La virtud habitual (constante) y equilibrada (no extremista), propuesta por Aristóteles, es el fundamento de la felicidad humana, justo como lo sostendrían los padres fundadores de las 13 colonias dos milenios después del pensador helénico (Jefferson, muy en particular); y, a su vez, la felicidad misma, es el objetivo teleológico del ser humano (tan sólo alcanzable por medio del ejercicio del logos: la capacidad ontológica de razonar que el humano indudablemente posee). Aristóteles ignora la existencia de una serie de valores absolutamente buenos y absolutamente malos (como, en términos lexicológicos claramente nos resulta el significado del término justicia, por citar un ejemplo específico; es decir, tan sólo aquel individuo que, a lo largo de toda su vida, no ha cometido un homicidio calificado, puede ser considerado un hombre justo, y no aquel que tan sólo cometió un solo asesinato en una ocasión de las 100 que tuvo oportunidad de cometer semejante crimen. Este último individuo es considerado injusto y no justo, aunque el 99% de las veces haya optado virtuosamente por no convertirse en un homicida -es decir, aunque la mayoría de las veces haya sido “justo” en vez de injusto-. En pocas palabras, no se encuentra un equilibrio virtuoso al asesinar al 50% de las personas de nuestro fraccionamiento, para así supuestamente ubicarnos, en términos morales, justo en el punto medio entre ambos extremos -por un lado, en el extremo de ser un “asesino despiadado”, que quite la vida del 100% de sus vecinos, o en el extremo opuesto, de que nos transformemos en una especie de “puritano de la vida”, que no asesinó al 100% de sus conciudadanos). Dicho punto (el de los valores morales de orden absoluto), como ya lo mencionaba, es prácticamente ignorado por Aristóteles, que opta por enfocarse en aquellas virtudes que requieren de un punto de equilibrio preciso, como lo sería la prudencia de reconocer, por ejemplo, cuándo debemos descansar y cuándo no, pues el exceso de inactividad se torna en pereza; pero lo contrario, en avaricia u otro tipo de vicio de carácter. Tiene el ser humano, entonces, la función de, por medio del discernimiento (el pensamiento crítico), razonar, encontrar semejante punto de equilibrio y, por medio de su fuerza de voluntad, repetir semejante ejercicio con incansable perseverancia hasta el punto de llegar a mecanizarlo (de incrustar semejantes acciones en lo más profundo de nuestro subconsciente, es decir, de automatizar y/o crear el hábito de accionar de semejante manera virtuosa en todo momento y circunstancia), y semejante proceso llevará al individuo a su propia felicidad, misma que no consiste en la visión hedonística de simplemente satisfacer nuestros placeres carnales lo más posible, sino en elegir voluntariamente el bien y hacerlo no sólo de manera frecuente y/o constante, sino automática, con la facilidad y naturalidad con la que un adulto camina, habla su lengua materna o ingiere sus sagrados alimentos.

Aristóteles fue un filósofo helénico, alumno de Platón y maestro del conquistador macedonio, Alejandro Magno. Nació en Estagira (Macedonia) en 384 A.C., y murió en 322 A.C. Es uno de los pensadores más brillantes y fundamentales de todo el mundo occidental, tanto de origen grecorromano, como incluido también el judeocristiano.