En fechas recientes se han registrado tres graves ataques anticristianos en los territorios gobernados por la Autoridad Palestina (AP). Pero no han tenido la menor repercusión en los medios internacionales –ni en los israelíes– porque no Israel no ha estado implicado.
El 25 de abril, los aterrorizados residentes de la aldea cristiana de Yifna, próxima a Ramala, pidieron protección a la AP luego de ser atacados por musulmanes armados. La violencia estalló después de que una mujer de la localidad interpusiera una denuncia ante la Policía contra el hijo de un destacado cabecilla de Fatah [el partido del presidente de la AP, Mahmud Abás] que atacó a su familia. Como consecuencia, decenas de pistoleros de Fatah acudieron a Yifna, dispararon cientos de tiros al aire y arrojaron bombas incendiarias mientras proferían todo tipo de maldiciones, causando graves daños materiales. Fue un milagro que nadie muriera o resultara herido.
Pese a las peticiones de socorro de los habitantes de Yifna, la Policía de la AP no intervino durante las horas de marasmo. Ni realizó una sola detención. Un dato muy interesante: los vándalos exigieron a los aldeanos el pago de la yizia, un impuesto especial que históricamente se imponía a los habitantes no musulmanes de territorios sometidos a régimen islámico. Las más recientes víctimas de la yizia han sido las comunidades cristianas de Irak y Siria en las zonas controladas por el ISIS.
El segundo incidente se produjo en la noche del pasado día 13. Unos vándalos penetraron en una iglesia maronita de Belén, la profanaron y robaron objetos de gran valor, cámaras de seguridad incluidas.
Tres días después le llegó el turno a la iglesia anglicana de la aldea de Abud, al oeste de Ramala. Los maleantes cortaron la valla del recinto, rompieron las ventanas e irrumpieron en el templo, que profanaron y de donde igualmente sustrajeron objetos de gran valor.
Como en los dos incidentes previos, no se produjo una sola detención.
Según consta en su página de Facebook, se trata de la sexta ocasión en que esa iglesia maronita de Belén es objeto de robo y vandalismo; en 2015 padeció un incendio que provocó cuantiosos daños y la obligó a cerrar durante un largo periodo de tiempo. Aunque el mismísimo presidente de la AP, Mahmud Abás, estuvo presente en la ceremonia de reinauguración del templo, el pasado 24 de diciembre, el referido incendio, así como otros actos de vandalismo y latrocinio, no recibió cobertura en los medios palestinos. De hecho, se ha impuesto el secreto de sumario en numerosos casos de este tipo.
Es improbable que las más reciente oleada de ataques lleve a la detención, menos aún al encausamiento, de sospechoso alguno. Lo único que le interesa a la AP es que estos sucesos no lleguen a los medios. Fatah ejerce gran presión sobre los cristianos para que no den cuenta de los actos de violencia y vandalismo que frecuentemente padecen, pues ese tipo de publicidad dañaría la imagen de la AP como agente capaz de proteger la vida y las propiedades de los cristianos que viven sometidos a su régimen. Aún menos quiere la AP ser retratada como una entidad radical que persigue a las minorías religiosas, pues podría tener repercusiones negativas en la masiva ayuda internacional, particularmente europea, que recibe.
Aunque evitan decirlo en público, muchos de los cristianos residentes en los territorios controlados por la AP temen –con muy buenas razones– que la violencia musulmana contra ellos no haga sino crecer. Sus temores no hacen sino cobrar fuerza ante el clamoroso silencio de los medios occidentales (e israelíes) respecto de la desaparición de la minoría cristiana de la AP y de las tierras islámicas en general, en llamativo contraste con la integración de la creciente y próspera comunidad cristiana de Israel.
Los cristianos del mundo occidental deben exigir a la AP que detenga a los sospechosos de los más recientes ataques y empiece a vigilar los lugares cristianos de culto. La ignorancia de los lamentos de los cristianos residentes en la AP sólo puede conducir a la extinción del cristianismo en su lugar de nacimiento.
© Versión original (en inglés): BESA Center
© Versión en español: Revista El Medio