge más de un centenar de nacionalidades y unos 180.000 estudiantes en un ambiente diverso y abierto, además de un larga tradición deportiva que culminará ahora como ciudad sede del Mundial de fútbol de Rusia 2018.

”Creo que la convivencia pacífica se explica por una cuestión de historia. Rusos y tártaros llevan siglos aquí y los Gobiernos han trabajado mucho para que estuvieran bien”, explica a dpa la guía turística Razida ante la mezquita en el Kremlin de Kazán, conjunto de edificios declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Turistas caminan hacia la catedral de la Anunciación, gran templo ortodoxo de Kazán

Turistas caminan hacia la catedral de la Anunciación, gran templo ortodoxo de Kazán (dpa)

Kazán, capital de la república autónoma de Tatarstán, creció a caballo entre Oriente y Occidente. Fundada en 1005 junto al río Volga, a unos 800 kilómetros el este de Moscú, la ciudad fue estación de la Ruta de la Seda, camino secular de intercambio no solo de mercancías, sino también de costumbres y culturas.

Cerca del 51 por ciento de la población de Tatarstán es musulmana. El resto se compone en su mayoría de cristianos ortodoxos. Con esa distribución equilibrada, en Kazán no es difícil encontrar grupos de amigos o incluso parejas que mezclan esas y otras religiones.

Buen ejemplo de ello es Regina, hija de un judío y una musulmana. “En mi opinión, el islam que profesan los tártaros de Tatarstán es muy diferente del que se ve en el resto del mundo. La gente aquí es más tolerante. Tal vez la historia lo hizo posible, pero creo que es una cuestión de la gente”.

Taxis aguardan por clientes en la entrada principal del Kremlin de Kazán

Taxis aguardan por clientes en la entrada principal del Kremlin de Kazán (dpa)

La joven de 26 años recuerda que toda la familia de su padre es judía y toda la familia de su madre musulmana. Cada parte habría esperado seguir con su misma fe, asegura. “Pero se dio de otro modo. Y no recuerdo a nadie rechazando a nadie por motivos religiosos. Todos lo llevaron bien”.

Como ocurre a muchos habitantes de Kazán, en los recuerdos de Regina se mezclan experiencias cruzadas. “Cuando era niña fui a una escuela judía, pero mi madre me llevaba a festivales tártaros. De día cantaba canciones judías y de noche comía los típicos pasteles tártaros. Creo que muchas familias en Tatarstán son como la mía”.

Esa sociedad mixta se respira en cada esquina de la considerada como “tercera capital” rusa después de Moscú y San Petersburgo. La reflejan los carteles en varios idiomas, los restaurantes con comidas de culturas diversas o el célebre reloj decorado con caligrafía árabe al final de Bauman, la principal calle peatonal.

Transeúntes caminan por una zona peatonal en el centro de Kazán

Transeúntes caminan por una zona peatonal en el centro de Kazán (dpa)

La mezquita de Qol Sarif, inaugurada en 2005 con capacidad para 6.000 fieles sobre el lugar en el que se encontraba la original destruida por Iván el Terrible en el siglo XVI, compite en importancia con otras como la de Mardzhani, la más antigua de la ciudad (1767) y la única no cerrada durante la era soviética.

Para los ortodoxos, en cambio, la ciudad es sinónimo de Nuestra Señora de Kazán, principal icono mariano venerado por esta fe y que atrae a visitantes de todo el mundo a ver una copia del siglo XVII en la catedral de la Santa Cruz, el sitio donde apareció el original ya perdido.

Un tercer gran “templo” define el carácter de Kazán: su poderosa universidad. El centro fundado en 1804, por el que pasaron figuras como León Tolstoi o Vladimir Lenin, dio a la ciudad su aspecto vibrante y desprejuiciado, con grupos de estudiantes sentados a la ribera del río o paseando por las calles comerciales.

No muy lejos se eleva el nuevo Kazán Arena, moderno estadio del Rubin Kazan inaugurado en 2013 y que acogerá seis encuentros del Mundial de Rusia. No sería extraño ver en sus gradas al líder musulmán local sentado codo a codo con su par ortodoxo viendo algún partido. “A los dos les gusta mucho el fútbol”, cuenta riendo la guía Razida.