Muchos profesores, sacerdotes y artistas ortodoxos reaccionan a la homilía del Patriarca Kirill sobre la guerra y las «invasiones morales» de Occidente. Tras ser inmediatamente censurados y sancionados en Rusia, sus llamamientos fueron difundidos por los fieles del Patriarcado de Moscú que viven en el extranjero. «El cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, está siendo desgarrado por las armas de los soldados rusos». El recuerdo de Solzhenitsyn, quien escribió: «No permitiría que mis hijos participaran en un conflicto con los ucranianos».

 La homilía «apocalíptica» del patriarca moscovita Kirill (Gundyaev) en el domingo del perdón ortodoxo dejó una marca profunda. En su discurso arremetió contra las «invasiones morales» de Occidente como en los tiempos medievales del sueño de la «Tercera Roma». Estas palabras, al igual que los discursos de Vladimir Putin, están desatando reacciones de numerosas personalidades de la Iglesia y de la cultura, laicos y sacerdotes, tanto en el país como en el extranjero.

Cientos de personas y representantes del clero en Rusia han redactado y adherido a estos llamamientos, pero se toparon con la censura y las sanciones. Por tanto, se congregó el  «mundo ruso» en el extranjero, emigrantes, ortodoxos, profesores y eslavistas. Un grupo autorizado de creyentes ortodoxos invitó a firmar un documento de la cuenta de correo myzamir2022@gmail.com («nosotrosporlapaz»), empezando por exponentes de la ortodoxia rusa de varios países, Francia, Alemania, incluso de la propia Rusia. Pero especialmente de Estonia, uno de los países más temerosos, ya que podría ser el siguiente blanco en la lista de las  «operaciones militares» de Putin para defender los intereses de Moscú.

Son profesores, sacerdotes y esposas de sacerdotes, simples feligreses, artistas y trabajadores de diversos sectores, que apelan al Patriarca Kirill porque «estamos bajo su responsabilidad canónica». Le ruegan que la utilice para intervenir ante los dirigentes de Rusia y «hacer que se detenga inmediatamente el baño de sangre…a usted, como Primado elegido por el Consejo local de Obispos, la Iglesia le ha delegado las tareas de este tipo».

Los autores del llamamiento esperan que Kirill escriba «palabras de consuelo para el pueblo ucraniano», formado por hermanos en la fe, porque «el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, está lacerado por las armas de los soldados rusos». Además, su deseo es que el patriarca escriba «una epístola a toda la Iglesia Ortodoxa Rusa», para explicar las razones de la paz incluso «a esa parte de los fieles y sacerdotes que lamentablemente apoyan la guerra… rezar por la victoria de los ejércitos rusos es inmoral».

Cerca de cincuenta eslavistas, historiadores y filólogos rusos, tanto nacionales como extranjeros, piden al gobierno y a las autoridades civiles y morales del país que detengan la guerra, porque «las trágicas consecuencias de los conflictos armados son bien conocidas». Incluso tras el cese de la acción militar, en la conciencia y en la memoria histórica de los países y pueblos implicados en estos conflictos perduran las heridas, que sangran por mucho tiempo y que no cicatrizan. Como consecuencia, “se alimenta la formación de estereotipos negativos que complican las relaciones de vecindad durante décadas».

Los intelectuales temen que la guerra tenga consecuencias trágicas para el pueblo ucraniano, que ya son evidentes, y lleve a Rusia «al aislamiento internacional y a la catástrofe económica y política», haciendo retroceder la historia varias décadas. Y, sobre todo, «la guerra causará y ya causa un daño irreparable a las relaciones científicas y culturales de Rusia con los países eslavos, borra la memoria de nuestro país como liberador de los eslavos del poder otomano y de la dictadura nazi. La guerra provocó la exclusión definitiva de la lengua rusa del espacio cultural ucraniano. La lengua rusa, la lengua de la gran cultura rusa, la lengua de Tolstoi, Dostoievski y Chejov, al convertirse en la lengua de la política de agresión, está perdiendo su prestigio en el mundo de manera estrepitosa».

A ellos se une en un sentido mensaje el más grande de los eslavistas europeos, el francés Georges Nivat, al que los propios rusos consideran como un auténtico mensajero de la cultura y el alma rusas. Recuerda las palabras de Aleksandr Solženitsyn, de quien fue amigo y colaborador, «que tenía un abuelo ucraniano que hablaba mal el ruso». En 1981, unos ucranianos de Toronto (Canadá), donde vivía exiliado, le preguntaron si creía posible un conflicto entre rusos y ucranianos en el futuro. El gran escritor respondió que «en mi corazón no hay lugar para este conflicto, ¡que Dios nos preserve de él! Nunca hemos llegado a este límite extremo, y no participaría en él por ningún motivo, no permitiría que mis hijos participaran en él, por mucho que las cabezas dementes se empeñen en convencernos».