En estos días, he visto imágenes y videos de distintos hechos que evidencian una situación grave, específicamente en América Latina, la cual ya llegó a nuestro país. Las imágenes han sido captadas o grabadas en distintos lugares y circunstancias, con protagonistas diferentes. Las he observado en chats de Whatsapp de grupos no vinculados entre sí, pero las reacciones de sus integrantes son similares. Por eso, escribo al respecto.
El cura acorralado
El primer video al que haré referencia, muestra a un grupo de personas que rodea, acosa, empuja y, finalmente, golpea a un sacerdote dentro de la Catedral de Mangua, en Nicaragua. El sacerdote, que en algún momento se defiende, es rescatado por unos cuantos fieles, que interfieren cuando ya lo han golpeado. Pero la mayoría de los presentes tienen teléfonos móviles en alto, grabando el hostigamiento de aquella turba compuesta por mujeres niños y hombres jóvenes.
La capilla en llamas
Otra imagen, que alguien compartió en un grupo al que pertenezco, muestra una capilla que arde en Chile. Van más de treinta. En medio de los disturbios y protestas de ese país, la iglesia Católica se ha convertido en un blanco fácil, vulnerable.
La monja zarandeada
Por último, hablaré de un video captado aquí, en República Dominicana. Media docena de policías contra dos mujeres, zarandeadas, una arrastrada por el suelo, y otra a la cual la tiran de la ropa. En el video se oyen los gritos contra los policías a quienes una voz femenina acusa de abusadores. Una escena que recuerda el pasado cuando era común ver agresiones de uniformados contra ciudadanos indefensos. Pero recuerdo que, incluso en esa época, las monjas eran intocables. Pues esto cambió, también aquí. Una de las dos mujeres, arrastradas y zarandeadas por la Policía, es la religiosa María Toribio, directora del Colegio Nuestra Señora del Rosario, en El Seibo, donde estudié el nivel primario.
Solo manitas
Lo que más me alarma de todo lo que describo es que esas agresiones, como dije al principio, fueron compartidas en chats de grupos, donde apenas se produjeron reacciones de indignación, salvo en un chat, en los demás aparecían un par de manitas, que indican oración, nada más.
¿Y si nos toca?
Tras ver las imágenes, todos seguimos planeando fiestas navideñas, mandando mensajitos con citas bíblicas o frases. Y yo me pregunto, ¿qué diremos cuando nos impidan asistir a las misas? Cuándo nos agredan porque llevamos una cruz colgada en el pecho o en el vehículo. Cuando no podamos bautizar a nuestros hijos o enseñarles a rezar. ¿Reaccionaremos? ¿O seguiremos siendo cristianos de Whatsapp?