Los obispos de México han difundido un comunicado expresando su preocupación por los asesinatos de mujeres en el país, asesinatos que han suscitado grandes movimientos de protesta e indignación social en el país. «No son extrañas las protestas públicas, pues tan sólo a finales del 2019 se registraron 1006 víctimas de feminicidio», constatan los obispos.

La jerarquía católica del país propone prevenir y combatir esta violencia mediante la familia y la educación y la colaboración entre entidades sociales y públicas. A modo de ejemplo, la Iglesia, que ya dispone de una red de atención y ayuda a adictos a distintas sustancias, ofrece «nuestros Centros de Escucha y nuestros centros de atención a personas adictas para ofrecer atención a las víctimas de las violencias».  Esta red de centros católicos es en algunas zonas bastante amplia: en Michoacán, por ejemplo, hay 40 centros de escucha y 20 centros de rehabilitación para personas con adicciones.

Reproducimos a continuación el mensaje completo de los obispos mexicanos.

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EDUCAR EN LA PAZ, URGENCIA NACIONAL

Mensaje de los obispos de México, febrero 2020

El brutal asesinato de la joven Ingrid y de la pequeña Fátima, así como las muertes de una bebé llamada Karol y de Mayte Viridiana Aguilar, son crímenes que por su brutalidad nos han dejado perplejos y nos han llenado de dolor y tristeza. A sus papás, familiares, maestros y compañeros, nuestro consuelo y fortaleza, nuestra cercanía y aliento.

En este contexto de violencia, no son extrañas las protestas públicas, pues tan sólo a finales del 2019 se registraron 1006 víctimas de feminicidio.

Nos duele profundamente la violencia contra la mujer, que se ha expresado en un nuevo y agresivo rostro visible ante nuestros ojos, en una forma tan cruel que genera desconcierto, dolor, amargura, tristeza, llanto, indignación, impotencia y muchos deseos de venganza.

Ante esta realidad, los Obispos de México levantamos la voz, para dar palabra al dolor y a todos los afectados por él, pues el dolor que no habla gime en el corazón hasta que lo rompe, y deseamos ubicarnos desde la fe para que ofrezcamos presencia en palabras, diálogo y encuentro para abrirnos a la compasión. El grito de dolor de las víctimas de las violencias clama al cielo por justicia. Los cristianos no podemos permanecer indiferentes. Nos urge el celo profético de Jesús de Nazaret.

Esta realidad nos hace enfrentar una auténtica emergencia educativa pues hemos perdido los referentes básicos de la convivencia humana: la verdad, la bondad y la belleza. En México tenemos una visión muy estrecha de la educación, pues suele reducirse al marco de la institución escolar. No negamos la importancia de ella, pero no es suficiente.

Reconocemos la necesidad de una base educativa que implique la vida familiar. La indispensable instrucción sobre las ciencias, con la conciencia de que las disciplinas que se presentan en las escuelas, no pueden sustituir la educación que la familia puede dar.

La urgencia de justicia, paz y misericordia tiene que traducirse en estilos de vida y de desarrollo humano que posibiliten una vida digna para todos. Hoy, toda acción social, económica y política tienen que transformarse en un eje central del bienestar de la persona, antes que ideologías, discursos o estadísticas.

Todos somos corresponsables para resolver la crisis de humanidad que enfrentamos: la familia, la escuela, los medios de comunicación, las iglesias -entre otros- somos actores sociales que tenemos una responsabilidad en la misión de forjar una cultura de esperanza y de paz. Nuestros esfuerzos están invitados a sumarse a la responsabilidad del Estado en procurar la justicia y, con sus políticas públicas, respaldar la cultura de la esperanza y la paz.

Cómo Iglesia Católica en México, queremos comprometernos a impulsar la primera infancia como un urgente desafío para procurar, además de su protección, también su desarrollo humano, integral y solidario.

Confirmamos nuestro compromiso para hacerlo de manera más acelerada y seria, buscando garantizar que los niños y niñas, adolescentes, así como jóvenes mexicanos vivan con la mayor dignidad y calidad de vida.

También nos comprometemos a llevar nuestros Centros de Escucha y nuestros centros de Atención a personas adictas para ofrecer atención a las víctimas de las violencias a cada rincón del país, y ofrecer un esfuerzo por colaborar a restablecer el tejido social, hoy tan dañado, reconstruyendo a las personas y reconstruyendo la integración dentro de nuestra sociedad.

Hacemos un llamado a todos los creyentes y personas de buena voluntad para poner lo que está en nuestras manos e impedir que crezca y se extienda más la violencia, de manera muy especial les invitamos a todos a respetar a las mujeres y reconocer el derecho que ellas tienen, de promover su dignidad, garantizando su libertad e integridad en nuestra sociedad.

Que María Santísima, que sufrió la muerte de su Hijo Jesús, dé paz en el corazón y fortalezca a los familiares de Ingrid, Fátima, Karol y Mayte y a todos los hermanos y hermanas que sufren, Ella nos inspire a todos para sembrar la tolerancia, el respeto, la justicia, el perdón y la paz que necesita nuestro amado pueblo de México.

Con nuestra oración y bendición,
por los Obispos de México

+ Rogelio Cabrera López
Arzobispo de Monterrey y
Presidente de la CEM.

+ Carlos Garfias Merlos
Arzobispo de Morelia y
Vicepresidente de la CEM.

+ Alfonso G. Miranda Guardiola
Obispo Auxiliar de Monterrey y
Secretario General de la CEM.

+ Mons. Guillermo Ortiz Mondragón
Obispo de Cuautitlán y
Responsable de la Dimensión de Fe y Compromiso Social de la CEM.

+ Enrique Díaz Díaz
Obispo de Irapuato y
Responsable de Pastoral Educativa y de Cultura de la CEM.

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