Pregunten al sabio rabino, ¿por qué si la ley de Moisés dice “esta cosa es abominación, será condenado a muerte” ningún creyente, ni el judío ni el cristiano, agarra a piedra al que lo hace? Porque desde el sabio Jesús, conversando con el rabino Jonathan ben Zakkai, el padre de la Mishná, tenemos la respuesta correcta.

Moisés recibió la ley, estando en gran estado de pureza, meditando y en ayuno, al margen de toda maldad. Su mente humana e imperfecta alcanzó a entender lo que pudo, y escribió las tablas de la ley. Pero cuando bajó de la montaña, los encontró adorando un becerro de oro, en la lujuria y en la iniquidad.

ROMPIÓ LAS TABLAS, lleno de ira y de rencor, y cual Papa ensoberbecido, empezó infalible a pontificar: “muerte, muerte, muerte. Este ser indigno no merece la bondad”. Entonces les dio una ley humana, que hizo pasar por divina, consumido por su arrogancia, creyendo que su sentido común, era la voz de Dios.

Luego vino el sabio maestro, el más grande judío de la humanidad. Jesús el santo, el nazareno, a enseñarnos a ver la verdad. En Mateo 12 se le acercan hombres solteros, preguntan si se deben casar, dicen que la mujer pone mucho problema, y que ellos no sienten la necesidad. Jesús adivina su pensamiento, lee en sus palabras su verdadera intención. De la nada les empieza a hablar de los eunucos, diciéndoles con compasión: recuerden que hay varias clases de eunucos. Los que vienen así del vientre de mamá. Los que el hombre hace eunucos. Y están los que se hacen eunucos, para seguir por Dios la verdad. Está hablando de los gays, que nacen así de mamá. Luego habla de los castrados, fruto del hombre y su iniquidad. El otro es el sacerdote, quien lo hace por libertad.

Pero luego vino San Pablo, y volvió a decir abominación, cuando Jesús nunca dijo nada sobre yacer con hombre como con mujer. Porque lo que entra al cuerpo no importa, sino lo que sale de él. Porque de nada sirve ser circunciso, si no está circunciso el corazón.

Fue Pablo, el desobediente, a quien San Pedro regañaba, por predicar su propio evangelio. Está en Hechos y en Gálatas: “¿de dónde sacas este evangelio?, ¿de dónde viene tu autoridad? Tú lo viste en un sueño, pero yo viví junto a él. Y después de resucitado, un año entero conmigo pasó. Pero tú vienes a predicar, lo contrario de lo que él me enseñó: a no rechazar a nadie, a amar a los otros como él me amó”.

La biblia hay que saber leerla, para no caer en error. La biblia también nos dice, que podemos tener esclavos, y hoy día más de un negro es pastor. También nos dice que la mujer no puede opinar ni votar, esa parte no la leyó la diputada de papá y mamá.

Fue un nazi de la edad media, el señor Martín Lutero, que odiaba a los judíos, y que inspiró a Hitler, quien dijo el gran disparate, de que era un libro perfecto, sin contradicciones ni error. Hizo de un libro su ídolo, y a los humanos los hizo Dios. Por supuesto que tiene errores, fue escrito por seres humanos, y la sabiduría de Dios, no cabe en cabeza de hombre. No ha existido genio en la ciencia que descubra todas las leyes. Es un proceso continuo, de permanente corrección.

Ahora tú, ideólogo de género, no cantes victoria tan fácil, porque tú y el cristiano, comparten la misma visión. Cometen el mismo error, desde orillas diferentes. El cristiano dice: puedes escoger no ser gay. Pero esto es contradicción. Si naces entonces no escoges; y si puedes escoger, no hay cabida a la discusión. El ideólogo de género dice “no se hace sino que se hace”, escoge ser hombre hoy, mañana puedes ser mujer. Ambos se equivocan, son un falso dilema. El gay nace y no se hace, y al igual que el transexual, no cambia ni puede escoger.

Razón tiene Claudia López, pero al igual que el ideólogo, la soberbia no deja ver la verdad: la dignidad humana, no se somete a votación, ni se demuestra científicamente. Razón tienes, Claudia. Descubrimos el ADN después de liberar al negro, descubrimos que él fue primero, en las sabanas del África, antes que el blanco en las montañas europeas.

No puede ser pecado lo que traemos al nacer. No es pecado el color de los ojos, ni tampoco el de la piel. No es pecado nacer feo, aunque algo podemos hacer. No nace en virtud el inteligente, ni es pecado no ser él. La bonita que es antipática, el inteligente sin humildad, valen menos que ser constante, y que el alma llena de bondad.

No está mal ser de una forma, cuando se viene así del vientre de mamá, lo dijo Cristo en Mateo 12 y lo prueba la ciencia hasta la saciedad. Nadie lo sabe porque a nadie importa. No le importa al homofóbico, ni le importa al ideólogo, temeroso de ser anormal.

Amigo gay, amiga lesbiana, amigo y amiga trans, no temas la ciencia que te justifica, tu causa es justa, y la ciencia dice siempre la verdad. Nacer gay, nacer lesbiana, es la evolución de la humanidad. Le pasa a las especies avanzadas, le pasa a hormigas, abejas y termitas, la rata topo y al homo sapiens, que tienes sus gays y sus trans. En la biología tiene un nombre, se le llama Eusocialidad.

El cristiano y su ciencia bíblica, y el ideólogo con su ideología del error, no pueden ganar el debate, contra la biología del amor.

Reto públicamente a debate académico a quien quiera esto refutar. Al cristiano le debato la biblia, la historia, la ciencia y la moral. Y al ideólogo de género, su epistemología de Marx. Reto a Claudia y Angélica, las de la cartilla que no hace mal. Les mostraré el gran daño que ya está haciendo en la USA y el Canadá. Reto a Oswaldo Ortiz y a la diputada. Los escuderos de papá y mamá. Me pica más discutir con estos, soy religioso y tengo prima trans.

Querida Claudia, querida Angélica, para entender las diferencias de personalidad, no hace falta la pseudociencia, ni hacer de la astrología legalidad. Baste la enseñanza del gran maestro, el Cristo divino de la bondad: ama a Dios sobre todas las cosas, si no te gusta ese nombre, llámalo La Verdad, y ama tu prójimo como a ti mismo, se tolerante, como la virtuosa diputada se niega predicar.

No hagas en otros lo que no quieras que hagan contigo. La regla de oro, la salvación de la humanidad.