En la actualidad, cuatro parroquias de Yemen figuran en la lista oficial de iglesias católicas y el país alberga un puñado de cristianos que en su mayoría viven la fe en la clandestinidad.
Saná, la capital en manos de los rebeldes hutíes, y Adén, sede del Gobierno, en el sur, disponen cada una de una catedral católica actualmente abandonada.
Las puertas metálicas oxidadas de la catedral de San Francisco de Asís, en el barrio de Tawahi en Adén, están cerradas a cal y canto y acribilladas.
“Prohibido entrar” está escrito en negro en la pared del recinto junto a un versículo del Corán: “Para vosotros vuestra religión, para mí mi religión”.
En lo alto del edificio hay una estatua de Jesucristo sin cabeza y con los brazos extendidos.
“Era una iglesia activa durante el protectorado británico”, cuenta Mohamed Seif, un residente de Tawahi.
“Aquí la gente rezaba hasta que llegaron los hutíes”, añade refiriéndose a la entrada en Adén en marzo del 2015 de los rebeldes procedentes del norte.
Las fuerzas progubernamentales, con la ayuda de Arabia Saudita y de los Emiratos Árabes Unidos, los expulsaron de la ciudad al cabo de unos meses.
En 2015, otra iglesia del barrio de Mualla en Adén, ya abandonada, voló por los aires en un ataque que no ha sido reivindicado.
Al año siguiente, 16 personas fueron asesinadas en una residencia católica de la tercera edad en esta misma ciudad, incluidas cuatro monjas de las Misioneras de la Caridad, una congregación fundada por la Madre Teresa.
El padre Tom Uzhunnalil, un sacerdote indio, fue secuestrado durante este ataque atribuido por las autoridades al grupo Estado Islámico (EI) antes de ser liberado en 2017.
Durante siglos, Yemen fue un ejemplo de diversidad religiosa con sus minorías ismaelita (corriente minoritaria del islam chiita), bahai y judía.
El cristianismo llegó por el sur en el siglo XIX, con una afluencia de misioneros durante el protectorado británico.
La presencia de los católicos en Yemen se remonta a los años 1880, según el padre Lennie Connully, que dirige la iglesia católica St. Mary’s en Dubái (Emiratos Árabes Unidos).
Con la revolución marxista de 1967 en el sur de Yemen, los sacerdotes huyeron a Baréin y a los Emiratos Árabes Unidos, donde al igual que en el resto de los países del Golfo (con la excepción de Arabia Saudita) las iglesias aparecieron en el siglo XX.
La minúscula comunidad católica de Yemen está compuesta principalmente de expatriados, según monseñor Paul Hinder, jefe de la vicaría apostólica de Arabia del Sur.
Las otras dos iglesias católicas de Yemen se encuentran en los dos principales frentes de la guerra.
Una está en Hodeida, una ciudad a orillas del mar Rojo en poder de los rebeldes y la otra en Taez (sudoeste), rodeada por los hutíes. (I)