Unos más y otros menos, todos padecemos en algún momento una situación insostenible. En algunos casos la buscamos y en otras ellas llegan solas, de todos modos no son bienvenidas. El mismo Jesús nos advirtió: “En el mundo tendréis aflicción”… (Juan 16:33). De modo que estas son inevitables, pero no tienen que ser la norma que determina nuestra felicidad. Ahora bien, hay tres maneras de enfrentar toda situación adversa, todo momento crudo que amenaza nuestra paz.

1. Ignorarla
Esta para algunos es su manera de enfrentar las situaciones que no puede resolver. Es como adoptar la filosofía de Baker Edith “Di no me duele y no te dolerá”.  Por mucho que ignoremos la tormenta ésta no se irá hasta tanto agote su energía embistiendo nuestra casa. Los efectos de la adversidad son palpables, los daños cuantiosos. Ignorar es como meter la cabeza en la arena, imitar así al avestruz. A veces cuesta, pero vale la pena reconocer la intensidad de la tempestad y nuestra impotencia ante ella. Hay recursos a nuestro alcance para lidiar contra los males que nos circundan y debemos usar de ellos para no sucumbir ante la adversidad.

2. Acomodarse
Esta es la filosofía de quienes dicen: “Si no puedes combatir a tu enemigo, Únete a él” es decir, deja el camino del bien y la senda del mal. Es declararse vencido por el mal, es entregarse sin resistencia a la adversidad. En este grupo hay una gran cantidad de personas, siguiendo la corriente para no fatigarse luchando contra los vientos. “No os conforméis a este siglo..” declaró el apóstol Pablo en su carta a los Romanos (12:2) Acomodarse es una acción cobarde, es renunciar a ser, para satisfacer la demanda popular. En otras palabras es vivir desposeído, sin voluntad a merced de los vientos. Pero como dijo el apóstol Pablo a Timoteo: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7) Así que, si se acomodó, renuncie y levántese a luchar.

3. Enfrentarla con la ayuda de Dios
En nuestras fuerzas quizás no podamos, pero recordemos que las “armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas” (2 Corintios 10:4) No fuimos creados para ser esclavos de las circunstancias sino controladores de ellas. En toda crisis hemos de confesar: “Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento” (2 Corintios 2:14) Ni un paso atrás, a luchar y a triunfar; porque con Cristo somos más que vencedores.