El estudio EMBT liderado por Benedetta Tagliabue ha culminado la iglesia y complejo parroquial de San Giacomo Apostolo en Ferrara, Italia. El proyecto muestra una arquitectura ligera y orgánica con referencias a la naturaleza, y un interior acogedor realizado con materiales naturales, algunos de ellos recuperados o con un mínimo tratamiento, buscando evocar la sensación de las iglesias primitivas desde una visión contemporánea.

Este trabajo se ha desarrollado durante 10 años (2011–2021) y supone una puesta en valor para el barrio periférico de Arginone, ya que el nuevo complejo está a disposición de toda la comunidad, tanto eclesiástica como laica. El conjunto se compone de una iglesia de 710 m2, un complejo parroquial de 873 m2 y un espacio exterior ajardinado de 600 m2.

El techo abovedado de madera, que alude a las naves de las iglesias medievales, se ha dispuesto de forma radial en torno a un anillo de luz que rodea un baldaquino suspendido.

La naturaleza está presente en cada faceta de este proyecto. Desde el exterior, se aprecia un edificio ligero y de formas orgánicas, con una cubierta ondulada recubierta de cobre que se inspira en las formas aéreas y monumentales de un globo aerostático. Las fachadas juegan con el yeso y el ladrillo visto colocado en distintas disposiciones y realizado a medida con un diseño de tres puntas que recuerda al Palazzo dei Diamanti de Ferrara, obra maestra del Renacimiento.}

Tanto la combinación de materiales como el sistema constructivo se modulan de forma diferente para caracterizar las diferentes áreas del programa. Con los mismos materiales se ha podido trabajar desde la iglesia, más monumental, hasta los espacios del complejo parroquial, de aspecto más doméstico.

 La claraboya central permite que la luz descienda sobre la zona del altar, cambiando su efecto en diferentes momentos del día.

En el centro de la iglesia el altar es el protagonista. Situado en un presbiterio circular, el altar es también el punto en torno al cual se organizan la sala y la capilla lateral, así como el baptisterio y todos los espacios anexos. El techo abovedado de madera, que alude a las naves de las iglesias medievales, se ha dispuesto de forma radial en torno a un anillo de luz que rodea un baldaquino suspendido, cuya forma recuerda a la concha de Santiago. La claraboya central permite que la luz descienda sobre la zona del altar, cambiando su efecto en diferentes momentos del día.

Una gran cruz de vigas de madera sobrevuela toda la nave con una gran fuerza simbólica. La cruz se ha hecho con unos maderos que se encontraron originalmente en el antiguo Ayuntamiento de Ferrara, y que fueron recuperados especialmente para la iglesia. Se decidió no restaurarlos para que transmitieran todo el simbolismo primigenio a través de su material antiguo y humilde.

La inspiración de la naturaleza se encuentra también en el altar, que está hecho de un bloque de piedra blanca de Trani casi sin trabajar.

El instrumento iconográfico de los objetos de arte, encargado al artista italiano Enzo Cucchi, está concebido como un conjunto orgánico que se despliega en el espacio de la iglesia. Cucchi ha colocado grandes cruces en piedra serena en cada uno de los muros de la iglesia y del baptisterio. El hormigón visto se realza con la presencia solemne de la piedra serena.

El interior se ilumina través de lámparas de suspensión realizadas con finas lamas de madera que componen pequeñas cúpulas que irradian luz creando poéticas geometrías y reflejos angelicales. Están diseñadas por Benedetta Tagliabue y producidas por el fabricante barcelonés Bover.