Todo lo que conocemos sobre la vida y la obra de Jesús y su entorno proviene de una sola fuente: los Evangelios, que forman parte de la Biblia.
Pero, la Biblia ¿es un libro? Respuesta: No, no lo es.
La palabra Biblia del latín biblĭa, y este del griego βιβλία: biblía «libros» es un conjunto de libros que el judaísmo y el cristianismo consideran sagrados y de inspiración divina. Ellos registran la relación entre Dios y la humanidad. Es decir que la Biblia es una “biblioteca” y no un solo libro. Mucha atención al término “inspiración”: significa que no fue escrita por la mano directa de Dios, sino que fue inspirada por Dios a hombres como nosotros. Es decir, ante determinados hechos de la historia, ciertas personas debieron dar una respuesta teológica para comprender esos eventos y el papel que Dios jugó en ellos.
Para los cristianos posee dos cuerpos: El antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. También se utiliza el término antigua Alianza y nueva Alianza ¿y porque no “testamento” como escuchamos siempre? Porque el término alianza hace referencia a un convenio que se establece entre dos o más partes para lograr un determinado propósito o fin, y pone uno frente al otro para realizar dicho acuerdo. En cambio el “Testamento “es alguien que otorga y otro que recibe, permaneciendo el receptor en un acto pasivo.
Son varias las alianzas que Dios hará con el Israel. Por ejemplo, con Noé tras el diluvio, que leemos en Génesis 9:33; la alianza con Abrahán, en Génesis 17:5; y la más importante en el libro del Éxodo (cap. 20) donde Dios entregará los mandamientos. En Génesis 34:10, además señala: “Yahvé dijo: ahora mismo quiero firmar una alianza: voy a realizar, delante de todo este pueblo, prodigios como no los hubo jamás en ningún país y para ningún pueblo. Y todo este pueblo que te rodea verá las obras de Yahvé, pues serán cosas asombrosas las que haré contigo”.
La Tanaj o el Antiguo Testamento
Para el judaísmo, los libros sagrados se unen en la Tanaj, que está formada por 24 libros y se divide en tres grandes grupos: la Torah (Pentateuco), los Nevi´im (Profetas) y los Ketuvim (Escritos). Estos textos y otros conformarán el Antiguo Testamento de los cristianos.
La Torah está compuesta por los libros del Génesis, Éxodo, Levítico, Números y el Deuteronomio. Los Nevi’im está compuesto por los libros de Josué, Jueces, Samuel (I Samuel y II Samuel) , Reyes (I Reyes y II Reyes), Isaías, Jeremías, Ezequiel y El libro de los 12 profetas menores, los cuales son Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías y Malaquías. Y los Ketuvin: Salmos, Proverbios, Job, El Cantar de los Cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés, Ester, Daniel, Esdras- Nehemías (forman un solo libro) y Crónicas (I Crónicas y II Crónicas).
Esta lista o canon de libros de la Tanaj quedó establecida definitivamente para el judaísmo en el siglo II de la era cristiana por los rabinos que habían fundado una escuela en Jamnia y habían escapado de la destrucción de Jerusalén en el año 70. Pero dejaron algunos libros fuera de la lista. A estos libros que no fueron incorporados se los llamó deuterocanónicos, palabra que proviene del griego y significa: déuteros “segundo” o “posterior”; y kanonikós “perteneciente a una regla”. Dichos textos habían sido incluidos por un grupo de maestros en la Tanaj en el siglo II a. C. pero los rabinos de Jamnia no los consideraron inspirados.
Acá abrimos un paréntesis para aclarar un tema. La Iglesia católica y la ortodoxa sí tomarán los textos deuterocanónicos y serán incorporados en los libros del Antiguo Testamento. Esto significa que es decir que las biblias católicas y ortodoxas poseen 7 libros más que la Tanaj hebrea y quedará con 46 libros en lugar de 25, los cuales son: Tobas, Judith, 1 y 2 de Macabeos, Sabiduría, Eclesiástico y Baruc. Martin Lutero al plantear su reforma, quitará estos 7 libros. Y aquí una de las diferencias entre las biblias católicas y las biblias de la reforma. Cierro el paréntesis.
Los libros de la Tanaj no fueron escritos desde su comienzo sino que durante siglos las historias se transmitieron oralmente hasta que se registraron. Los numerosos pergaminos con sus diversas narrativas individuales se fueron organizando para luego combinarse en varios libros que, con el paso del tiempo; se juntaron todos en un solo volumen.
El Nuevo Testamento
Con el Nuevo Testamento ocurrió lo mismo que con la Tanaj. Las tradiciones fueron transmitidas inicialmente a través de relatos orales comentando la vida y obra de Jesús, algunos de los cuales se pusieron por escrito décadas después. La composición de estos libros se fijó poco a poco en los primeros siglos del cristianismo y a comienzos del siglo V, la Iglesia de occidente bajo el pontificado de Inocencio I reconoció un canon bíblico el cual había sido establecido previamente en varios sínodos regionales como fueron el concilio de Roma en el año 382, el sínodo de Hipona en el año 393, y los sínodos de Cartago en los años 397 y 419.
Estos libros canónicos quedarán compuestos por cuatro Evangelios canónicos, los Hechos de los Apóstoles, las cartas de Pablo de Tarso, siete cartas católicas (en el sentido griego de la palabra, es decir “universal”) de diversas atribuciones y el Apocalipsis.
La palabra “Evangelio” proviene del griego y significa: εὐαγγέλιον = euangelion, que en una tradición libre se puede leer como “buena noticia”. Estos textos nos relatan la historia de Jesús de Nazaret, su vida, obras, muerte y resurrección. Son 4: Marcos, Mateo, Lucas y Juan. Los textos de los evangelistas Marcos, Mateo y Lucas están estructurados en gran parte en paralelo y en muchos pasajes de los textos hay coincidencias literales. Eso nos lleva a pensar que los tres evangelistas utilizaron como referencia una misma fuente, conocida como “Evangelio Q” de quelle, que en alemán significa “fuente”. Algunos sostienen que este “Evangelio Q” era solo una colección de dichos sin conexión, hoy se podría decir una recopilación de “Aforismos de Jesús”. Pero esta teoría del “Evangelio Q” últimamente se ha puesto en duda por diferentes estudiosos. Debemos tener en cuenta que el Evangelio de Lucas continuaba con los Hechos de los Apóstoles, siendo un solo libro, pero al que le fue interpuesto el Evangelio de Juan, que no solo ofrece un esquema diferente sino que también utiliza otras fuentes. Sólo en la pasión de Jesús los cuatro evangelistas se apoyan en la misma tradición.
El libro de “Los hechos de los apóstoles” narra la fundación de la Iglesia cristiana y su expansión por el imperio romano.
Las cartas de Pablo de Tarso o cartas paulinas son un conjunto de trece cartas escritas o atribuidas a san Pablo y redactadas en el siglo I. Estas cartas fueron aceptadas por todas las Iglesias y son para el cristianismo una fuente de pensamiento y de espiritualidad muy importante y muy esclarecedora de muchos conceptos sobre el cristianismo.
Pero acá ocurre que algunas son auténticas, escritas por Pablo, pero otras son escritas por personas asociadas a Pablo o a su escuela de pensamiento. Las escritas por él son: Primera carta a los tesalonicenses, la carta a los filipenses, la primera carta a los corintios, la segunda carta a los corintios, la carta a los gálatas, la carta a Filemón y la carta a los romanos. Y en las que hay dudas sobre la autoría de Pablo son: la segunda carta a los tesalonicenses, la carta a los colosenses, la carta a los efesios, la primera carta a Timoteo, la segunda carta a Timoteo, la carta a Tito. En referencia a estas últimas podemos citar a uno de los más prestigiosos estudiosos del Nuevo Testamento, Günther Bornkamm, profesor en la universidad de Gotinga de 1949 a 1971 y profesor de Nuevo Testamento en la universidad de Heidelberg. En su libro “Pablo de Tarso” (ediciones Sígueme) leemos:
“Este fenómeno de recurrir a un pseudónimo no puede ser juzgado sin más conforme a los criterios de la literatura moderna. En la antigüedad no habían aparecido todavía criterios tales como los de ‘propiedad intelectual’, ‘cualidad de autor’, ‘derechos de autor’ y otros semejantes. Por tanto hay que tener prudencia ante el concepto peyorativo de ‘falsificación’. Los autores fingidos son, en la literatura eclesiástica, portadores primarios de una tradición doctrinal cualificada, sobre todo en la lucha contra la herejía y en el esfuerzo por confirmar la fe y el orden en la comunidad”.
Las cartas católicas o universales en su mayor parte son dirigidas a todos los cristianos de la Iglesia primitiva, a diferencia de las cartas de Pablo que eran dirigidas en manera muy específica a personas o comunidades. Aunque la segunda carta de Juan está dirigida a la “Dama Elegida” -algunos atribuyen ese título a la Iglesia-, y la tercera carta de Juan está dirigida a “Gayo”. Las cartas de Pedro se le atribuyen al apóstol Pedro y las cartas de Juan, se atribuyen al apóstol Juan. Las cartas de Santiago y Judas son tradicionalmente atribuidas a los primos (hermanos) de Jesús. Las cartas católicas o universales son: carta de Santiago, primera carta de Pedro, segunda carta de Pedro, primera carta de Juan, segunda carta de Juan, tercera carta de Juan y carta de Judas.
Sobre el Apocalipsis o libro de las revelaciones la literatura contemporánea ha gastado toneladas de tinta y papel y actualmente terabytes en libros que nos informan que el Apocalipsis está a la vuelta de la esquina y el fin no será algo tranquilo: fuego, muerte, pestes, terremotos, maremotos, horribles hambrunas, meteoritos y demás maravillas deberán soportar los atribulados mortales, todas enviadas a la tierra por la divinidad. Convengamos es una imagen de Dios bastante distorsionada que la que presenta Jesús, y del sentido original del libro del Apocalipsis. Pero esa distorsión vende y mucho.
Este género fue muy popular entre los judíos al regreso del exilio de Babilonia y este estilo literario lo podemos leer en el libro de Daniel y en varios pasajes en los libros de Ezequiel, Zacarías, Joel, algunos pasajes en las cartas de Pablo y, por supuesto, en Juan.
Este género es prolífico en imágenes simbólicas y místicas, muy claras para quienes estaban dirigidos estos escritos y que hoy nos parecen oscuras y misteriosas. Pero siempre nos invitan a no perder la esperanza en el mañana. Y no habrá ya maldición alguna; el trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad y los siervos de Dios le darán culto. Verán su rostro y llevarán su nombre en la frente. Noche ya no habrá; no tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los alumbrará y reinarán por los siglos de los siglos”.Ese es el mensaje de la corriente apocalíptica.
Y así es como llegamos a la Biblia que casi todos tenemos en nuestras casas. Una colección de libros milenaria, que resume la esperanza de los judeo-cristianos en que podremos construir un mundo mejor y lleno de vida.