No importa su orientación sexual o expresión de género, las personas LGBT+ también pueden llevar una espiritualidad plena. Ellos son un ejemplo.
¿Cuántas veces no hemos escuchado las expresiones «todos debemos creer en algo» o «todos somos creyentes cuando el taxista se va por una ruta diferente»? Los países latinoamericanos se caracterizan por estar muy apegados a las creencias y costumbres establecidas por las religiones, especialmente por el cristianismo. Y algunas de las religiones más extendidas por el mundo se oponen a cualquier práctica homosexual.
Este problema puede afectar a los integrantes de la comunidad LGBT+ que profesan alguna fe que tacha cualquier acto fuera de la heteronormatividad. Para entender un poco más cómo viven su espiritualidad, Homosensual entrevistó a algunas personas LGBT+ que profesan alguna creencia.
«Soy una persona de fe».
María creció en el seno de una familia conservadora y católica, por lo que siempre llevó una vida apegada a los preceptos establecidos en la Biblia. Sin embargo, desde una temprana edad se percató de su atracción por hombres y mujeres. Este era un gusto que no podía hablarlo fácilmente con sus seres queridos. A pesar de que el libro sagrado del cristianismo prohíbe cualquier conducta homosexual, para ella no fue impedimento para asistir todos los domingos a misa y creer en Dios:
«Mi mamá me decía que si Dios me hizo mujer, tenía que estar con un hombre. Después de un tiempo aprendí que no podía cambiar un gusto u orientación. Soy una persona de fe, asisto cada domingo a misa y sé que eso [su bisexualidad] no afecta en mis creencias religiosas».
«Mi orientación no afecta mi relación con Dios».
Para Sergio, un joven abiertamente gay, no ha sido nada fácil hablar de su orientación sexual con su familia. Ellos son evangélicos, una rama del cristianismo mucho más conservadora que el catolicismo. Aunque su familia le ha expresado su amor, Sergio siente que ellos aún no aceptan del todo su homosexualidad. Sin embargo, él ha encontrado un «refugio» en Dios a través de las pláticas (u oraciones) y de la asistencia frecuentemente a la iglesia:
«No me hice gay por un pecado ni porque el diablo me convirtiera en eso, aunque tampoco aseguro que Dios me haya hecho así. Simplemente así nací, así soy y así he aprendido a vivir. Considero que mi orientación no afecta mi relación con Dios. Si en algún momento me siento mal y necesito consuelo, lo hablo con Él. Es ahí cuando me siento mucho mejor porque sé que me escucha y que me ama por quién soy y no por cómo soy».
«Dios no se fijaría en mi orientación sexual».
Adrián es un ingeniero que salió del clóset desde la adolescencia. Al igual que muchas personas, nació en una familia católica, por lo que él llevó una vida muy apegada a la religión. No obstante, también sabía que la homosexualidad no era bien vista por la religión, por lo que siempre trató de negar su orientación. Con el paso del tiempo, aceptó que la diversidad sexual no es algo malo ni de qué avergonzarse. Esto le permitió creer que Dios no se fija en la orientación de una persona, sino en las buenas acciones:
«Yo era muy católico. Cuando asumí que era gay, traté de no pensar en los hombres. Pero cuando me informé sobre mi homosexualidad, supe que Dios no se fijaría en mi orientación sexual, sino en que yo sea una buena persona, y sé que lo soy. Sin embargo, si Él se fijaría en un solo ‘pecado’ que en todas mis buenas acciones, creí que no valía la pena».
«¿No se supone que es un Dios de amor?».
Desde que Leslye aceptó ser lesbiana creyó que no podría mantener una relación con «un Dios vengativo». Para la joven estudiante de arquitectura, resultaba ilógico que el «ser más justo y amoroso del universo» destruyera ciudades bíblicas como Sodoma (de donde viene el término ‘sodomita‘) y Gomorra, y que condenara la homosexualidad. Estos argumentos, más los diversos escándalos en los que se ha visto inmersa la iglesia católica, fueron suficientes para terminar su vida como creyente:
«¿Cómo podía creer en un ser vengativo y que destruyera a todos los que no hacían lo que él quería? ¿Qué no se supone que es un Dios de amor? Para mí es bastante ilógico, por eso poco a poco perdí el interés en llevar una vida espiritual. Actualmente llevo una buena vida, y me siento feliz y libre sin alguien que me diga cada domingo: “Te irás al infierno por ser así”».
«Trato de llevar una vida buena».
Las personas LGBT+ pueden llevar una espiritualidad como la del resto de la población. Para Miguel es importante que él y su pareja lleven una vida siguiendo los mandamientos establecidos por la Biblia. Además, constantemente agradece a Dios por todas las ‘bendiciones’ que le ha otorgado. Para él, ser gay nunca ha representado un reto o un impedimento para llevar una vida recta, según los preceptos de Dios.
«Le digo a mi pareja que tenemos que ir los domingos a misa para agradecer a Dios por lo que tenemos. Nosotros no buscamos agradar a las personas, vamos a ver a Dios y a agradecerle […] Para mí, ser gay no debe estar peleado con la religión».
Aunque el cristianismo no sea una religión abierta a la diversidad sexual, existen otras religiones que no condenan la homosexualidad. Sin embargo, es importante que en todas exista el respeto y el amor al prójimo, sin excluir a nadie por su orientación sexual.