El Papa Francisco está mucho más interesado, y lo vemos en todo momento, por la política que por la situación de la Iglesia que atraviesa una de las crisis más profundas de su historia.

Son muchos los que piensan que el problema es la división, comentada cada día, entre ‘progres’ y ‘carcas’ pasando por alto los verdaderos problemas de fondo. Asistimos a un fenómeno global de descristianización que es muy agudo en Europa y en Estados Unidos pero no es ajeno al resto del mundo. La crisis está llevando a la desaparición de la Iglesia Católica en muchos ámbitos, sociales y geográficos, que todos conocemos. La falta de fe es evidente y es el problema verdadero que está vaciando las iglesias y monasterios de medio mundo. La respuesta a este fenómeno es inexistente y vivimos en la iglesia momentos de resignación ante un final anunciado. Es evidente que hay brotes verdes pero son precisamente estos los que al Papa Francisco no le gustan. El Papa Francisco es el primero que ha tirado la toalla  y se suma a tendencias en vías de extinción. Creemos que es imposible que desconozca la realidad y por tanto estamos ante una estrategia medida. En Italia crecen las confesiones evangélicas y los pocos que buscan un poco de espiritualidad es evidente que no la encuentran en la actual iglesia católica.

Cuando generalizamos corremos el riesgo de olvidar aspectos importantes que existen. Los obispos están aplicando la estrategia del silencio porque tienen mucho que perder y muy poco que ganar, nos referimos a este mundo caduco. Lo que está sosteniendo a los católicos que quedan es un buen número de sacerdotes que atienden con dedicación a sus fieles y viven consciente intentando alejarse de la confusión reinante. Los partidarios, pocos y flojos, de las ideas francisquistas se pasan la vida en encuentros, conferencias, convenios…, ampliamente divulgados por los medios oficiales, en donde brilla la ausencia de fieles a los que no interesa los más mínimo toda esta locura sin pies ni cabeza en la que nos encontramos. Los obispos se pasan la vida, regresando a los tiempos pre tridentinos, ausentes de sus sedes en las que tenemos la sensación de que se sienten muy incómodos. Por supuesto que no están dispuestos a renuncias a las rentas de las que viven con holgura y que les permite vestir sus ausencias de piadosas razones.

Creemos que hay un fenómeno que nos está ayudando a todos a vivir estos momentos, sin duda dramáticos, con tranquilidad y buen humor. Medios como el nuestro están aglutinado una resistencia que cuenta con pocos años y mucho entusiasmo. Abundan los sacerdotes y fieles que saben que todo esto es un pollo son cabeza que va al precipicio. Siguen quedando muchos católicos que puede parecer que son minoritarios, todo hoy lo es, que siguen luchando y queriendo a su iglesia y que no están dispuestos a traicionar la fe que han recibido de sus mayores.

El rector de la conocida iglesia romana de Santa Trinità dei Monti ha sido nombrado arzobispo del principado de Mónaco.

Los legionarios de Cristo empiezan su capítulo general con la sombra alargada de los escándalos por abusos.

El Papa Francisco envía un mensaje a Davos en su más puro estilo político.

Dani Rodrik, un economista turco entra en la academia pontifica de las ciencias. Defensor de la globalización y creador de la teoría de la destrucción creativa. Defiende la creación de un gobierno global tecnócrata que pueda imponer a todos las mismas reglas como condición para que su sistema funcione. La mayor parte de países no quiere renuncias a su soberanía nacional y todo esto no dejar se ser un brindis al sol. El Papa Francisco es un gran admirador y defensor de estas teorías que llegan con su sombra alargada a la iglesia.

El ayuntamiento de Roma dice que es imposible contar los inmuebles de la Iglesia y que esto dificulta el coro de impuestos.

Algunos comentarios sobre la desaparecida viña del Papa Benedicto que ahora nos dicen que será replantada en otro sitio.

«¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?»

Buena lectura.