•  Un estudio indica que el mármol que lleva la “inscripción de Nazaret”, un texto misterioso del siglo primero ligado a la resurrección de Jesús, se extrajo en Grecia y no en Tierra Santa
  • Nuevo estudio isotópico desmiente que un texto griego contra la profanación de tumbas fuera la primera prueba de la resurrección de Cristo.

Tras un siglo de debate, un equipo internacional de científicos ha usado por primera vez una prueba de tecnología punta con isótopos para identificar el origen de un mármol con una inscripción que algunas escuelas cristianas señalaban como la primera prueba física de la cristiandad.

La llamada “inscripción de Nazaret” es un edicto imperial griego de 22 líneas en contra de la profanación de tumbas. Fue descubierto en París en 1925 sin que su lugar de origen estuviera probado. Se encontró tan solo una anotación en un diario del fallecido propietario Wilhem Froehner, en la que se leía “mandado desde Nazaret en 1878”.

Sin embargo, gracias a los avances tecnológicos, se ha podido indagar mejor en su origen al averiguar con precisión de dónde procede el mármol en el que está tallado el texto. Y, al parecer, es de la isla griega de Kos y de Nazaret, en Tierra Santa.

El artículo académico que lo divulga fue publicado hace pocos días en la revista Journal Archaelogical Science por profesores de las universidades estadounidenses de Oklahoma, Harvard y la francesa Lorraine.

La inscripción de Nazaret mide 60 centímetros de alto, 37.5 centímetros de ancho y 6 de grosor. Sobre la piedra están escritas 22 líneas de texto que los estudiosos, hasta ahora, habían interpretado como ligadas a la resurrección de Jesús. El edicto fue traducido del latín al griego y decía que un emperador romano sin nombrar amenazaba con terribles consecuencias a quien perturbase los cadáveres de sus tumbas.

Según el historiador francés Michael Langlois, de la universidad de Lorraine, esta inscripción es de especial interés para la cristiandad porque condena la profanación de tumbas y levantamiento de cuerpos, ya que, en el Evangelio según Mateo, el primer libro del Nuevo Testamento, los sacerdotes del Templo judío sugerían que la tumba vacía de Jesús (capítulo 28 versículo 13) era el resultado de que sus discípulos se habían llevado el cuerpo durante la noche.

La idea de la profanación de cuerpos se presenta como una excusa frente a la desaparición del cadáver por aquellos que rechazaban el argumento de la resurrección. De modo que, si un gobernante romano de aquellos tiempos condenaba tal actividad, es tentador conectarla a la historia bíblica e incluso sugerir que fue escrita precisamente por la resurrección de Jesús, según exponía Langlois.

Los paleógrafos datan la inscripción entre el primer siglo antes de Cristo y la primera mitad del primer siglo después de Cristo.

Hoy en día el objeto se guarda en la Biblioteca Nacional de Francia, pero hasta la muerte del coleccionista Froehner en 1925 el mundo desconocía su existencia.

Si se entiende que la inscripción fue escrita después de los primeros 50 años de la era común, esta estimación sería previa a la primera referencia de la vida y muerte de Jesús en el Nuevo Testamento, y en tal caso podría ser la primera prueba física de la resurrección de Cristo.

Desde el descubrimiento de la inscripción de Nazaret en 1925 ha habido dos escuelas de pensamiento predominantes: una decía que la piedra fue extraída y tallada en Nazaret y reflejaba las preocupaciones de la cristiandad temprana y la otra que la piedra no tiene nada que ver con el lugar de nacimiento de Cristo.

Y, según apunta la ciencia, ésta última es la conclusión del estudio isotópico.

Sin embargo, es importante recordar pocos días después de la celebración de la resurrección de Cristo, que ésta es uno de los mayores actos de fe de los cristianos del mundo.