A las 12.00 horas del domingo, el Santo Padre Francisco salió a la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano para rezar el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro para la habitual cita dominical.
El Papa comenzó su intervención recordando el evangelio del domingo que narra la parábola del hijo pródigo. «Nos lleva al corazón de Dios, que siempre perdona con compasión y ternura, siempre. Dios siempre perdona, somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón pero Él siempre perdona. Nos dice que Dios es Padre, que no sólo acoge, sino que se alegra y celebra a su hijo, que ha vuelto a casa después de haber dilapidado todos sus bienes. Nosotros somos ese hijo, y es conmovedor pensar en cuánto nos ama y espera siempre el Padre», afirmó el Pontífice.
Francisco prosigue con la parábola y se mete en la escena, en este caso en el personaje del hermano mayor que recrimina al padre que celebre un banquete para el hijo «pródigo», mientras que a él, siempre cumplidor, nunca le ha hecho algo similar. El Papa señala que «en la relación con el Padre basa todo en la pura observancia de los mandamientos , en el sentido del deber. También puede ser nuestro problema, nuestro problema entre nosotros y con Dios: perder de vista que Él es Padre y vivir una religión lejana, hecha de prohibiciones y deberes. Y la consecuencia de esta distancia es la rigidez hacia el prójimo, que ya no se ve a sí mismo como un hermano».
En este punto de la parábola, insiste el Papa, «el Padre abre su corazón al hijo mayor y le expresa dos necesidades, que no son mandatos, sino necesidades del corazón: «Teníamos que celebrar y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha venido volver a la vida». A ver si también nosotros tenemos en el corazón las dos necesidades del Padre: celebrar y alegrarnos».
El Santo Padre añadió, que «quien se ha equivocado, a menudo se siente reprochado por su propio corazón; la distancia, la indiferencia y las palabras ásperas no ayudan. Por eso, según el Padre, es necesario ofrecerle una calurosa acogida, que le anime a seguir adelante». «¿Y qué hay de nosotros? Buscamos a quien está lejos, ¿queremos festejar con él? Cuánto bien puede hacer un corazón abierto, una verdadera escucha, una sonrisa transparente», subrayó el Papa.
Ante la conversión o arrepentimiento del prójimo, según el Padre, «debemos regocijarnos». El sucesor de Pedro hizo hincapié en que «quien tiene un corazón sintonizado con Dios, se regocija cuando ve el arrepentimiento de una persona, por muy graves que hayan sido sus errores. No permanece firme en los errores, no señala con el dedo el mal, sino que se regocija en el bien, ¡porque el bien del otro también es mío! Y nosotros, ¿sabemos ver a los demás así?».
El Papa califica la guerra como un acto bárbaro y sacrílego
Tras el rezo del Ángelus, el Papa hizo un breve comentario, como acostumbra desde que estalló la guerra, sobre la situación en Ucrania. «Ha pasado más de un mes desde el inicio de la invasión de Ucrania, desde el inicio de esta guerra cruel y sin sentido que, como toda guerra, representa una derrota para todos, para todos nosotros. Hay que repudiar la guerra, lugar de muerte donde los padres y las madres entierran a sus hijos, donde los hombres matan a sus hermanos sin siquiera haberlos visto, donde los poderosos deciden y los pobres mueren», dijo Francisco.
El Papa afirmó haber leído que «uno de cada dos niños ha sido desplazado del país desde el comienzo del ataque a Ucrania. Esto significa destruir el futuro, causando un trauma dramático en los más pequeños e inocentes de nosotros. ¡Aquí está la bestialidad de la guerra, un acto bárbaro y sacrílego!»
También insistió en que «la guerra no puede ser algo inevitable: ¡no debemos acostumbrarnos a la guerra! En cambio, debemos convertir la indignación de hoy en el compromiso de mañana. Porque, si salimos de esta historia como antes, todos seremos culpables de alguna manera».
«¡Rezo para que todos los líderes políticos reflexionen sobre esto, se comprometan con esto! Y, mirando a la atormentada Ucrania, comprender que cada día de guerra la situación empeora para todos», añadió el Papa, quien volvió a hacer un llamamiento para pedir el cese de las armas: «basta, paren, cállense, ¡tratemos en serio por la paz! Rezamos de nuevo, sin cansarnos, a la Reina de la Paz, a quien hemos consagrado la humanidad, especialmente Rusia y Ucrania, con una gran e intensa participación, por la que a todos os doy las gracias. Oremos juntos», sentenció Francisco.