“Ser cristiano en Centroáfrica significa ser testimonio del perdón y la misericordia de Dios”, afirmó el P. Yovane Cox, sacerdote y misionero desde hace 12 años en el país más pobre del mundo según la ONU.
Niños soldados, guerra, persecución y matanzas son parte del flagelo que sufren hoy los 30 mil habitantes de Bema, en la diócesis centroafricana de Bangassou, donde el P. Cox sirve como párroco.
En un contexto de extrema pobreza, el misionero de la Asociación Misión Gran Río ha logrado levantar una escuela para 300 niños y sueña con construir otra con capacidad para 400 alumnos.
Los últimos tres años han sido especialmente difíciles para él, ya que los cristianos y otras minorías están siendo víctimas del ataque de musulmanes fundamentalistas que han desatado sangrientas matanzas y secuestros.
En diálogo con ACI Prensa, el P. Cox señaló que en una situación así urge “transmitir misericordia” y “estar pendiente del perdón, de ayudar a la gente a sobrepasar cosas atroces como la muerte de un ser querido o la destrucción de su pueblo”.
El sacerdote relató su propia experiencia de persecución y violencia cuando en junio de este año tuvo que huir junto a sus fieles al Congo para buscar refugio.
“Estuve horas tirado en el piso de la iglesia esperando que los combates cesaran. Luego salí y me encontré con gente llena de violencia, entonces me pregunté ‘¿Cómo puedo ser testigo de Cristo en medio de esto tan terrible?’”.
“Como todo párroco fui el último que salió del pueblo en la ‘piroga’ (un tipo de barca de madera característico de África)”, recordó el P. Cox, “y al llegar al otro lado, al Congo, fui recibido por toda la gente, incluso por los que eran indiferentes conmigo en el pueblo”.
“Todos me abrazaron y me decían ‘padre lo estábamos esperando’. Cuando a uno le dicen tantas veces ‘padre’ a veces se pierde el sentido de la palabra, pero allí la viví. Me dije: ‘estos son mis hijos, estos me esperaban como a un padre’”, expresó el misionero.
En cuanto a la persecución que sufren los cristianos, el sacerdote afirmó que los responsables son un grupo mayoritariamente musulmán “que está siendo manipulado políticamente”.
“Hay un interés político escondido, nadie lo quiere decir pero es la realidad. Hace mucho daño y está dividiendo el país. Solo en la capital, Bangui, gracias a la presencia del Papa Francisco en 2015, se logró reconciliar la población musulmana con el resto de los ciudadanos.
El presbítero afirmó además que el suelo del país “es extremadamente rico” gracias al petróleo, el cemento y el diamante. También cuenta con una reserva natural inmensa, pero “está sometida a una situación de pobreza extrema y curiosamente ninguna fuerza internacional o nación se interesa”.
“Las Naciones Unidas están presente pero no están haciendo un buen trabajo y no han logrado desarmar este conflicto ni dar pasos hacia la reconciliación. Solo está la Iglesia. La situación que vive África es de una indiferencia terrible”, lamentó.
Frente a esta situación el P. Cox alentó a los católicos a vivir 3 actitudes de solidaridad con los hermanos perseguidos en África. En primer lugar, acabar con la indiferencia.
“Si nosotros no resolvemos los problemas de África, ¿cómo se va a frenar la inmigración? Ante esta indiferencia la única solución es abrir el corazón y reconocer que todos somos humanos y tenemos una misma dignidad delante de Dios, y humanamente hablando”, sostuvo.
En segundo lugar, acciones concretas. “Mucha gente colabora a través de ACN (Ayuda a la Iglesia Necesitada) y con eso se llevan proyectos como los que nosotros tenemos. Pero también se puede hacer de forma personal, por ejemplo, yo tengo a 60 chilenos que me pagan la escolaridad de un niño durante todo un año”.
“Si somos generosos, si somos capaces de dar de nuestro corazón, abriremos el horizonte de nuestro propio corazón y se va a volver más universal, y universal quiere decir católico. De cierta manera nos convertimos en ‘católicos’ si somos generosos”, aseguró el misionero.
Finalmente, pero no menos importante, la oración. “Si no tuviéramos la oración de la Iglesia, yo pienso que la Iglesia en Centroáfrica habría fracasado en su trabajo misionero”.
“Nosotros nos hubiéramos desanimado y abandonado a la gente, pero hay algo fuerte en el corazón de todos los misioneros y es que sabemos que tenemos el apoyo de mucha gente detrás”, subrayó el P. Cox.