En la llamada vía dolorosa, recorrido de la ciudad vieja de Jerusalén que recuerda el camino que habría seguido Jesús desde su prendimiento hasta que fue crucificado y sepultado, se suceden los cánticos y oraciones en lenguas diversas en cada estación de esta vía crucis, el camino de la cruz.
En estas estrechas y antiguas calles de piedra, ajena al bullicio y los comercios de la ciudad vieja, la emoción de los peregrinos es palpable.
A muchos peregrinos venir a Jerusalén les reconforta en su fe. La sensación de pisar las mismas piedras sobre las que caminó Jesús es real y sobrecogedora.
En nombre de la iglesia católica, los franciscanos custodian los lugares sagrados de Tierra Santa, junto a otras iglesias cristianas. Uno de los sitios más venerados en estos días de Semana Santa es el Cenáculo, la sala donde se considera que Jesús lavó los pies a sus discípulos y cenó con ellos antes de ser apresado. Los franciscanos fueron expulsados de este convento en el siglo XVI y lugar es administrado hoy por Israel. Dolorosamente, los franciscanos realizan celebraciones en él solo en Jueves Santo y en pentecostés.
La Iglesia del Santo Sepulcro corona el Via crucis. En el interior de esta basílica, también destruida y construida varias veces, se encontrarían los restos del monte Gólgota, donde Jesucristo fue crucificado, y el sepulcro nuevo en el que fue colocado su cuerpo.